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Columna
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La locura de ‘Legión’

La serie del mutante de los cómics de X-Men es un viaje psicodélico agobiante, pero muy satisfactorio

Tráiler de 'Legión'.
Álvaro P. Ruiz de Elvira

Legión se sale de lo normal. Al menos del canon Marvel, tanto televisivo (Agentes de S.H.I.E.L.D. o Daredevil) como cinematográfico (X-Men principalmente) y aún así, encaja de forma perfecta en todo el mundo visual que la mítica casa de cómics ha trasladado a las pantallas. La serie, emitida en España en Fox, cuenta la historia del superpoderoso mutante David Haller, interpretado de forma fantástica por Dan Stevens (Matthew en Downton Abbey, aunque aquí está muy cambiado), que no sabe si está loco o de verdad tiene ciertas capacidades que van más allá de lo natural.

En la parte de los poderes, en el enfrentamiento con el villano y en ciertos detalles, muchos de ellos guiños a los seguidores de los cómics, es donde existe esa unión a la celebérrima Patrulla X (hay una conexión vital respecto a la paternidad del personaje, pero no la vamos a destripar aquí) creada por Chris Claremont. Pero no esperen superhéroes, grandes batallas y adrenalina física. Es la forma de contar la historia, con tantas capas, y la propuesta visual y auditiva de Noah Hawley (creador también de Fargo) la que hace que sea todo diferente. Y bueno.

El viaje psicodélico, perfectamente completado en el último capítulo con la canción Breathe de Pink Floyd, de David Haller es angustioso, agobiante y hasta cierto punto, cargante. Pero ahí es donde está bien hecha la serie. David no sabe si está loco o si es un mutante. Y quizá sea las dos cosas, lo cual es más peligroso. El juego de no saber qué es real y que no, con viajes astrales incluidos está muy logrado y al final, aunque parezca imposible, todo es coherente. 

Son solo ocho episodios, con la promesa de una segunda entrega para el año que viene (como en las películas de Marvel, hay una escena a mitad de los créditos finales), así que si empiezan a verla y se agobian, no abandonen. Toda la locura de la serie está bien justificada. La de David y la de la historia en sí.

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