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Columna
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Cloacas

Cada vez hay menos diferencias entre las series y los informativos, con un denominador común: todos muestran la vida en las cloacas

Ángel S. Harguindey

Cloaca: Lugar sucio, inmundo. (RAE).

Cada vez hay menos diferencias entre las series y los informativos, con un denominador común: todos muestran la vida en las cloacas y, sin duda, con una clara ventaja para las series: están mejor hechas, aportan más datos y contextualizan mejor.

Si, por ejemplo, contemplamos las declaraciones del director del FBI en la correspondiente comisión del Congreso de EE UU, intuimos que hay una guerra soterrada entre la agencia policial y la Casa Blanca. Si vemos la sexta temporada de Homeland entendemos las razones del sector más duro de la CIA, en alianza con el Mosad más intransigente, para boicotear las nuevas razones pacifistas de la presidenta electa.

Si hablamos de Line of Duty o Braquo no podemos por menos que recordar el reportaje de EL PAÍS de hace un par de días en el que se publicaba que en la última década la Guardia Civil había expulsado a 315 efectivos y la policía a 106 por, entre otros delitos, asesinatos, homicidios, secuestros, tráfico de drogas, cohecho y violencia machista.

Si le interesa los métodos y entresijos de los grandes financieros especuladores de Wall Street y la respuesta de la justicia debería ver Billions, comprenderán mucho mejor qué es la información privilegiada, las sociedades opacas, la desestabilización de las divisas más frágiles y la ingeniería financiera. Después comprobará que las cárceles españolas están llenas de robagallinas y prácticamente vacías de los grandes delincuentes. Cuestión de clases.

Incluso si le interesan los amoríos de algunos de los miembros de la realeza podrán ver Guilt o The Royals, lo que ya le resultará más difícil es contemplar en esas series a algunos periodistas alardeando autosatisfechos de haber conseguido conversaciones privadas del Rey emérito con alguna dama como si hubieran aportado algo de valor inestimable para la democracia española cuando en realidad sólo han sido recipiendarios, décadas después, de alguna vendetta personal o colectiva que sólo busca la degradación del sistema.

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