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Bocados de realidad y amargura

De la crisis migratoria a los exabruptos de Trump, la narración de la actualidad encuentra en el lenguaje del cómic un aliado privilegiado

A los pocos días de la intentona de golpe de Estado del 23-F, aparecía en los quioscos el especial El Golpe de la recordada revista El Víbora. Muchos se sorprendieron por la agilidad y capacidad de respuesta que demostraba el cómic hacia la actualidad, pero no es difícil argüir que el tebeo siempre ha convivido próximo a la realidad circundante: solo hay que mirar los tebeos españoles de humor de los cincuenta y su feroz testimonio de la posguerra. Aunque también se puede razonar que el cómic ha pasado parte de su historia en contacto directo con el periodismo: primero desde la prensa satírica y, después, en relación casi simbiótica con la prensa americana de las primeras décadas del siglo XX, donde desarrolló sus recursos más conocidos. Pero la respuesta es, posiblemente, mucho más sencilla: el cómic es un lenguaje con una capacidad expresiva ilimitada, que usa la fuerza de la imagen para potenciar su mensaje y romper cualquier barrera. Esa facultad permite que la narración de la actualidad encuentre en el lenguaje del cómic un aliado privilegiado, ya sea desde la pura mirada periodística hasta la narración más reflexiva.

Un perfecto ejemplo es la reacción del cómic a la terrible crisis de la inmigración, con tres obras que abordan este drama desde tres perspectivas tan diferentes como complementarias: La grieta (Astiberri), parte del trabajo periodístico sobre las fronteras europeas que hicieron Carlos Spottorno y Guillermo Abril para EL PAÍS. Galardonado con el World Press Photo, ahora aquel trabajo se retoma y aprovecha el lenguaje del cómic para construir a partir de las fotografías reales —retocadas con estilo de cómic para la ocasión— una obra que deja al lector sin palabras. No les hace falta a los autores recurrir a lo escabroso, al sensacionalismo de fácil empatía: les basta con apelar a la reflexión y dejar que las imágenes apoyen un relato cuya coherencia y lógica deja un poso tan amargo como aterrador. Alpha, de Bessora y Barroux (Norma Editorial), opta por la perspectiva en primera persona con el relato aséptico y descarnado del viaje de un inmigrante desde Costa de Marfil a la parisiense Gare du Nord, complementando al anterior con la otra mirada, la de los que van en las pateras, la de los que cruzan el desierto. Al igual que en la obra de Spottorno y Abril, no es preciso el discurso emotivo, la dramatización exagerada de la realidad: la simple narración de la verdad es tan espantosa que transforma la obra en una crónica de la deshumanización impuesta. Queda tan solo la opción lejana, quizás utópica, de la esperanza que Javier de Isusi propone en Asylum (Astiberri), oponiendo a relatos, que podrían perfectamente ser parte de lo narrado en las dos obras anteriores, la memoria de nuestra historia pasada como lugar de encuentro y de reflexión.

Sirva también como ejemplo de la agilidad del cómic en responder a la realidad el vitriólico Presidente Trump, de Pablo Ríos (Sapristi Cómics), reacción a vuelapluma a la victoria del republicano que analiza “el día después”, las que serían las primeras acciones presidenciales en el Despacho Oval a tenor de lo dicho en campaña. Ríos acierta en el planteamiento y demuestra ojo de francotirador para generar una risa que deja poso amargo, recuperando en su literalidad el Tiemble después de haber reído de La Codorniz.

De actualidad perenne se puede calificar el brillante Disparen al humorista, de Darío Adanti (Astiberri). Acertado homenaje persecutorio a Truffaut en el título que da paso a un exhaustivo ensayo sobre los límites del humor, que Adanti explora desde la propia experiencia a partir de los debates derivados de los atentados de Charlie Hebdo. El humorista se atreve a recorrer de la ciencia a la filosofía para trasladar una reflexión personal que se expande para contagiar al lector y retarle a tomar partido, poniendo en cuestión cualquier prejuicio.

Y dejando la actualidad, celebración y felicidad por la necesaria reedición integral de Dr. Uriel, de Sento Llobell y Elena Uriel (Astiberri). Adaptación de No se fusila en domingo, las memorias de Pablo Uriel sobre la Guerra Civil y novela considerada por muchos estudiosos como uno de los mejores testimonios de la contienda, es trasladado al cómic con maestría por Sento y Elena Uriel, que consiguen componer una obra que es, sin duda, referencia obligada para construir nuestra memoria.

Para finalizar, una obra que certifica que la apuesta por el cómic del Museo del Prado sigue con paso firme. A partir de Las Furias, de José de Ribera, el dibujante Keko y el guionista Antonio Altarriba realizan El perdón y la furia, una subyugante reflexión sobre la obsesión por la creación disfrazada de thriller, que lanza continuos diálogos entre la pintura del setabense y el celebrado Yo, asesino de los mismos autores.

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