Entre pitos y flautas
Pedro G. Romero restaura el dinero para convertirlo en una obra de arte en su nueva exposición en Madrid
Para la mirada habituada a las exposiciones donde una pintura es un cuadro y una habitación con botellas vacías, confetis y colillas una instalación, la obra de Pedro G. Romero (1964) adquiere una extrañeza que contradice su intención, claramente convencional, de completar un archivo, de manera que es casi obligatorio conocer los aspectos formales de su obra y, en particular, la utilización que hace del objeto como una herramienta para subvertir el Estado. En esta ocasión, se ha empeñado en restaurar el dinero de su abstracción funcional para convertirlo en un valor de uso individual, una “obra de arte” con la que poder vivir peligrosa y estéticamente.
En Casa sin Fin, la moneda (que fue) real o ficticia es un hecho objetivo, el producto de una historia maleada por los acontecimientos, las leyes, los países. Al manipularla y cultivarla, surgirán nuevos brotes de riqueza sensible y subjetividad. Esta naturaleza humanizada tiene un trabajo detrás, el del artista que, además, se blinda a cualquier posibilidad de crítica. Parafraseando a Marx, todo lo que el ser humano es incapaz de hacer, el dinero de Pedro G. Romero lo puede hacer por él. En este caso, apropiarse del arte como un ente fantasmal capaz de señalar su propia ruina y a la vez reflejarse en un espejo como un joven inmortal, ocioso, caprichoso y hasta absurdo.
En la galería, el dinero mismo se hace objeto pero su uso humano pasa por su abolición. Ahora lo ves, ahora no. Entre pitos y flautas, las monedas se transmutan gongorinamente en otra cosa. Se refieren a sí mismas y a lo que un día fueron: “Cambalaches” (pinturitas hechas en la superficie de monedas reales), tomas cinematográficas, como la de los “falsos cupones” del filme de Bresson L’Argent (distribuida en copia pirata en la web de la galería), reediciones de moneda española de 1937 manipuladas por anarquistas, y hasta una máquina que convierte cinco céntimos en pedrogés , una medalla con la imagen de la Macarena encerrada en un cajón (la Virgen viajó en un furgón blindado del Banco Español de Crédito durante el verano de 1936). La lista es larga y se puede consultar en el Archivo F.X. El dinero como excedente radical del artista. Un nuevo fetichismo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.