Un fiordo de hormigón, protagonista del nuevo museo Munch en Oslo
El edificio, proyectado por el estudio español Herreros, abrirá en 2020 y quiere protagonizar la postal de la capital noruega
"Este edificio cumple con todo lo que habíamos soñado". Stein Olav Henrichsen, director del Museo Munch de Oslo (Noruega) desde 2010, habla entusiasmado de la nueva pinacoteca que acogerá las aproximadamente 28.000 obras del famoso pintor noruego. Una mole de hormigón de 60 metros de altura emerge a orillas del fiordo de la capital del país escandinavo y, junto a la Ópera —estructura insignia de la nueva zona moderna de la ciudad—, pretende hacerse con las miradas de locales y foráneos. "Vamos a crear la nueva postal de la ciudad", asegura Jens Richter, codirector del proyecto junto a su socio, el español Juan Herreros, el arquitecto fundador del estudio Herreros de Madrid. "Ganar el concurso [internacional] fue una satisfacción enorme porque entendimos que era la oportunidad de construir algo realmente ambicioso", añade Herreros.
Es el edificio perfecto. Será un imán turístico Stein Olav Henrichsen, director del Museo Munch de Oslo (Noruega)
Las bajas temperaturas y la brisa que hace que la humedad del fiordo del mar del Norte penetre en todos los poros de la piel no impiden a las dos decenas de operarios continuar día y noche con las imponentes obras de este edificio que marcará el skyline de la capital noruega. El nuevo Munch-museet, de estructura vertical con ocho plantas de diferentes alturas, a fin de acoger todo tipo de eventos, pretende conjugarse con la famosa casa de la Ópera, tan característica por su horizontalidad. "Nos inspiramos en la luz de Oslo, que es muy especial, y también en las ondas del agua del fiordo", señala Richter desde el amplísimo vestíbulo de madera de la Ópera.
Dudas por entusiasmo
La construcción del nuevo museo Munch ha sido objeto de grandes debates en Noruega. Como en todos los países nórdicos, la sociedad civil es tan fuerte que sus opiniones pueden bloquear iniciativas a la espera de un mayor consenso. Y este espacio no ha sido una excepción. "Las dudas de la gente se han ido transformando en un entusiasmo muy fuerte", sostiene Jens Richter, codirector del proyecto.
El comportamiento de la ciudadanía ha sido "casi modélico", defiende Richter, que explica que en Oslo se han organizado mesas redondas de debate cuyo único objeto era la construcción —o no— del museo. "Para nosotros, ha significado un reto en muchos sentidos", añade por correo electrónico Juan Herreros, fundador del estudio de arquitectos que construye la pinacoteca. También detalla que los "complejos procesos de participación ciudadana" les exigieron emplearse en "diálogos constructivos con más de un centenar de personas".
El estudio español Herreros ganó el concurso internacional en 2008 y proyecta la apertura al público para 2020. La vecina Ópera, sin embargo, tardó bastante más. "El proyecto se decidió en 1956 y abrió en 2008", explica el director del Munch museet. "¡Así que estamos muy contentos de poder abrir en 10 años!", exclama.
El edificio, cuyos últimos pisos estarán ligeramente inclinados hacia el agua, formando casi un ángulo de 45 grados respecto a la tierra, estará cubierto por una chapa metálica ondulada en tonos azules, blancos y grises, que evocan al fiordo de la capital, entrada y salida de miles de turistas semanales en ruta en los cruceros por el mar del Norte y sus capitales nórdicas.
En esta orilla del fiordo de Oslo se levantan, por ahora, cuatro inmensas paredes de hormigón sin forjados marcando las diferentes alturas. "Es una construcción con una ingeniería especial", describe Richter. Cuando uno asoma la mirada desde la planta baja y mira al cielo, parece que se está asomando por una inmensa chimenea industrial. Y hasta cuesta imaginar que de estas paredes colgarán en un futuro no muy lejano una de las colecciones más famosas del mundo. El grito (1893), obra maestra de Munch, también tendrá su espacio.
Pero la verticalidad del nuevo museo, cinco veces más grande que el actual, según el director, no es el único atractivo. Los arquitectos, que ganaron el concurso internacional en 2008, quisieron crear un concepto de "plaza pública", como describe Richter. "El edificio será un espacio de acceso gratuito con zonas infantiles, salas de conciertos, restaurantes, salas de exposiciones extranjeras y un mirador". Oslo, en contraste con el resto del país, es una ciudad plana en la que los edificios más altos no superan las 15 plantas. Con el nuevo museo, esta ciudad de poco más de 610.000 habitantes podrá disponer de unas imponentes vistas a todo el fiordo en el céntrico barrio de Bjørvika, antiguo puerto y zona industrial. "Es el edificio perfecto. Será un imán turístico", apunta Henrichsen, de 63 años y músico de formación.
Noruega está invirtiendo como nunca lo había hecho en recuperar la zona portuaria y convertirla en punto de referencia. Junto a la Ópera, financiada por el Gobierno, y a una nueva biblioteca de la que por ahora sólo se adivinan los cimientos, el nuevo museo Munch costará al Ayuntamiento 2.700 millones de coronas noruegas (300 millones de euros). "Es importante dejar espacios públicos para los ciudadanos. Que puedan venir aquí y bañarse en el fiordo o leer un libro al lado del agua. Era nuestra intención devolver algo a la ciudad", según Richter.
Con este edificio, Edvard Munch verá su sueño hecho realidad. Antes de morir en 1944 donó su legado (1.000 pinturas, 15.400 grabados, 4.500 acuarelas, dibujos, seis esculturas, escritos y textos literarios) a la ciudad de Oslo con la condición de que creasen un museo para albergarlas y para que sus convecinos las pudieran disfrutar, estudiar y divulgar. El actual museo —que recibe unas 200.000 visitas al año frente al medio millón que proyectan para cuando se abran las puertas del nuevo— expone unas cuantas, pero ahora habrá espacio para todas ellas y para acoger exposiciones internacionales. "Traer a Goya sería fantástico", cierra Henrichsen.
Babelia
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