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Inquietante extrañeza de David Lynch

Nicolas Bourriaud se adentra en Montpellier en los meandros de 'Mulholland Drive'

Álex Vicente
'Field', del artista francomarroquí Hicham Berrada.
'Field', del artista francomarroquí Hicham Berrada.laurent lecat

Teórico estrella y padre de la estética relacional, Nicolas Bourriaud formó parte del tándem que fundó el Palais de Tokyo, cuyas primeras muestras transformaron el paisaje del arte en París. Desde entonces han pasado 15 años y Bourriaud ha encontrado un nuevo refugio en Montpellier. Desde allí pilota La Panacée, nuevo centro de exposiciones que, junto a otro futuro museo que abrirá en 2019, aspira a colocar a la ciudad francesa en el mapa del arte contemporáneo. Si hace una década su modelo era Berlín, erigida entonces en indiscutible place to be, Bourriaud parece inspirarse ahora en Los Ángeles, escogida prácticamente por unanimidad como nueva capital del arte. De manera lógica, sus primeras exposiciones indagan en la escena de la ciudad californiana: una monográfica dedicada a Tala Madani, iraní asentada en la Costa Oeste, y una muestra sobre la influencia de Mulholland Drive en el arte de los últimos tiempos.

La segunda exposición es la más estimulante. Recoge obras de artistas mayormente emergidos durante la década pasada, en quienes Bourriaud observa los mismos motivos y marcas de autor que contenía la inquietante película de David Lynch. Los 24 trabajos expuestos son un reflejo de la "inquietante extrañeza" sobre la que discurrió Freud, que emana de formas y objetos banales, pero con un enorme potencial enigmático. Por ejemplo, Dumpster (2014), del japonés Kaz Oshiro, también instalado en Los Ángeles, es un contenedor de basura que irrumpe en una sala oscura de geometría irregular, igual que las habitaciones que Naomi Watts exploraba, con un asombro beato y paleto, al descubrir su apartamento de estilo colonial en Hollywood.

Todos los artistas expuestos en la muestra admiten la influencia de ­Lynch. Wendy Jacob presenta volúmenes amorfos que respiran intermitentemente bajo una manta azul. Morgane Tschiember elabora cerámicas amordazadas y sometidas a algo parecido al bondage, y Rodrigo García propone una performance filmada que también indaga en el tema lynchiano de la monstruosidad que encierra lo cotidiano. También se inscribe en esa inquietud Max Hooper Schneider, estrella pujante de la escena angelina, que presenta un lavavajillas con vida propia al que ha titulado Cold War Dish­washer (2015). No hay un reflejo directo de la película, aunque sí los mismos enigmas irresolubles.

Para Bourriaud, estas obras ilustran una tendencia: una inesperada revivificación del surrealismo, al que muchos daban por enterrado. Este comisario tan adepto a adjetivar el arte lo ha rebautizado como "minimalismo fantástico". Los artistas de la muestra parecen buscar otros mundos que se esconden en este, pero su surrealismo tiene poco que ver con el que pregonó Breton. En un tiempo en el que el sueño ha quedado banalizado y agotado como objeto y como método, parecen recorrer al esoterismo y a eso que algunos denominan, con un vago sincretismo, como "energías".

Inspirada en el taoísmo, Jennifer Tee surte sus obras textiles de piedras mágicas, que remiten a la caja azul en la obra de Lynch. Ugo Rondinone dibuja círculos de colores que reinventan las mandalas budistas e hinduistas, cuya lenta y minuciosa realización parece invitar a la meditación trascendental. No queda muy claro qué persiguen estas prácticas, si no es la búsqueda de una identidad propia, igual que la amnésica Rita intentaba dar en la película, cual detective metafísica, con su auténtica personalidad. El conjunto resulta desdibujado y, a ratos, también frustrante. Exactamente igual que el modelo que lo inspira.

Retour sur Mulholland Drive. La Panacée. Montpellier. Hasta el 23 de abril.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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