“Los superhéroes y la mitología clásica tienen las mismas raíces”
Claudio Castellini, mítico dibujante de Marvel, cree que los grandes personajes han perdido la grandeza de antaño
Cuando Claudio Castellini (Roma, 1966) piensa en tebeos, piensa en Miguel Ángel. Piensa en cuerpos que son estatuas de músculos definidos más allá de lo humano, de proporciones áureas a las que solo podemos aspirar en los sueños. Pero el cómic de ahora, al menos para Castellini, retirado voluntariamente del tebeo desde hace años, ha perdido su aura mitológica. Ka-BOOM mantuvo una charla durante el pasado Expocómic con el dibujante para ahondar en su camino personal hasta el éxito en Marvel y su concepción de la belleza en viñetas.
Pregunta. ¿Qué hacías antes de Dylan dog?
Respuesta. Practicar. Estudiaba anatomía imitando el ejemplo de dibujantes que admiraba. Me hacía autoejercicios para dominar la ilustración. Pero claro, es que empecé en Dylan Dog con 20 años. Así que no hice mucho antes [risas]. Dibujar, dibujar y dibujar.
P. ¿No estudiaste una carrera ni nada por el estilo?
R. Bueno, mientras completaba mis estudios como delineante continuaba dibujando y pasé por un período de aprendizaje con dos diseñadores profesionales, Rino y Pino Rinaldi... Después gané un premio en Italia que me ponía entre los profesionales y que me permitió trabajar para Sergio Bonelli Editore; Dylan dog fue mi primer trabajo profesional.
P. ¿Y cómo fue esa primera experiencia con el tebeo? Porque una cosa es ilustrar y otra es narrar.
R. Eso es una gran verdad. Pero yo me había pasado toda la vida leyendo, me resultó bastante fácil narrar. El esfuerzo no era tanto cómo contar sino cómo tratar de mejorar mis habilidades, conseguir un nivel siempre más profesional, tanto en la búsqueda de la belleza estética como de mi propia técnica y estilo personal.
P. ¿Cómo era la Italia de esa época para los profesionales del tebeo?
R. Solo había Bonelli [risas]. en aquellos años no había muchas otras opciones. Yo nací como lector con los tebeos de Marvel. Así que mi sueño siempre había sido dibujar para Marvel. Pero por aquel entonces parecía algo inalcanzable. Hoy eso ha cambiado totalmente y da igual el país del que seas, si eres bueno, puedes trabajar para Marvel. Pero en aquel entonces uno pensaba que era imposible. ¿A quién puedo enviar mi trabajo para que me abra la puerta? ¿Cómo localizo a esa persona? La realidad del mundo del cómic, y no solo en Italia, era diferente a la actual. Internet ha hecho posible que todo sea mucho más fácil, rápido y directo, para obtener un contacto.
P. ¿Y daba para vivir?
R. Bueno, pues eso depende de cómo vivieras, claro. Había dos factores fundamentales: si eras lo suficientemente rápido como para realizar muchos trabajos. Y luego las situaciones personales. Los ingresos dependían también de la calidad del trabajo y de la reputación. Si te hacías un nombre, el editor pagaba más, y sigue siendo así hoy en día.
P. Pero Bonelli pagaba lo suficiente.
R. Sí, para mí sí. Quizás si hubiera tenido una familia que mantener, no me hubiera llegado. En aquel entonces, si te soy sincero, miraba más por la calidad del trabajo que por el salario. Claro que buscaba que me pagaran bien, pero me importaba más conseguir la máxima calidad. No he cambiado mucho en eso, la verdad [sonríe]. Prefiero producir menos, pero con mejor acabado.
P. ¿Quién te abrió la puerta de Marvel?
R. Fue el propio John Buscema. Siempre había sido mi mentor, desde lejos por supuesto, porque nunca me había enseñado en persona. Yo aprendía de sus ilustraciones y siempre había sido mi referencia. Lo conocí cuando asistió a una feria italiana en el noventa y dos. Por aquel entonces yo estaba dibujando Nathan Never, una nueva serie de ciencia ficción que se había abierto en Bonelli . Le enseñé el número 1 a Buscema.
P. ¿Ibas muerto de miedo?
R. Más bien muy emocionado. En ese momento ya era profesional en Italia y tenía allí mis aficionados. Pero el simple hecho de conocer a Buscema era para mí muy emocionante. Así que le presenté ese primer número. Él lo vió y me dijo: “Mira, tú tienes que trabajar para Marvel”. Era exactamente lo que yo quería escuchar. Así que Buscema se llevó mi primer número a Estados Unidos y se lo enseñó a Tom de Falco, que por aquella época era el editor jefe de Marvel. En dos semanas, recibí la llamada. Era el propio Tom de Falco. Quería que trabajara para Marvel. Y me dijo: “Eliges tú el personaje”. Y yo le dije, sin lugar a dudas, que quería dibujar a Estela Plateada. Yo había empezado a leer a Marvel por el Estela Plateada de Buscema, así que no tardé ni dos segundos en escoger.
P. ¿Qué notaste en cuanto a la filosofía de trabajo? ¿Era muy distinto Estados Unidos a Italia en la metodología?
R. Si, era bastante distinto. Primero, tuve la oportunidad de trabajar anatomía, lo que no podía hacer en Bonelli. Esto para mí era el paraíso, siempre me ha encantado dibujar el cuerpo humano. Ahora de hecho doy clases de anatomía. La otra cosa que me encantaba dibujar era tecnología. Por aquel entonces, en los tebeos de Marvel no había mucha tecnología... Se dibujaba mucha palanca, mucho botón, pero todo era bastante sencillo. Mis referencias de cómo ilustrar tecnología venían del manga, donde sí se estaba trabajando espectacularmente en este campo, y del Cine de ciencia ficción. Para los americanos, lo que yo les ofrecía era algo nuevo. Por ejemplo, mi Galactus no tenía nada que ver con todo lo que se había hecho con el personaje hasta entonces. En la complejidad, enormidad y detalle de su armadura.
P. ¿Qué te emocionó más de ese primer trabajo con Estela Plateada?
R. A parte del mismo Estela Plateada por supuesto, el propio Galactus. Era un personaje que amaba mucho ya desde los tiempos de Buscema y me gustó hacerlo aún más grande. Mira, si te fijas —muestra una espectacular ilustración de Galactus en blanco y negro— aquí está la línea del horizonte, por lo que la altura de mi Galactus es de muchos, muchos kilómetros. Exageré el concepto para transmitir esa enormidad también con su nave nodriza. Era más grande que un sistema solar. Y esto lo visualicé dibujando planetas en primer plano de acción, para dar una idea de la escala.
P. ¿En algún momento te imaginabas cuál era el propósito de cada aparato de tecnología que dibujabas?
R. [Risas]. No, a tanto no llegaba. Aplicaba la máxima de George Lucas: “Si quieres que algo dé la apariencia de ser enorme, llénalo de detalles”. ¿Por qué? Porque esto es lo que te permite apreciar la escala. El propio casco de Galactus era como una catedral gótica. Por no hablar de su nave… Si el ojo humano no tiene un punto de referencia no es capaz de percibir la grandeza. Por eso tienes que incluir detalles, aunque pueden no tener un propósito funcional, para poder transmitir la sensación de enormidad.
P. Para terminar, ¿te ves más conectado con Miguel Ángel que con los artistas del tebeo? Es más, ¿crees que algunos artistas que trabajáis los superhéroes estáis cerca de lo que esculpían o pintaban los héroes clásicos de Grecia y Roma?
R. Eso es exactamente lo que digo en mis clases. Cuando doy un taller en una escuela de cómic, arranco con un discurso que enlaza la escultura clásica de la antigua Grecia y el arte de Miguel Ángel con los superhéroes. Las raíces del razonamiento artístico son las mismas. ¿Qué hacía Miguel Ángel? Lo primero, aprendió anatomía mediante la observación de la realidad anatómica, es decir, en aquel entonces diseccionando cadáveres. Y cuando tenía un conocimiento objetivo y ya controlaba al detalle la anatomía humana, la exageraba en sus obras de arte para transmitir una potencia más allá de lo normal, lo sobrehumano. Esto es, en mi opinión, exactamente lo que tiene que hacer un dibujante de superhéroes. John Buscema, que por algo le llamaban el Miguel Ángel del cómic, marcó el camino. Por lo que, para responder a tu pregunta, sí, me veo conectado con la misma línea de pensamiento artístico, que he seguido durante toda mi vida profesional.
Otros dibujantes a lo largo de los años han expresado el mismo concepto en sentido anatómico, aunque me parece que ahora la manera en la que se representa a las figuras heroicas está cambiando. Esto es muy personal, pero creo que hoy buena parte de los superhéroes tiende a parecerse bastante a hombres comunes, tanto en el modelo de conducta como en la misma apariencia. Antes, en cierto sentido, elevaban al ser humano... Ensalzaban lo mejor de nosotros, aspirando a un modelo utópico tanto a nivel estético como ético. Digamos que hoy en día la normalidad, en la mayoría de los casos, se ha convertido en la norma. Creo que esto ha afectado, por lo general, la visión del superhéroe en los comics.
Babelia
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