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Columna
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‘Pulsaciones’, buen corazón

Con esta ficción de Emilio Aragón, el catálogo de las series españolas mantiene un 'in crescendo' en su calidad

Ángel S. Harguindey
Leonor Watling y Pablo Derqui en 'Pulsaciones'.
Leonor Watling y Pablo Derqui en 'Pulsaciones'.

Si se acepta la idea básica de la nueva serie de Globomedia y Antena 3, Pulsaciones, de que el corazón tiene memoria y, por tanto, un trasplante puede trasladar los recuerdos del difunto al receptor del mismo, y a la vez se archiva la tontería que dijo en su día Mariló Montero de que "no está científicamente demostrado que el alma no sea transplantada con los órganos", nos encontramos con una ficción, es decir, algo a lo que no hay por qué exigirle verosimilitud, probablemente de lo mejor del panorama televisivo nacional.

El capítulo piloto que estrenó el pasado martes la cadena, dirigido en esta ocasión por su productor y coguionista Emilio Aragón, fue un notable ejercicio de buen narrar cinematográfico. Con un Madrid atípico gracias a unas localizaciones excelentes, con unos planos generales de la ciudad que oscilan entre un Antonio López diurno y un Los Ángeles nocturno, con unos actores sólidos y una trama que, según los datos de audiencia (3.011.000 espectadores), ha conseguido enganchar al personal, la serie tiene todas las características de convertirse en un éxito televisivo.

Serán 10 capítulos con final cerrado en los que al thriller -la investigación de la muerte de un reportero que a su vez ahondaba en la explicación de un asunto de numerosas desapariciones- se une un previsible trío amoroso entre el neurocirujano (receptor del corazón del periodista), su mujer y la del difunto. La combinación de intriga y sentimientos es una fórmula nacida para triunfar si la falta de talento de sus creadores no la echa a perder, lo que no parece ser el caso.

Con Pulsaciones, el catálogo de las series españolas mantiene un crescendo en su calidad (ahí están Vis a vis o Mar de plástico) por más que en ocasiones los diálogos pequen de cierto exceso literario. En esto solo hay que seguir la reflexión de Rafael Azcona: "El cine italiano perdió a sus guionistas cuando estos dejaron de viajar en autobús".

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