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EL LIBRO DE LA SEMANA

El bienestar muta en malestar

Llega a las librerías el ensayo con el que José Luis Pardo ganó el Premio Anagrama, una reflexión sobre la erosión del Estado de derecho y el descontento que genera

Joaquín Estefanía
Jóvenes del movimiento 15-M en Valencia.
Jóvenes del movimiento 15-M en Valencia.Carlos Jacobo Méndez

Asistimos a la crisis de la Transición, crisis de sus hombres, de sus partidos, de sus periódicos, de sus procedimientos, de sus ideas, de sus gustos y hasta de su vocabulario (…) el más humilde de vosotros tiene derecho a levantarse delante de esos hombres que quieren perpetuar la Transición (…) y decirles: ‘No me habéis dado maestros, ni libros, ni ideales, ni holgura económica (…); soy vuestro acreedor, yo os exijo que me deis cuenta de todo lo que en mí hubiera sido posible (…) y no se ha realizado, quedando sepultado en mí antes de nacer; que ha fracasado porque no me disteis lo que tiene derecho a recibir todo ser que nace en latitudes europeas’. Salvo Pablo Iglesias y algunos otros elementos componen estas Cortes partidos que (…) podrían considerarse continuación de cualesquiera de las Cortes de 1978 acá (…) La España oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos ministerios de alucinación”.

¿En qué momento fue escrito el párrafo anterior?, ¿pertenecen sus palabras al filósofo Pardo, al que le han concedido el Premio Anagrama de Ensayo de 2016? No. Sustituyan el concepto “Transición” por el de la “Restauración”, y “1978” por “1875” y se encontrarán que forman parte del famoso discurso Vieja y nueva política, pronunciado por Ortega y Gasset en mayo de 1914; es decir, hace más de un siglo (el Pablo Iglesias que aparece es el fundador del PSOE). Es un hallazgo de José Luis Pardo en sus Estudios del malestar. Dice que cuando lo encontró y comprendió las analogías ante aquellas circunstancias y las de ahora sintió una ligera sensación de mareo. Quizá aquel discurso era también un “significante vacío” que se repetía de cuando en cuando cambiando sólo algunos nombres. El texto de Pardo rebusca en las cenizas de la prosperidad en que vivían países como España tan sólo hace una década para ver qué ha quedado entre ellas.

Su tesis es doble. En primer lugar, que la doble pobreza que ha dejado la crisis, la económica y la política, puede acabar dinamitando el contrato social que garantizaba —el concepto de “garantía” ha adquirido un papel fundamental en la era de la incertidumbre— el Estado de derecho que sustenta las libertades para la convivencia. Puede terminar con el Estado de bienestar bajo el pretexto de una sociedad posmoderna y en la que el marco de referencia es la globalización. Un Estado de bienestar concebido no sólo como seguridad material sino como bienestar jurídico (no sólo estar bien sino el derecho a estar bien). Este concepto es el que parece haberse erosionado y determina tanto la dignidad como la pobreza.

En segundo lugar, la consideración del malestar como un negocio que se puede rentabilizar políticamente. En esta mutación del bienestar hacia el malestar —que es incluso anterior a la crisis económica que comenzó en 2007— aparecen quienes pretenden capitalizar electoralmente este último, para lo que necesitan que no desaparezca el descontento porque entonces se les acabaría la razón de ser. Pardo investiga cuáles son los ingredientes intelectuales de esas políticas del malestar, tomados del pensamiento filosófico cotidiano. Entre ellos, una cierta nostalgia de las vías directas, esa tentación de alcanzar el poder eludiendo los procesos democráticos, lo que significa el resurgir entre nosotros de pensadores como Carl Schmitt o Ernesto Laclau.

Volvamos al discurso de Ortega y a nuestro país. Preguntado John Lennon por las influencias musicales que lo habían formado, respondió: “Antes de Elvis Presley, nada”. Era una boutade. Sabemos que había mucho y muy bueno en la música de los años cincuenta y anteriores. Del mismo modo también es falso defender que en España, antes del movimiento de los indignados y del 15-M, no había pasado nada: 34 años de una democracia bastante sólida (sobre todo comparándola con otros momentos de nuestra historia), levantada sobre las ruinas de una larga y cruel dictadura. Uno de los capítulos más sugerentes y brillantes de los Estudios del malestar es aquel en el que Pardo analiza cómo el movimiento político surgido de los acampados de la Puerta del Sol hizo que, casi de repente, la cultura española procedente de la Transición y del consenso del año 1978 envejeciese vertiginosamente, como les sucedía a quienes abandonaban la mítica Shangri-La en la película Horizontes perdidos. Políticos, intelectuales, artistas, escritores, periodistas…, cuyo prestigio nadie había discutido hasta esa coyuntura, empezaron de repente a ponerse amarillos, verdes, cargados de hombros, encorvados, torpes, enfermos, mayores… Y la propia alternativa entre derecha e izquierda, que había hegemonizado el juego político, parecía ahora algo anacrónico y fue sustituida por la fractura entre lo viejo y lo nuevo, o entre los de arriba y los de abajo.

El libro de Pardo contiene mucho más —por ejemplo, el desarrollo del concepto de intelectual comprometido y la disputa entre Sartre y Camus— y cierra su reflexión reivindicando su profesión de filósofo y recordando aquella advertencia del viejo Kant: “No hay que esperar ni que los reyes se hagan filósofos ni que los filósofos sean reyes. Tampoco hay que desearlo; la posesión de la fuerza perjudica inevitablemente al libre ejercicio de la razón”.

Estudios del malestar. José Luis Pardo. Anagrama, 2016. 291 páginas. 18,90 euros

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