La espera silenciosa del diluvio

300 el x 50 el x 30 el es el nombre de esa historia. Cine y teatro sobre un escenario en un espectacular montaje que el colectivo belga FC Bergman creó, en un mes, para el festival Antwerpse Kleppers en 2011. Desde entonces, esta producción lleva cinco años de gira por Grecia, Francia, Alemania, Austria y los Países Bajos. Ahora llega a Madrid dentro del XXXIV Festival de Otoño a Primavera.

Thomas Verstraeten, uno de los seis fundadores de la compañía, la describe como una historia sobre el temor, la religión, y la conexión entre ambos (el título son las dimensiones, en codos, que se dan en la Biblia para el Arca de Noé): “Un oscuro cuento de hadas sobre el temor existencial y nuestra necesidad de aferrarnos a la comodidad engañosa de la religión”.

Un gran panel de artistas invitados, 80 extras, un equipo de vídeo al borde del escenario para que desde la butaca no se escape nada a través de tres pantallas; y, dicen, que la sensación de que la realidad no es la del espectador sino la de enfrente. Quizás porque las vidas que se observan son tan convencionales como las de cualquiera. Y el miedo. Siempre el miedo. Ese clásico de la humanidad: hacia lo desconocido y hacia la variación.

Verstraeten habla del peor de los diluvios: “No hemos sido creados para adaptarnos rápidamente a un mundo en constante cambio. Este reflejo conservador conduce a la paralización y al bloqueo”. Una indudable crítica a la sociedad que se está generando, y por la que el creador asegura que también sienten compasión: “Incluidos nosotros mismos, paralizados en este estancamiento”. No sabe si se trata de empezar de nuevo ni cree en un espectáculo transformador. “Creo que es más importante tratar de cambiar nuestro estado de ánimo poco a poco en una dirección más abierta, compasiva y empática”.

Algo parecido a lo que producen las obras de este grupo, que supuso una revolución en el pasado Festival de Aviñón con The Land of Nod. La pieza que ocupará la Sala Roja de los Teatros del Canal los próximos viernes y sábado es una suerte de sinfonía visual y sin diálogos. “Tratamos de poner en pie creaciones abiertas donde cada uno pueda encontrar su propio significado. Un lenguaje que vaya más allá del entendimiento intelectual, que vaya directo a las tripas”.

Así, en una gama narrativa que sobrepasa el escenario, 300 el x 50 el x 30 el forma parte de ese arte que se alza como brújula: “Sin él estaríamos perdidos. Como dije antes, no sé si empezar de nuevo es una opción o una posibilidad real. Pero no podemos borrar nuestro pasado y actuar como si nunca hubiésemos cometido errores, como si no tuviésemos temores. La única manera de cambiar es paso a paso”. Poco a poco.

Esta es la forma en que el mundo termina. Esta es la forma en que el mundo termina. Esta es la forma en que el mundo termina. No con una explosión sino con un gemido.

Los hombres huecos, T. S. Eliot