Ian Rankin: “Elegí la novela popular, que es la que da dinero”
El escritor escocés, ganador del X Premio RBA, habla del género negro, la literatura, el dolor y la rabia
Ian Rankin (Cardenden,1960) conoció el dolor y el éxito al mismo tiempo. Estaba el escritor escocés con su mujer, perdido en el sureste de Francia, aislado del mundo, escribiendo a destajo, cuando su segundo hijo nació con discapacidad. En aquella época, el creador de John Rebus — ese policía cáustico, problemático, solitario y melancólico con la lengua afilada del mejor Philip Marlowe y una devoción enfermiza por su trabajo— escribió Black and Blue (RBA, como toda su obra), octava novela de la serie, la de la consagración, la que se convirtió en un best seller, la que le abrió la puerta de los premios. “Era un libro escrito con mucha más rabia”, cuenta en un bar del centro de Madrid, pinta en mano, mirada intensa de ojos verdes, vestimenta negra que cubre su espigado cuerpo.
Rankin respira novela negra. En el primer minuto ya está hablando de Maj Sjöwall y Per Whallöö, padres suecos de todo el tinglado. Y ama a Rebus por encima de cualquier cosa: “Llevo 30 años escribiendo sobre él. Me lo paso muy bien aunque no creo que nos lleváramos bien en la vida real. Hubo un momento en que me cansé. Era normal. Tras La música del adiós estuve cinco años sin pensar en Rebus, y tuve miedo, y temí que su voz no estuviera allí. Pero luego, una tumba, un cigarro y una mirada y lo tenía de vuelta. Algún día tendré que acabar con él, no queda otra. Envejece y es complicado justificar historias criminales con él de protagonista pasados los 65”, cuenta quien habla de su personaje como de un hijo.
Rankin está en Madrid para presentar Perros salvajes, la vigésima entrega de un Rebus inmenso con la que ganó el X Premio RBA de Novela Negra; una obra en la que se intensifican los conflictos filiales. “Mis dos hijos se han ido de casa y al mirar hacia atrás veo muchas cosas que cambiaría. Tras el nacimiento de mi segundo hijo, mi relación con el mayor fue más de amigo, no de padre, y de eso me arrepiento. Ahora los dos se han ido de casa y me pregunto si fui tan bueno como debía. Y en el fondo eso es la novela negra: el peso de las malas decisiones y lo que pasa cuando pierdes la oportunidad, la única que tienes”.
Somos brutales en nuestra aproximación al lado oscuro de la vida, y muy góticos. Con el tiempo que hace en Madrid, la novela negra escocesa sería muy distinta
Al autor de La biblia de las tinieblas le gusta la música, cualquiera diría que casi tanto como la ficción criminal y la cerveza. “Soy una estrella de rock frustrada, como casi todos los escritores. Tuve que elegir y prefería la novela popular, que es la que da dinero, aunque de esto no se habla mucho. Costó pero hemos llegado”, asegura sin perder su tímida sonrisa el considerado gran estrella del Tartan Noir. “No creo que todos los escoceses podamos ir en la misma etiqueta. Es una descripción problemática. Hay mucho marketing detrás”, zanja antes de enseñar, orgulloso, su foto con Van Morrison en la presentación de un libro con letras del músico prologado por él. “Es lo más cerca que se puede estar de ser una estrella del rock sin tener ni idea de música”, cuenta resignado.
La vida y el fracaso
Todo libro es un gran fracaso en el intento de contar el porqué del mundo, de explicar por qué el hombre se hace cosas horribles todo el tiempo
Rankin es amigo de esas pequeñas disquisiciones vitales, sencillas, casi aforismos, tan comunes en Rebus, en el mafioso Cafferty, en la abnegada y eficaz agente Clarke, en el gris policía de asuntos internos Malcon Fox. “Todo libro es un gran fracaso en el intento de contar el porqué del mundo, de explicar por qué el hombre se hace cosas horribles todo el tiempo, que es en el fondo la gran pregunta de la novela negra”, asegura Rankin mientras apura su segunda pale ale.
La música y su amada Edimburgo ocupan el espacio que deja el crimen y la ficción en el discurso de Rankin, que adora la ciudad en la que vive- “un lugar de claro oscuros, entregado a los libros, magnífico”- pero que mira risueño el azul puro del cielo de Madrid en octubre. “Nos parecemos a los nórdicos porque tenemos esos inviernos largos y ese verano corto. Somos brutales en nuestra aproximación al lado oscuro de la vida, y muy góticos. Con el tiempo que hace aquí, la novela negra escocesa sería muy distinta”, comenta.
Algún día tendré que acabar con Rebus, no queda otra
Su mirada al mundo negro es divertida. “Somos una mafia pequeña. Me interesa mucho lo que hacen los demás. Todos nos leemos y nos parecemos sin querer. Fíjate por ejemplo en el Harry Bosch de Michael Connelly y mi John Rebus. O en las promociones: a Mankell lo llegaron a vender en Reino Unido como 'el Rankin sueco' y a mí en Alemania como el 'Mankell británico'. Y así, que el show continúe”, cuenta encantado.
En Perros salvajes se ahonda en la relación imposible y algo filial de Rebus con el mafioso Big Gerr Caffertty. “Es como el Mr Hide de Rebus, como su lado oscuro. Se respetan. Son dinosaurios que se han quedado sin sitio en el mundo y se preguntan. ¿Tiene sentido la vida? ¿Hay algo para nosotros?”, concluye poco antes de salir del bar, andares desgarbados, seguro de ocupar el sitio que Rebus le ha regalado en el mundo.
Babelia
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