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Arte

Madrid me mata… cada otoño

Galeristas madrileños aúnan esfuerzos y abren juntos la temporada artística

Estrella de Diego
Vista de la exposición de homenaje al Museo de Arte Abstracto de Cuenca en la galería Juana de Aizpuru.
Vista de la exposición de homenaje al Museo de Arte Abstracto de Cuenca en la galería Juana de Aizpuru.

al inicio de la crisis, le preguntaba a un joven galerista que acababa de abrir local cómo se las arreglaba cada día para ­“levantar el cierre” con las ventas tan diezmadas por la nueva situación económica. “No he notado muchos cambios y creo que hablo por mi generación. Hemos abierto ya en plena crisis, así que no sabemos cómo eran las cosas antes”, respondía. Y yo pensaba que antes eran ­distintas, al menos durante ARCO, con esas ventas, sobre todo institucionales, que solventaban el año —si bien luego desde las galerías hubiera quejas, a veces, porque hubieran preferido relaciones más sostenidas. Después la crisis golpeaba al mercado del arte, en especial porque el muy incipiente auge de los coleccionistas más jóvenes que se afianzaban a duras penas se iba al traste tras la llegada de una mezcla explosiva de falta de dinero y pánico a invertirlo.

Pese a todo, esa crisis traía propuestas nuevas, en especial entre esos galeristas jóvenes que no habían conocido los tiempos de bonanzas y excesos: era preciso organizarse, construir estrategias, modos de rentabilizar los medios. Así, algunas galerías se ponían de acuerdo para compartir stand en ferias extranjeras y apostaban por cierta “economía colaborativa”, ahora tan extendida: compartir stand, coche o sofá de casa en esta curiosa sociedad del trueque digital.

Esa nueva economía colaborativa impulsaba hace algunos años el proyecto de la calle del Doctor Fourquet, una sucesión de galerías que decidían reunirse para concentrar visitantes y esfuerzos. Los primeros en instalarse fueron Helga de Alvear —cuya elegante galería inicia la temporada con Santiago Sierra— y Espacio Mínimo, que este otoño celebra sus 25 años con la maravillosa Liliana Porter y su mundo a mitad de camino entre siniestro freudiano y un enorme sentido del humor. Doctor Fourquet es hoy una de las arterias principales del gallery walk, muy el estilo de Soho o Chelsea, también por la cercanía del Reina Sofía y La Casa Encendida, esta última un sanctasanctórum del cutting edge casi desde antes de inventarse lo colaborativo.

La cercanía del Reina Sofía y La Casa Encendida ha convertido la calle del Doctor Fourquet en una de las arterias principales

La calle debe tener cierto imán ­porque las galerías cambian de local, pero permanecen fieles a Doctor Fourquet. Es el caso de Casa sin Fin, asociada a uno de los proyectos editoriales más sólidos del país, Periférica. Allí se presenta una de Daniel G. Andújar, que rompe con muchos de sus esquemas anteriores al centrarse en el cuerpo humano como última instancia del control. Tampoco se ha ido muy lejos Maisterrabalbuena —sin duda, una de las galerías más consolidadas—, que ha cambiado de local hace algunos meses. Inauguran la temporada con un trabajo de módulos del peruano Daniel Jacoby y sobre ciertas traslaciones culturales. A pocos metros, Moisés Pérez de Albéniz, que suele presentar propuestas muy consistentes, expone a Tony ­Oursler, que —una pena desde hace años ha perdido por completo la fuerza. Por el contrario, el Perejaume de NoguerasBlanchard es poético y sólido. Y hablando de proyectos colaborativos, el comisariado por el colectivo The Duck, divertido sobre todo por las implicaciones que ha tenido con el barrio de Lavapiés.

En esta idea de “economía colaborativa” está tal vez el origen de Apertura, que va por su séptima edición. Bajo ese nombre se reúne un conjunto de galerías que con un logo común celebran —literalmente— el inicio de la temporada y organizan paseos por un Madrid DF —así lo llaman en la fotocopia con el plano que el visitante encuentra en algunas de las galerías participantes—, donde a ratos se echa de menos aquel otro en la década de 1980 que advertía de la publicación mítica del momento, Madrid me mata, mataba de ganas de divertirse. La propuesta es, en el fondo, una excusa para recorrer esta ciudad que se publicita poco porque no es bonita, dicen, y es desvencijada y de habitantes poco apegados, características que en cambio hacen de ella una ciudad muy abierta, incluso bastante radical a ratos, con unos barrios como pueblos donde a pocos metros de la sofisticada galería de Helga de Alvear convive el bareto de toda la vida con croquetas mazacote y frías.

Apertura propone un paseo por esos lugares del arte que apuestan por delicias como Espacio Valderde —¡una galería de arte en una portería, hablando de la radicalidad de Madrid!—, inquieta, proponiendo planes sin parar, y que ha dejado la alfombra inaugural a la precisa y elegante Elena Alonso; Travesía Cuatro, donde Elena de Rivero rompe con la noción de autoría haciendo una individual con obras de sus amigos; Elba Benítez, que en su apuesta por América Latina muestra un tríptico deslumbrante y complejo de Armando Andrade Tudela; Heinrich Ehrhardt y una exposición de un Secundino Hernández que se ha convertido en otro artista, con un montaje muy especial; Ponce+Robles, que presenta a Leslie Smith y su minimalismo pictórico; o la veterana y maravillosa Juana de Aizpuru, que para este otoño ha apostado por un homenaje al Museo de Arte Abstracto de Cuenca, con obras de Jordi Teixidor, Zóbel, Rueda o Torner. El paseo propuesto por Apertura puede terminar en Elvira González, que ha inaugurado un espacio —espectacular— con Waltercio Caldas; o en Guillermo de Osma —junto a Leandro Navarro, uno de los “clásicos” de Madrid—, donde se enfatizan los proyectos “alimenticios” de Torres-García, en especial sus muebles (no dejen de leer el texto que José Ignacio Abeijón ha escrito para el catálogo).

Sea como fuere, el paseo no termina ahí. Siguiendo la Castellana arriba merece la pena llegar hasta Yvorypress, la editorial que ha sabido generar libros de artista para todos los bolsillos. Precisamente uno de estos libros se ha convertido en la excusa para la delicadísima exposición en el espacio pequeño de Cornelia Parker. El grande, además de acoger a los libros de artista —un conjunto extraordinario—, desvela las estructuras matemáticas de Conrad Shawcross. Una temporada, pues, que arranca variada y que habla, más que del final de la crisis —que temo que ha venido para quedarse—, de las ganas de hacer de Madrid y sus habitantes y visitantes que, como dijera la revista Madrid me Mata, están dispuestos a gozar de lo que la ciudad ofrece en su oferta cultural. Y gratis, además.

Untitled At Sea III (2016), obra de Liliana Porter en la galería Espacio Mínimo.
Untitled At Sea III (2016), obra de Liliana Porter en la galería Espacio Mínimo.

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