‘Spain’ vuelve a ser ‘different’
Décadas después de su exaltación franquista, los mitos españoles reviven como recién contados. Varios libros analizan la invención esencialista de esa identidad
La tradición es un invento de la modernidad. Estamos acostumbrados a la oposición dialéctica entre tradicionales y modernos, pero la mayoría de las tradiciones y de los movimientos en defensa de la tradición son modernos y existen gracias a esa modernidad, como demuestra el hecho de que un montón de costumbres, ritos y folclores medievales y de toda la vida son recientes. Los toros, por ejemplo, cuya forma actual fue más o menos fijada en 1836 por la Tauromaquia de Montes, considerado el primer tratado moderno de la fiesta, que la profesionaliza y la organiza siguiendo los criterios liberales del mercado. Es decir, que los tradicionales toros fueron posibles gracias a una concepción moderna del mundo. Así lo cuenta el historiador Xavier Andreu Miralles en El descubrimiento de España. Mito romántico e identidad nacional, en unas páginas brillantes y esclarecedoras sobre cómo los toros dejaron de ser una fiesta a secas para convertirse en nacional.
Percibimos la historia inmutable y con un sentido narrativo, pero es moderna y está contada por alguien que le otorga sentido
La de Andreu Miralles es una mirada contemporánea y sofisticada, desde la historia cultural, a unas cuestiones recurrentes acerca de quiénes son los españoles, adónde van y si están solos o acompañados. El debate parecía muerto o apolillado entre soflamas noventayochistas y lamentos de exiliados republicanos que nadie lee, y José Álvarez Junco le había dado la puntilla historiográfica en 2001 con un libro fundamental, Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, pero ahora regresa con títulos dispares, de los cuales es quizá el de Andreu Miralles el más interesante en esta rentrée. Allí dilucida cómo se formó la imagen cultural de España en el romanticismo, en diálogo entre los arquetipos románticos de gitanos y flamencas y el costumbrismo interior de verbena y brasero, cómo esa imagen ha condicionado la vida de los españoles y hasta qué punto persiste hoy.
“A pesar de lo que afirma el nacionalismo, la nación española, como el resto de naciones, no es ni eterna ni homogénea, no está dotada de autenticidades esenciales ni es siquiera el producto exclusivo de la voluntad y la imaginación de aquellos que la conforman”, escribe Andreu Miralles, afirmando desde el sentido común lo que es casi un consenso entre especialistas. Si una nación es, básicamente, un relato (es también más cosas, pero en esencia es eso), hay que identificar quién lo contó y cómo ha ido cambiando a lo largo del tiempo. De ahí la pertinencia de explorar entre los viajeros y escritores románticos del XIX, en la Carmen de Merimée y en la fascinación andalusí, porque ahí es cuando se inventa (o se descubre) España. Cada vez más voces se apuntan a este discurso que cuestiona los mitos heredados y presta atención a la literatura no tanto como testimonio de una época, sino como formadora de una mentalidad colectiva y moldeadora de sociedades. Como sucede con las tradiciones de toda la vida, percibimos la historia inmutable y con un sentido narrativo, pero es moderna y está contada por alguien que le otorga ese sentido.
El descubrimiento de España. Mito romántico e identidad nacional. Xavier Andreu Miralles. Taurus. Madrid, 2016. 398 páginas. 20,90 euros
Por qué España. Una historia simbólica. Ignacio Merino Ariel. Barcelona, 2016. 576 páginas. 24,90 euros (sale en noviembre)
Dioses útiles. Naciones y nacionalismos. José Álvarez Junco. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016. 336 páginas. 20 euros
La patria lejana. El nacionalismo en el siglo XX. Juan Pablo Fusi. Taurus. Madrid, 2016. 402 páginas. 22,90 euros
En lo que atañe al debate intelectual, España es diferente debido al empeño del franquismo en apropiarse el imaginario nacional, lo que ha provocado que el nacionalismo español se inhiba de la discusión desde 1975. Las castañuelas y los toreros se han asociado, dice Andreu, “a una patria caduca y postiza que para muchos era necesario enterrar, [pero] no han dejado de reinventarse como símbolos de España y de los españoles”. Porque el relato nacional, pese a todo, ha seguido creciendo y alimentándose, al mismo tiempo que se debatía sobre su existencia y sentido. Persiste un nacionalismo intelectual que no renuncia a resignificar y actualizar la mirada que los españoles tienen sobre su país. El último empeño en este sentido se debe al periodista y escritor Ignacio Merino, que en noviembre publicará Por qué España. Una historia simbólica, un repaso a toda la historia del país desde el Paleolítico a través de los símbolos. Desde un punto de vista benjaminiano, Merino plantea una relectura de todo lo que considera relevante para comprender el país hoy, en una síntesis de 500 páginas a caballo entre la especulación literaria y la divulgación histórica, tan interesante como discutible, en el sentido de que su planteamiento está más cerca de una historia “objetiva” menendezpidaliana (y, por tanto, de un concepto de nación más clásico y afín al nacionalismo) que de las corrientes más interpretativas. En cualquier caso, se trata de una mirada personal, una recreación de los mitos muy familiares para cualquier aficionado a la historia, de Atapuerca a la Transición, pasando por Sefarad y la Pepa.
El éxito de productos populares como la serie El Ministerio del Tiempo constata que hay hueco y público para esas miradas al pasado que resignifican el presente.
Escritores e historiadores, a veces por separado y a veces pisando la zona gris que comparten, siguen discutiendo con esos mitos románticos, pero conviene tener otros libros a mano que apaguen cualquier chispa identitaria y esencialista. Hay al menos dos recientes que cumplen esa función apaciguadora. Uno es del ya citado Álvarez Junco, Dioses útiles. Naciones y nacionalismos, donde dedica un amplio apartado a la construcción nacional española. El otro es la reedición actualizada de una obra de 2003 de Juan Pablo Fusi, casi un clásico moderno, La patria lejana. El nacionalismo en el siglo XX, con apunte específico para la formación del fascismo español. En ambos títulos se explora lo que se sabe hoy sobre el nacionalismo, como problema y como realidad, como apostilla Fusi. Álvarez Junco lo presenta como un discurso religioso, una fe contra la que hay que prevenirse. Fusi incide en la violencia que engendra y sigue engendrando. Ambas lecturas sirven para recordar lo funesto que es olvidar que la historia es, ante todo, un relato y no una verdad revelada.
El éxito de la serie El ministerio del tiempo constata que hay público para esas miradas al pasado que resignifican el presente
El siglo XIX fue el siglo de la historia. No volverá a haber un Galdós que la embuta en la ficción en otros Episodios nacionales porque ya no hay un relato único ante el que todo el mundo asienta, pero el imaginario histórico español está lejos de agotarse. Cuatro décadas después de la apropiación franquista, los mitos aprendidos en la escuela (en la nacional y en la democrática) reviven como recién contados. A partir de 1975 se desechó la noción de que España era diferente. Hoy, quizá, vuelve a rondar la idea de que es un poco diferente. Tan diferente, al menos, como todos los demás países.
Sergio del Molino es autor del ensayo La España vacía. Viaje por un país que nunca fue (Turner).
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