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Libros

La política y las bellas artes

'El hilo perdido' analiza, con el foco puesto en la nueva política, a cierta avanzadilla del movimiento moderno

Hace unos meses Esperanza Aguirre sentenció que al PP le había fallado “el relato”. A su vez, Íñigo Errejón pedía a los novelistas ficciones que acompañaran el cambio político. Ambas invocaciones hacen oportuno El hilo perdido, nuevo ensayo de Jacques Rancière (Argel, 1940), filósofo muy citado en las asambleas del 15-M. Digamos que ficción no es “fantasía”, sino algo parecido a una gramática de los hechos: “La acción política que nombra sujetos, identifica situaciones, enlaza acontecimientos e imposibilidades utiliza la ficción como los novelistas o los cineastas”, escribe Rancière. Por ello El hilo perdido analiza, con el foco puesto en la nueva política, a cierta avanzadilla del movimiento moderno: Büchner, Flaubert, Woolf, Conrad y los poetas Keats y Baudelaire. En ellos se evidencia la democratización del “reparto de lo sensible”, una emancipación del vivir desjerarquizado. Escriben contra la tiranía de la Poética de Aristóteles porque sus reglas “sostienen los principios que reclaman como propios la acción política realista, las ciencias sociales o la comunicación mediática”. Es decir, huyen de la trama, del relato orgánico que subordina las partes a un centro y, sobre todo, del concepto de verosimilitud: según Aristóteles ha de preferirse lo posible a lo real, pero “el escritor verídico sólo trata (…) las cosas como son y nunca como deberían ser”, escribe Rancière a propósito de Conrad.

Los “modernos” construyen, en definitiva, “novelas sin plan ni trama y con personajes insignificantes”, según una célebre reseña a La educación sentimental. “Los libros que para nosotros son ejemplares”, sentencia Rancière, “fueron primero no-libros, relatos erráticos, monstruos sin columna vertebral”.

Pero aquí surge una objeción a su libro. Es práctica habitual en la defensa de lo “nuevo”, político o literario, simplificar al adversario y reducirlo a pasado monolítico. Para Rancière todo es ficción aristotélica hasta que aparece Flaubert, perspectiva un tanto endeble. La poética de Aristóteles fue redescubierta a finales del siglo XV y empezó a tener influencia un siglo después. La novela no empezó “clásica” y luego se volvió experimental, sino quizás al contrario. De Apuleyo a Cervantes o Jean Paul, las características antes citadas como propias de la ficción moderna ya están en los orígenes de un género inclasificable que, como vieron los románticos, venía a terminar con la jerarquía literaria (y social) de los géneros.

No obstante, esta debilidad no resta potencia al pensamiento de Rancière. Antes bien, el aristotelismo es un enemigo presente y nuestra tarea desen­mascararlo no sólo en las novelas convencionales, sino en los poderes políticos y mediáticos que construyen relatos “según un esquema que identifica la verosimilitud con la necesidad”. 

El hilo perdido Jacques Rancière Traducción de Javier Bassas Vila Casus Belli Madrid, 2016 144 páginas. 15 euros

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