Resistirse a la gran obra
Fabián Casas regresa a la ficción con 'Titanes del coco', nuevo capítulo de una gran obra en marcha
Muchos de los mejores libros modernos han dado primacía a los apuntes y los esbozos por encima de la obra terminada. Esta defensa del libro embrionario, en el que no puede distinguirse qué parte es ya literatura y cuál aún vida, suele acompañarse de una humildad retórica, una resistencia a las “obras maestras” entendidas como solemnidades de cartón piedra.
Fabián Casas (Buenos Aires, 1965) ha escrito libros de poesía, relatos autobiográficos o pequeños ensayos, significativamente titulados Bonsái, que lo han convertido en uno de los escritores de su generación más reconocidos en Latinoamérica. Añadamos un idioma coloquial, certero como un haiku; un gusto por los años de formación en el último cuarto del siglo pasado, cuando lo popular se empapaba de cómics; y el escenario de Boedo, barrio de Buenos Aires en el que nació Casas y donde sus personajes aceptan su destino con humor, neurosis y algo de zen. Esta decantación por lo local, además de “autenticidad” (un artificio literario tan difícil de alcanzar como la “naturalidad”), da a su literatura un carácter universal: siempre nos habla de nuestro pequeño y valioso mundo circundante.
"A Casas le sientan bien los relatos que narran sin prisas una atmósfera y un crecimiento, es decir, los más ordenados"
Titanes del coco es su regreso a la ficción tras El ocio (2000) y Los Lemmings (2005), además de su continuación. Estamos a finales de los ochenta. Andrés Stella, alter ego de Casas, es redactor en un periódico nacional. Debería ser un joven encaminado al éxito, pero su vida no es más que la promesa de un fracaso mayor, que tampoco llega. Como el resto de la prosa de Casas, Titanes del coco (de la cabeza) es una novela atomizada en relatos, casi siempre breves anécdotas de personajes excéntricos entre los que Stella no es el más destacado. Para mantener unida esta estructura fragmentada se vale de tramas intermitentes, porque Titanes del coco no avanza linealmente, sino por repetición y ahondamiento: “El sentido se logra por la observación de las constelaciones, por los bloques de significados flotantes, no por la linealidad”, escribe.
No obstante, a Casas le sientan bien los relatos que narran sin prisas una atmósfera y un crecimiento, es decir, los más ordenados. Por ejemplo, aquellos que recuperan a un personaje de Los Lemmings, Chumpitaz. O Teoría del enfrascamiento, con un oportuno cambio de narrador a la mitad del relato que evidencia la libertad de esta escritura.
El principal riesgo de la fragmentación es la falta de contundencia, sobre todo teniendo en cuenta la exactitud de sus anteriores libros en prosa. Casas tarda en entrar en la intensidad encantadora de su mundo. No obstante, hay que ser cauto con las decepciones de un escritor que hace de ellas una poética: narrar esas edades intermedias, sin lustre, que nos definen. Titanes del coco es un nuevo capítulo de una gran obra en marcha, aún decantada del lado de la vida.
Titanes del coco. Fabián Casas. Random House. Barcelona, 2016. 208 páginas. 18,90 euros
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