Conviene llamar antes de entrar
El dibujante Riad Sattouf vuelve con 'El árabe del futuro', y reedita su 'Manual del pajillero'
Definitivamente, es el calor, y no la primavera, lo que nos desata. Mi amiga Fuencisla, superwoman y madre separada, me cuenta, con cierta preocupación, que la otra tarde, a la hora de la siesta, cuando estaba recostada en el sofá del salón de su casa medio adormecida con el runrún del aire acondicionado, le pareció escuchar (o tal vez fuera una corazonada, o un sobresalto) un jadeo y como una agitación procedentes de la habitación de su hijo, un insoportable adolescente que espera impaciente y acalorado que llegue el momento en que toda la familia se largue por fin a la playa. Contra su costumbre —eso me lo juró, aunque yo no se lo pedí—, Fuencisla entró en la habitación sin llamar y, desde la puerta, se percató de que su hijo se sobresaltaba en su silla giratoria, al tiempo que se cubría rápidamente el regazo con un libro y balbuceaba una protesta inconexa; en la pantalla de su ordenador —me explicó mi amiga— creyó ver las imágenes de Anaconda, un vídeo algo antiguo y abundantemente procaz de Nicki Minaj que su hijo no ha parado de ver una y otra vez en YouTube desde que lo descubrió. El asunto, banal como la tarde de verano en la que hablábamos, me trajo después ciertos recuerdos de mi propia hambrienta y descompensada adolescencia, en la que las fotos de chicas de Lui o Playboy (la generación anterior a la mía usaba el semanario a dos colores París-Hollywood) cumplían la función auxiliar que hoy realiza la tecnología. Todo cambia, me digo, mientras me pregunto (y me contesto que no) si sería apropiado regalarle a Hugo, el adolescente en cuestión, un ejemplar del Manual del pajillero, la novela gráfica de Riad Sattouf que ahora vuelve a lanzar La Cúpula para solaz de los admiradores del gran dibujante francosirio, y que sus editores franceses promocionaban durante su lanzamiento con el paratexto “una guía de supervivencia para personas de sexualidad reducida”. Y, no cabe duda de que, Hugo, como (casi) todos los adolescentes, la tiene. Por cierto, ya estoy esperando que llegue el 6 de octubre para conseguir un ejemplar de la tercera entrega de L’arabe du futur (Allary Éditions: 140.000 ejemplares de tirada inicial), su estupenda autobiografía gráfica. Los dos primeros volúmenes de El árabe del futuro han sido publicados en España por Salamandra, y supongo que también lo será el tercero.
Nostalgias
El 17 de diciembre de 2014 —56 años, casi día por día desde de que Batista abandonara La Habana para siempre— los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaron la reanudación de las relaciones entre EE UU y Cuba, dos países separados por una lengua de océano de 90 millas. El deshielo ha tenido ya importantes consecuencias para cubanos y estadounidenses, para los que, entre otras ventajas, la isla caribeña ha vuelto a convertirse en un apetecible destino turístico. Ese acontecimiento, unido, en lo que respecta a la salud del anciano Castro (que, precisamente hoy cumple 90 años), a la previsible cercanía de lo que los periodistas del tardofranquismo denominaban “el hecho biológico ineludible”, ha alimentado, sobre todo en Estados Unidos, un nuevo interés por las cosas de Cuba, incrementado por el clima de nostalgia de los años sesenta, una década cuya prosperidad siguen añorando los supervivientes de la hoy desencantada generación de los baby boomers. La editorial de Benedikt Taschen acaba de publicar, en edición de lujo (50 euros) y considerablemente ampliada con docenas de nuevas fotografías inéditas a todo color, La Cuba de Fidel, el célebre libro del fotoperiodista Lee Lockwood publicado en 1967 (su título fue entonces Castro’s Cuba, Cuba’s Fidel) y que no ha dejado de reeditarse desde entonces. Lockwood (1932-2010), que no ha sobrevivido a Fidel, llegó a la isla precisamente el último día de 1958, la víspera de la entrada de los revolucionarios en La Habana. Consiguió contactar a Castro, que confió en aquel estadounidense de aspecto entusiasta, presentándole a su círculo e invitándole a visitar la isla en sucesivas ocasiones. En 1965, cuando la revolución ya había dejado atrás sus días de vino y rosas y Estados Unidos comenzaba a empantanarse en Vietnam, Castro concedió a Lockwood una mastodóntica entrevista —que el periodista había estado esperando casi tres meses, mientras viajaba libremente por la isla, tomando centenares de placas— que se prolongó durante una semana casi ininterrumpidamente. Aquel texto —que el entrevistado revisó— constituye la base del libro y permite hacerse una idea de la ideología de un Castro que ya sabe lo que vale un peine marxista a un centenar de millas de Miami. Es la época de la exportación de la revolución, de “crear dos, tres Vietnam”, de las primeras grandes purgas y defecciones: nada que ver con el espíritu de exaltación y esperanza de enero de 1959. Hoy el libro constituye un documento histórico de una época y de un líder clave de la segunda mitad del siglo XX. Leyendo las entrevistas y viendo las fotos de este insólito coffe-table book, el lector puede hacerse su propia opinión acerca de si, parafraseando al entonces guerrillero Castro en su alegato en el juicio por el asalto al Moncada (26-7-1953), la historia podrá “absolverle” algún día.
Bicis
En agosto los televisores echarán casi tanto humo como el asfalto de las ciudades españolas. Un día antes de que finalicen los Juegos Olímpicos brasileiros darán comienzo las retransmisiones de la 71ª Vuelta Ciclista a España, con su consabida “serpiente multicolor” adueñándose de las pantallas y funcionando como eficaz elemento narcótico para las siestas estivales de los que no somos aficionados al deporte de la bici (espero, por el contrario, que mi admirado Javier García Sánchez no se pierda ripio ni etapa). Para los que sí lo son —y conservan la nostalgia de sus mejores épocas— Gallo Nero, una editorial independiente en cuyo catálogo también figuran El Tour de Francia, de Mario Fossati, y El Giro de Italia, de Dino Buzzati, ha publicado La Vuelta a España, un volumen que recoge las épicas crónicas que escribió Simón Rufo para el diario As sobre la vuelta número 28 (abril-mayo de 1973), aquella que enfrentó al mítico Eddy Merckx con Luis Ocaña y que acabó ganando el belga (finalistas: Ocaña y Thévenet). Una excelente muestra de periodismo deportivo que incluso yo puedo llegar a apreciar (y conste que nunca he podido terminar ni un artículo futbolero de Javier Marías).
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