Espectáculo en Maracaná
Río de Janeiro ha logrado deslumbrar, emocionar y despertar la conciencia ecológica. Ese será el legado del gran 'show' de Maracaná.
Concebidas a mayor gloria de la televisión, las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos son puro espectáculo. Los ojos de medio mundo (3.000 millones de personas, según los organizadores, siguieron la inauguración de Río 2016, 1,3 millones de ellos en España) están pendientes de la imagen que proyecta al mundo la ciudad anfitriona del mayor evento deportivo. Pekín apostó en 2008 por la simbología oriental, las tradiciones chinas y la precisión para representar la relación entre el individuo y la masa, lo cotidiano y lo heroico, el presente y el futuro de un gigante. En 2012 Londres exhibió la creatividad, excentricidad y osadía del gen británico, sin olvidar a estandartes —reales o ficticios— tan universales como Shakespeare y James Bond. Río de Janeiro ha ido hilvanando llamativas coreografías para mostrar un país forjado en la diversidad: del indigenismo al colonialismo, pasando por las favelas cariocas y las modernas urbes que desafían a la selva amazónica.
La ceremonia que daba paso a los primeros Juegos de Sudamérica fue innovadora, colorista, con ritmo (de samba, por supuesto) y valiente. Se oyeron las inconfundibles voces de Caetano Veloso y Gilberto Gil, y la supermodelo Gisele Bündchen desfiló, enfundada en un vestido plateado, por la pasarela de un engalanado estadio de Maracaná como icono de la chica de Ipanema. Río de Janeiro aprovechó este escaparate global para lanzar al mundo un mensaje conservacionista: la amenaza del cambio climático es real. Todos los atletas portaron semillas que fueron depositadas en pequeños cartuchos de tierra para ser posteriormente plantadas.
Pese a contar con un presupuesto muy ajustado (el 10% del invertido en Londres) Río de Janeiro logró deslumbrar, emocionar y despertar la conciencia ecológica. Ese será el legado del gran show de Maracaná.
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