El éxito milimétrico del Low
La cita musical de Benidorm cierra su novena edición superando las cifras de 2015, 78.000 asistentes y un impacto económico de más de 12,5 millones de euros
Zapatillas de suela lumínica, muchas guitarras hinchables, camisetas de estampado vintage y cordón al cuello para no perder el vaso. El Low ha tenido casi de todo y para casi todos en los tres últimos días de julio que hacían sudar incluso de madrugada. El festival se asienta como uno de los imprescindibles playeros del verano por la variedad de su cartel, pero sobre todo, por la calidad de una organización que permite la comodidad en un evento con 25.000 personas diarias
La cuidada organización del Low Festival ha dado resultado en esta novena edición (si se cuenta aquella primera, en 2008, en un parking de Alicante). Desde que Portishead fue cabeza de cartel en 2013 todo ha ido in crescendo: afluencia, servicios, actividades, impacto económico en la zona… En lo que va de año, ha sido, junto al Primavera Sound, el único que ha podido colgar el cartel de sold out. Su director, José Manuel Piñeiro, se sentaba la noche del domingo en la zona de producción del festival, donde ya nadie corría de un lado para otro, mientras los asistentes al último día cuadraban escenarios y horarios tanto para ser parte del lleno abrumador de Vetusta Morla, como para pasar después a escuchar los ecos ochenteros de El último vecino. “El viernes era otra cosa, ahora, que todo ha salido perfecto, estamos totalmente relajados y muy, muy contentos”.
Los datos que maneja la dirección, algunos provisionales, están detrás de la tranquilidad y la sonrisa de Piñeiro: “El viernes hubo 24.000 personas, el sábado estaba todo vendido y este domingo rozamos los 25.000, si sumamos la fiesta de bienvenida de la playa, a la que asistieron alrededor de 3.000 personas, tenemos alrededor de 78.000 asistentes este año”.
Los buenos números de asistencia se complementan con los económicos. Piñeiro está absolutamente seguro de que el dinero que el festival genera en la ciudad de Benidorm y alrededores es cada vez mayor: “Hoteles, restaurantes, tiendas… Si el año pasado fueron 12,5 millones, este año será más, los que vienen cada vez se quedan más días y consumen más". Aún con las previsiones y las cifras que manejan, habrá que esperar a tener los datos de la consultora que, desde hace tiempo, hace un estudio pormenorizado de la cita musical, así como del Ayuntamiento de Benidorm y del gremio hostelero y de alojamiento de la zona que se llena de público del festival durante los tres días.
La comodidad de esos lowers es el primer objetivo del equipo, cumplido este 2016: colas mínimas en barras, aseos y casetas de información o compra de tokens (la moneda oficial del festival), un equipo de seguridad bien repartido por el recinto, escenarios de recorrido asequible, una aplicación que ha funcionado sin fallos, accesos y salidas fluidas, actividades paralelas a los conciertos y la posibilidad de un reembolso por los vasos reciclables (un euro) y por los tokens no utilizados (cada una de esas fichas equivale a 2,5 euros). Si algún fallo encuentran los festivaleros son los puestos de comida, siempre caros en eventos como este con relación a la cantidad y calidad del producto.
“Preferimos gastar algo más en producción y no poder traer una banda más, es importante dar todas las facilidades posibles y que se sientan a gusto”. Piñeiro, que asegura que han encontrado una buena línea de trabajo, unos proveedores fiables y un equipo que funciona como un engranaje, ya se ha puesto a trabajar en la décima edición, para la que ya tienen algunas confirmaciones que aún no pueden desvelar: “Esto nunca para, todavía no ha terminado este año y ya nos hemos metido con el siguiente. ¿Lo bueno? Que es un trabajo que nos hace felices”. Dicen las buenas lenguas que recorren las casetas del festival que "all you need is Low".
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