La caza de Moby Dick
Imma Monsó, escritora inclasificable, que tiene, seguro, un montón de lectores adictos, ha construido una de sus novelas más importantes
Nos hemos acostumbrado a observar con qué facilidad Imma Monsó (Lleida, 1959), manipulando unos pocos elementos bien calibrados por un ojo clínico madurado con años de trabajo, es capaz de levantar una novela grande y apasionante. Olvídense de la realidad, poniéndose a pensar en si eso que nos cuenta la autora puede suceder o no en el mundo real; se trata de otra cosa, de una pura invención, emociones, conflictos, recuerdos y anhelos traspasados por la literatura, diestramente manejados para inquietar al lector.
Monsó, escritora inclasificable, que tiene, seguro, un montón de lectores adictos, ha construido una de sus novelas más importantes. Nos presenta a un matrimonio del que se nos dice en la primera línea que hace tres semanas que no se habla (literalmente, ni palabra) y, como un último intento de reparar la situación, salen con el coche para un largo viaje o una leve excursión, no se sabe. Es suficiente ese gesto para renovar la necesidad de hablar y lo hacen en diálogos esplendorosos escritos por una novelista en estado de gracia, a la cual le basta mostrar a dos personas, hombre y mujer con años de vida en común, convenientemente contrapuestos en carácter y en intereses para que fluya la vida y la emoción (literaria, no lo olvidemos).
Alternando con los capítulos dedicados a esta pareja, se nos cuentan los juegos de dos niños igualmente opuestos en su forma de ser, uno atrevido y el otro discreto, el primero inventa y el otro le escolta. Niños que escenifican historias sacadas de la literatura. Y así asomarán el barco ballenero Pequod, la ballena blanca Moby Dick, el capitán Achab, su segundo Starbuck y, cómo no, el marinero Ismael; todos ellos elementos básicos en el debate entre la realidad y la ficción que se plantea inevitablemente. Monsó, como de costumbre, crea imágenes, motivos o leves inflexiones que amarren las dos historias.
Es la función que cumple el coche parado en un claro del bosque (una “yerma floresta solitaria” podríamos decir evocando a Perceval, y no de manera gratuita), una imagen que se ha convertido en portada del libro. En estos tiempos en que abundan títulos donde salen personajes que citan por doquier novelas y autores porque los conocen bien o, por el contrario, los desconocen del todo y tienen necesidad de memorizarlos, Monsó propone una variante seductora, alguien que vive impregnado de literatura, una literatura viviente, dulce e hiriente, hasta que el dolor es tan profundo que todo lo relacionado con ella es borrado de la conciencia, abolido, desterrado al abismo. ¿Cómo se puede recuperar lo perdido cuando ello es imprescindible para seguir viviendo? A esta pregunta da la novela una solución sorprendente.
El aniversario. Imma Monsó. Destino. Barcelona, 2016. 256 páginas. 20 euros
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