Inteligencia persuasiva
Una gran traducción pone en valor El libro y la hermandad, novela coral de Iris Murdoch
Casi 20 años después de su muerte, parece que Iris Murdoch (1919-1999) está por fin regresando del purgatorio en el que suelen penar muchos escritores tras una vida de agitado prestigio. La suya es una literatura intempestiva que en su momento —sobre todo en las últimas décadas del pasado siglo— tuvo que pagar el precio de ser considerada anacrónica e incluso reaccionaria por haber hecho caso omiso de las demandas de actualidad. Volver a ella, en la dispersa insustancialidad de nuestro tiempo, supone adentrarse en un mundo intelectual e imaginativo lleno de iluminaciones, siempre divertido, edificante y complejo. Incluso su filosofía, tan excéntrica con respecto a las corrientes analíticas y existencialistas de su época, está siendo revalorizada y apreciada en su justa medida.
Iris Murdoch es una de las inteligencias más persuasivas y enigmáticas que ha dado la cultura anglosajona. Tras estudiar lenguas clásicas y filosofía en Oxford y leer su tesis sobre Wittgenstein en Cambridge, dio clases en el oxoniense St. Anne College hasta que pudo retirarse a escribir. Tuvo una vida amorosa intensa y proteica con muchos hombres y algunas mujeres, algo que por otra parte no le impidió mantener un matrimonio largo y feliz con el profesor y crítico John Bayley, seis años más joven que ella y que la cuidó hasta el final, cuando el alzhéimer se lo quitó todo salvo la bondad, según recuerdan aún sus devotos amigos.
Si decidió dedicarse a la novela fue porque consideró que la filosofía, después de Wittgenstein y Heidegger —a los que nunca dejó de estudiar y dar vueltas—, se había vuelto inoperante para lo que a ella le interesaba y que básicamente consistía en la experiencia moral del ser humano. Con Platón como eterno guía, reformuló el estatuto de la novela afiliándose a la corriente que va de George Eliot hasta Henry James y Proust, prescindiendo tanto de la experimentación estilística como de la crónica factual.
El libro y la hermandad (1987), que ahora Impedimenta nos trae en una espléndida traducción de Jon Bilbao y con el contagioso entusiasmo de Rodrigo Fresán como epílogo, es una de sus últimas grandes novelas, casi la summa de un mundo narrativo en el que destacan El sueño de Bruno (1969) y El mar, el mar (1978), ese inquietante e inadvertido coloso, como la definió una vez George Steiner. Su intimidante capacidad de crear personajes y situaciones —con un virtuosismo que recuerda tanto las óperas de Mozart como a Shakespeare, a quien siempre adapta y espía— alcanza aquí un grado superlativo. Un grupo de antiguos condiscípulos vuelve a encontrarse una noche de verano en Oxford. Es la hermandad del título, que hace años decidió financiar la eterna obra magna —un ensayo filosófico de corte marxista— a la que está dedicado David Crimond, epítome de los muchos personajes masculinos, hechizantes y sádicos que supo crear Murdoch y en quienes siempre se proyecta la sombra de Elias Canetti, uno de sus más célebres e ingratos amantes.
A partir de ahí Murdoch despliega la telaraña de enamoramientos, rencores, fracasos, ambiciones y miedos que unen a esa comunidad, con un aliento comparable al de ciertas cumbres del XIX —al de Tolstói, por ejemplo— pero con un tempo completamente distinto. Uno de los aciertos de Murdoch como novelista estriba precisamente en su habilidad para captar el ritmo frenético de nuestro tiempo, anticipándose incluso a la actual aceleración agresiva y narcótica. En este sentido, El libro y la hermandad indaga en cuestiones que son ya plenamente nuestras y acuciantes, como su pregunta acerca de un mundo sin libros, la perplejidad ante el fracaso de las ideologías, el vacío que se abre tras la desaparición de lo sagrado y, como siempre, el problema fundamental de la elección. Frente a la crueldad despótica del genial Crimond, que quiere reducir el mundo a una última idea, Murdoch, como si dramatizara su combate con la tradición filosófica occidental, opone las vidas, a la vez miserables y maravillosas, de un grupo de individuos. Hay un momento en que uno de los amigos, en uno de los diálogos más tensos y vibrantes que ha dado la narrativa moderna, contesta así a las apocalípticas profecías de Crimond: “Dices que las personas serán marionetas y que la tecnología gobernará, pero, tanto si te consideras marxista como si no, ¡tienes que luchar para evitar que esa sociedad exista, no para que lo haga! Hablas de repensarlo todo, pero ¿bajo qué óptica? Debemos ser pragmáticos y tener esperanza, no entregarnos a la desesperación. No podemos prever el futuro. Es nuestro deber proteger al individuo”. Todo lo que la literatura puede hacer aún por nosotros está en esta novela y en el ejemplo de su autora.
El libro y la hermandad. Iris Murdoch. Traducción de Jon Bilbao. Impedimenta. Madrid, 2016. 656 páginas. 24,95 euros
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.