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FOTOGRAFÍA

Josef Sudek, la séptima cara del dado

Una restrospectiva en el Jeu de Paume nos acerca al fotógrafo checo, una de las miradas más distintivas y poéticas del siglo XX

La última rosa, 1956
La última rosa, 1956© Succession Josef Sudek

Era conocido como 'el poeta de Praga', sin embargo, no escribía poemas. Recorría las calles envuelto en un capote negro, cargado de una vieja cámara y un trípode. Le atraía la noche y sus quimeras. También cómo los objetos, en apariencia muertos, cobraban vida al ser iluminados. La fascinación por la luz, tanto su presencia como su ausencia, acompañó a Josef Sudek (Kolin, Bohemia, 1896- Praga, 1976) durante toda su trayectoria artística. “Me gusta contar historias sobre la vida de los objetos inanimados, relatar algo misterioso: la séptima cara del dado”, decía el fotógrafo. Su mirada atemporal, ligeramente porosa a los aires de vanguardia que recorrían la capital checa durante la primera mitad del siglo XX, logró mantener la subjetividad de un observador sensible y astuto. Fue siempre un solitario en busca de su propia senda; así encontró su lugar dentro de la fotografía europea del siglo pasado.

El Mundo Íntimo de Josef Sudek, se propone examinar hasta qué punto la fotografía del artista checo fue un reflejo de su relación personal con el mundo que le rodeaba. La naturaleza, la arquitectura, las calles de Praga y los objetos, forman parte de un universo de penumbra, intimista y melancólico que se expresa a través de 130 imágenes expuestas en el Jeu de Paume de París.

Praga durante la noche, entre 1950 y 1959
Praga durante la noche, entre 1950 y 1959© Succession Josef Sudek

Le gustaba definirse como un romántico, esquivo a todo intento de relación con el constructivismo y la nueva objetividad, cuyas huellas se aprecian en parte de su obra. Nunca quiso desprenderse de la atmósfera nostálgica propia del pictorialismo, estilo que al igual que a muchos de sus coetáneos, inspiró sus primeros pasos en la fotografía. “Son pocos los artistas que han gozado de respeto en el siglo XX al tiempo que han osado ser convencionalmente románticos tanto en su temática como en su estilo”, argumentaba el crítico Andy Grundberg al referirse a Sudek.

Parece que la nostalgia fue algo inherente a su vida, irremediablemente marcada por la pérdida de su brazo derecho, durante la Primera Guerra Mundial. Obligado a abandonar su oficio de encuadernador se entregó de lleno a la fotografía, afición que venía practicando desde los quince años. Nueve años más tarde, el artista volvió al frente italiano donde fue herido: “Encontré el lugar", recordaba, “pero mi brazo no estaba allí. Desde entonces nunca he vuelto a ir a ningún lugar. No encontré lo que buscaba”. El fotógrafo se convirtió así en el paseante que quedaría para siempre asociado a una ciudad; como Eugène Atget a París, Horacio Coppola a Buenos Aires y Berenice Abbot a Nueva York. Nunca se casó, ni tuvo hijos y aunque con frecuencia disfrutaba de la compañía de amigos, colegas y admiradores, le gustaba mantenerse en reclusión. Reconocido melómano, otorgaba a la música un lugar predilecto en su vida: “Es la única cosa importante para mí. Nunca me arrepentiré de haberle dedicado tanto tiempo. Me recompensa con creces", decía.“ La inspiración de Sudek estaba estimulada más por las bellas artes, la música y la poesía que por la propia fotografía”, señala Ann Thomas, comisaria de la exposición. ”En sus naturalezas muertas encontramos la influencia de Caravaggio, de los maestros holandeses, de Josef Navrátil, y del cubismo y de Salvador Dalí. Sus nostálgicas nocturnas están inspiradas en los poemas de Vladimir Holan y Jaroslav Seifert”.

En el Jardín, 1954-59
En el Jardín, 1954-59© Succession Josef Sudek

En su juventud su amistad con el fotógrafo Jaromir Funke fue determinante a la hora de acercarse a las nuevas corrientes de la fotografía. Desde América Alfred Stiegliz alentaba a los fotógrafos a “conseguir el máximo detalle para la máxima simplificación”. Así, poco a poco el artista  fue aligerando la densa ambientación pictorialista y concentrándose más en los elementos, algo que puso en práctica durante el tiempo que dedicó a la fotografía comercial y de arquitectura, con el fin de ganarse la vida. Siendo un fotógrafo muy prolífico, nunca cesó su interés por la calidad artesanal de las copias de su obra, consciente de cómo podía afectar en el potencial expresivo de imagen. Experimentó con la impresión en papeles de distintas tonalidades y texturas, haciendo uso en ocasiones de la arcaica impresión al carbón.

La ocupación alemana y la Segunda Guerra Mundial ensombrecieron nuevamente la vida del artista, dando lugar a una de sus series más célebres, La ventana de mi estudio. La ventana de su lúgubre taller se convirtió en metáfora de la separación entre su mundo interior y el exterior, actuando como un tamiz que convertía lo invisible en visible. “Sus imágenes son íntimas y contemplativas y enfatizan los aspectos objetivos y subjetivos de la luz, son obras intemporales, frágiles y puras” escribe Thomas en el catálogo que acompaña a la exposición. A partir de 1940 no se observa en sus obras ninguna influencia de las tendencias artísticas en auge. “No es que fuera arcaico”, matiza Thomas “de hecho es precisamente su originalidad, su fuerza visual, su profundidad de contenido y su perfección artesanal, lo que convierte a su obra en ejemplo para las siguientes generaciones de fotógrafos”

Laberinto en mi mesa, 1967
Laberinto en mi mesa, 1967© Succession Josef Sudek

Vivió en un país cuyo desarrollo histórico, en sus últimos años, le mantuvo apartado de las corrientes más vanguardistas, eligió un estilo que le mantuvo alejado de estas y durante años no salió de sus fronteras ¿Cómo es posible que este artista alcanzase tal resonancia?, se pregunta Thomas. Quizás la respuesta esté “en la tranquilidad, la belleza y la armonía que desprendió su obra durante un tiempo de conflicto, tumulto, incertidumbre y desacuerdo”. Sudek utilizó la luz como una respuesta metafórica al misterio del destino del ser humano. La luz siempre triunfa sobre la oscuridad en su obra; reflejada en los objetos, en los árboles, en la arquitectura o en las calles de su venerada Praga.

El Mundo Íntimo de Josef Sudek. Jeu de Paume, París. Hasta el 25 de septiembre

 

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