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LIBROS

Spoon River frustrado

Rodrigo Blanco propone en 'The Night' la fusión de una doble investigación criminal y literaria que no acaba de cuajar

Juan Barreto (Afp)

Nuestra época coloca en el centro de sus preocupaciones un tema que parece inagotable: la capacidad de la ficción para interferir en el mundo, a veces desde la utopía, desde un aparente escapismo que no deja de producir daños colaterales (como bien saben Don Quijote y Madame Bovary) o con la superstición de buscar un sentido en el aparente desorden de los hechos, un crimen para unas huellas diseminadas, un dios oculto en el lenguaje. De esta “disociación literaria” trata la primera novela del venezolano Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981), autor de varios libros de cuentos que lo han convertido en uno de los escritores jóvenes latino­americanos que merecen la pena seguir. Y aunque en The Night es evidente la soltura para abordar una historia ambiciosa con puntos de vista corales, así como un inteligente uso del “diálogo frustrado”; es decir, aunque es clara la fuerza de su escritura, la novela termina resin­tiéndose por varios motivos. El principal, la proliferación de personajes secundarios de diversa época y lugar, cuya única función es contar sus vidas de manera retrospectiva, sin que se perciba un dibujo general que las ate a todas ni se vea la pertinencia de una novela. Con otro plan de trabajo más ajustado, The Night podría haber sido un Spoon River caraqueño, la historia de la ciudad contada por sus fantasmas.

En The Night confluyen una trama de asesinatos de mujeres en la Caracas de 2010, investigada por personajes que coinciden en un taller de literatura, y la recuperación de la figura literaria de Darío Lancini, mito de las letras latinoamericanas con su libro de palíndromos Oír a Darío. Es decir, la investigación criminal se une a la literaria, pero la mezcla no cuaja más allá de la fuerza de la tradición a la que se acoge Blanco Calderón: Borges, Piglia, Bolaño… Este peso de lo premeditadamente literario lastra, por ejemplo, el capítulo dedicado a Lancini, periplo del escritor latinoamericano comprometido (Cárcel, París, Primavera de Praga, desencanto), que nos recordará algo ya leído. En cambio, The Night encuentra sus mayores logros en el análisis de la violencia del poder, a veces violento por estúpido o porque deja hacer. De alguna manera estos detectives letraheridos (psiquiatras y escritores frustrados, obsesionados con Saussure, la simetría y la banda Morphine) encarnan en miniatura el espíritu de disociación que también sobrevuela la ambigüedad de la manipulación política. Con el desarrollo de esta fractura, Blanco Calderón podría haber escrito una necesaria novela de la Caracas actual, de la que tan solo muestra unas pinceladas. Por ejemplo, las tragicómicas escenas de los adolescentes “malos” de buena familia bien avenida con el poder (el grabado del pintor Carlos Cruz-Diez utilizado como posa-joystick). Lástima que lo que comienza como una forma sofisticada de terror (la incapacidad de reconocerse en un principio de realidad, la superstición de un sentido oculto, la manipulación) concluye mitificando la literatura y a los escritores, su capacidad de fuga. Algo que también hemos leído en otras ocasiones y lleva a la novela a una lectura complaciente.

The Night. Rodrigo Blanco. Alfaguara. Madrid, 2016. 360 páginas. 18,90 euros

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