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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Pufff, qué mal rollo!

Más que un debate a dos entre candidatos emergentes, parecía un cara a cara para un divorcio ante un juez

Jesús Ruiz Mantilla

Pese a que Jordi Évole les hubiese convocado para revivir lo que llama el espíritu del Cuco, por allí no apareció semejante espectro. El segundo encuentro entre Pablo Iglesias y Albert Rivera en Salvados certificó mal rollo, conversaciones para sordos, diálogo de besugos y cuentas que queman.

Más que un debate a dos entre candidatos emergentes, parecía un cara a cara para un divorcio ante un juez –Évole- que se mostró bastante impotente y, en buena medida, desilusionado. En eso se iba identificando el espectador. En un hartazgo que ya ha pasado a inquietante desprecio. De seguir así, sin atisbos de generosidad en el debate, el porcentaje de descreimiento alejará a demasiados votantes de las urnas.

El encuentro sirvió para eso: reforzar la abstención y el voto en blanco de quienes un día encontraron cierta frescura en los partidos emergentes. Rivera siguió mostrándose ambiguo en demasiadas cuestiones cruciales como la fiscalidad, el empleo, la educación y la sanidad. Iglesias no logra deshacerse de la demasiado evidente hipoteca que mantiene con el monstruo de Venezuela y poco convincente en las contradicciones que ya van asomando en Podemos a la hora de ejercer el poder.

No demostraron altura de miras, no se les adivina cuajo para alcanzar puentes que regeneren. No inspiran confianza ante la urgencia de un diseño para los nuevos tiempos. Han adoptado con más cerrazón los perfiles de la vieja política que la energía por volver a alcanzar las mejores claves de la transición: el pacto desnudo, sin equipajes. La audacia necesaria para convertirse en lo que Javier Cercas denominó héroes de la traición en esa obra maestra que es Anatomía de un instante: políticos de empaque y valentía suficiente capaces de aparcar sus pesados artilugios ideológicos en aras de un bien común. Si Suárez y Carrillo llegaron a acuerdos, ¿cómo es posible que estos chiripitifláuticos se pongan estupendos con la que está cayendo?

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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