Fortes, más allá de la resiliencia
Una corrida mal presentada, fea, mansa y deslucida de Valdefresno rompió el inicio de la feria
Antes de que sonaran clarines y timbales para anunciar la salida del primer toro de la feria, surgió una voz popular en forma de cerrada ovación para recibir a Saúl Jiménez Fortes, que volvía a esta plaza después del cornalón en el cuello que sufrió el año pasado y que a punto estuvo de costarle la vida.
El torero salió del burladero con seria elegancia, se plantó en la raya de tercio, se desmonteró y agradeció al respetable su gesto de cariño. ¿Qué sentirá un torero en esos momentos? Le esperan dos toros en chiqueros que vienen a ser como una moneda al aire sobre su futuro, y resulta que la plaza le recuerda con la mejor intención imaginada el instante en que le vio las orejas a la muerte. Y el hombre rememorará, sin duda, aquella cogida, la entrada caliente del pitón, fugaz y certero, en la carne, como sorteó milagrosamente esa arteria o vena que riega el cerebro, la carrera hacia la enfermería, esa larga rehabilitación, otra cornada igual, meses después, en Vitigudino, y la vuelta a empezar. Y ahí está el torero, el hombre, el ser humano, disputando la vida a la mala suerte y con el ánimo presto para olvidar y conseguir el triunfo.
Valdefresno/Abellán, Luque, Fortes
Cinco toros de Valdefresno y uno, el tercero de Hermanos Fraile, mal presentados, mansos, deslucidos y sin clase.
Miguel Abellán: estocada (silencio); estocada _aviso_ y un descabello (ovación).
Daniel Luque: casi entera baja y ladeada (silencio); _aviso_ estocada (aplausos).
Jiménez Fortes: pinchazo _aviso_, media trasera y baja y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y estocada _aviso_ (silencio).
Plaza de Las Ventas. 6 de mayo. Primera corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Eso es más que la capacidad de adaptarse a la adversidad, que es a lo que llaman resiliencia; eso es superar los límites de la desgracia, darle una larga cambiada y enfrentarse a la vida con las mejores armas para el triunfo.
Así, Fortes, ayer, y cada día otros toreros se erigen en baluartes de valores que hacen del ser humano algo tan grande como inexplicable. El profesor López-Galiacho lo ha explicado muy bien en su libro ‘De frente, en corto y por derecho’, el toreo como escuela de vida: el miedo, la bravura, la excelencia, el esfuerzo, el sacrificio, la vocación, la pasión, la responsabilidad… Pero esa teoría se hizo ayer carne en la figura circunspecta de Fortes, un torero castigado que se revuelve cada día contra el infortunio y gana un peldaño más a un destino con deseos de amargarle los sueños.
Fortes volvió sano y salvo al hotel, pero no alcanzó el éxito; la verdad es que la mala corrida de Vadesfresno no se lo permitió. Ha ganado este torero en serenidad y aplomo por encima de un valor que no se le discute. Se le nota que la rehabilitación ha ido más allá de la curación de las heridas. Se le vio, pues, asentado, con la cabeza en funcionamiento, y buen trazo en las verónicas con las que recibió a su primero. Brindó, después, al público en justa correspondencia, pero el manso se refugió en tablas y Fortes no pudo más que mostrar voluntad. De peor condición fue el sexto -encima, llovió con intensidad para fastidiar la faena-, y el torero persiguió por todo el ruedo al deslucido animal, al que consiguió robarle muletazos sueltos. En fin, que no pudo ser, pero su gran triunfo, el más grande, fue su vuelta a la plaza, algo así como su reencuentro con la vida.
Sus compañeros no tuvieron mejor fortuna. Luque, por ejemplo, se mostró como un torero sobrado de técnica y conocimiento ante su desclasado primero, y se empeñó en ofrecer un recital de pegapasismo moderno en el anovillado quinto, que fue protestado por el público, lo que no impidió que el torero lo brindara al respetable. El toro no valía, pero tampoco pesó nada el toreo de Luque, anodino y superficial.
Y volvió a Las Ventas Miguel Abellán, le tocó el único toro que embistió, el cuarto, y lo desaprovechó con un toreo al hilo del pitón, despegado y la figura arqueada. Fue el toro mejor presentado de la tarde, que se dejó pegar en el caballo y llegó a la muleta con buen son. La primera tanda fue la mejor, templada y suave y hacía presagiar lo que, después, no llegó. Fue la suya una labor de más a menos, que es lo peor, y se vio con nitidez que Abellán ha perdido excelencia, pasión y confianza en su quehacer, de modo que su faena se fue diluyendo, acabó en unas inconvenientes manoletinas y la ovación supo a muy poco. El toro era de oreja, y el torero no se la cortó. Ahí está dicho todo. Muy voluntarioso se le vio ante el primero, otro animal sin calidad, que embistió con una apabullante sosería, lo que impidió que la faena levantara el vuelo.
Llovió de forma intermitente para fastidiar; pero lo peor fue la mala corrida de Valdesfresno: ni fachada ni fondo. Una birria.
Babelia
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