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En las entrañas del nuevo disco de Loquillo y su banda

El músico publica 'Viento del este', un álbum donde el r

Loquillo en el estudio de grabación de Madrid.Vídeo: THOMAS CANET / ESCUCHA 'RUSTY'

Loquillo, posiblemente, jamás reconocerá haber realizado un paso en falso. Pero quien le conoce mínimamente sabe cuando está convencido de haber dado, de nuevo, en el clavo. Su actitud se transforma, entonces, en una mezcla de distensión (importante en alguien que siempre está alerta, cuando no a la defensiva) y aplomo. La cita: un restaurante situado frente al estudio donde acaba de registrar su nuevo álbum, Viento del este. Acogedor y alejado de todo lujo. Los invitados: los miembros de su banda. El motivo: una escucha privada de sus nuevas canciones en el lugar donde han tomado vida.

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Es mediodía, pero beben como si se aproximara la medianoche. Cuando llega la hora de los cafés, se aprovisionan adecuadamente (cajas de cerveza, botellas de whisky) y ascienden hacia la sala de audición como alumnos indisciplinados que mantienen las formas únicamente cuando el maestro se da la vuelta. En pocos minutos, están todos sentados en relativo silencio. El disco, las 12 nuevas canciones que aparecen estos días, han pasado por las manos de Mario Cobo y Josu García, los productores, y Laurent Castagnet, Igor Paskual, Alfonso Alcalá y Raúl Bernal, el chico nuevo, esperan una señal. La ha de dar, cómo no, el jefe.

El jefe, situado tras la consola, de pie. Habla para los suyos como si estuviera en el escenario de Las Ventas, el recinto que va camino de llenar el próximo septiembre. Les explica los detalles de unos temas que ellos han ayudado a engendrar pero que no han escuchado rematados. No hay micrófonos ni falta que hace, solo frases situando el foco sobre piezas como la inicial Salud y rockandroll (“una declaración de principios”), sobre ese éxito en potencia que ha firmado junto a Leiva titulado En el final de los días (“grandeza, elegancia, ternura, la clave del verdadero amor”) o la excelente Limusinas y estrellas, con la marca Sabino Méndez grabada en la memoria de Bowie o Marc Bolan (“no habrá paz ni justicia si no hay placer, ¿se puede explicar mejor?”).

Las bromas aumentan de tono y volumen, pero él no abandona el timón de mando, ni siquiera cuando Mario y Josu, esa extraña pareja fortalecida gracias a su inmersión en el exitoso Código rocker, dan su punto de vista. El primero ha aportado banda sonora a un poema de Carlos Zanón, y cuando Rusty hace vibrar los altavoces del estudio, a base de contagioso northern soul, alguien apunta que parece necesario renovar la reserva de avituallamiento. Pero nadie quiere abandonar una nave que circula a toda velocidad. El de El Clot mantiene su media sonrisa: sabe que acaba de mostrar el naipe ganador que escondía en la manga.

¿La siguiente escala? Un tributo en toda regla, un clásico en la trayectoria de Loquillo. Ahora le toca el turno a Los Negativos, de quienes revisitan la psicodélica Viaje al norte (“el lugar al que queremos ir… pero no conseguimos llegar”), uno de los puntos álgidos de su disco Piknik caleidoscópico, con Robert Grima a la guitarra. Una cierta sensación de nostalgia sigue revoloteando cuando arranca la composición que da título al álbum, un Viento del este que Paskual jalea con el entusiasmo del padre orgulloso de su nuevo retoño.

El director de orquesta reclama silencio y que se llenen las copas antes de cantar “una letra perfecta para una madurez imperfecta”: arrancan los acordes de Me olvidé de vivir y uno se lo imagina relamiéndose de placer ante los que consideren una frivolidad hacer una versión de una canción popularizada por Julio Iglesias. Escruta a los presentes buscando contrincantes con los que enzarzarse, antes de recordar que quien hizo grande esa canción fue su amigo Johnny Halliday, no el gallego de marras. Arreglos a lo Harry Nilsson, y una frase inicial definitiva: “De tanto correr por la vida sin freno / me olvidé que la vida se vive un momento”. Tiene razón: me escurro escaleras abajo y pongo mi pellejo a buen recaudo en un taxi. Para salvar eso, la vida, básicamente.

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