Muere Arnold Wesker, el último “joven airado”
El dramaturgo fue clave en la renovación teatral de Gran Bretaña Sus obras con un fuerte acento social hicieron mella en la escena independiente de España en los sesenta
Arnold Wesker renegó toda su vida de la etiqueta “jóvenes airados” (Angry Young Man) que la crítica le adjudicó a él y otros dramaturgos para definir la nueva ola teatral que desembarcó en la Gran Bretaña de los años 50 bajo el mandato de los gobiernos laboristas. Junto a Harold Pinter, John Osborne, John Arden, Shelag Delaney, Wesker será uno de los abanderados de esta nueva dramaturgia de acento social que encontrará en el Roya Court Theatre su domicilio escénico; una corriente renovadora que tendrá su paralelismo en la literatura y que en la pantalla se traducirá en el Free Cinema, el movimiento que engloba al nuevo y realista cine británico que encuentra sus primeros éxitos con la adaptación de las obras de los “jóvenes airados” a cargo de los directores Tony Richardson, Karel Reisz y Lindsay Anderson.
Arnold Wesker nace en 1932 en Stepney, un barrio obrero del este de Londres, en el seno de una familia judía emigrada de la Europa oriental de fuertes convicciones socialistas y militancia antifascista. Compromiso social y judaísmo y una visión esperanzadora de las clases trabajadoras señalarán su futura escritura teatral. Después de trabajar en diferentes oficios como ebanista, fontanero, librero, trabajador agrícola, pinche de cocina y haber servido en La RAF, experiencias que después trasladará como motivos dramáticos en sus obras, Wesker debuta como autor teatral a finales de los años cincuenta. Su primera obra, La cocina (1957) le sirve de reconocimiento crítico distinguiéndolo entre otros premios como autor revelación. La cocina conocerá una gran vida escénica representándose con éxito en Europa y América. En el Off Broadway el actor Rip Torn será el encargado de protagonizarla en 1966, en los escenarios españoles el director Miguel Narros la estrena con gran expectación en 1973 en el Teatro Goya de Madrid. En España, a pesar de la censura franquista, la obra de Wesker se irá dando a conocer en una serie de montajes pioneros a lo largo de los años sesenta a cargo de directores como José María Morera, Mario Gas junto con el escenógrafo Fabiá Puigserver, etc. En estas puestas en escena primerizas destaca el Teatre Experimental Catalá con una versión en catalán, Arrels (Raíces) representada en 1963.
Entre finales de los años cincuenta y primeros sesenta Wesker da forma a lo que se conocerá como “La trilogía Wesker”, una autobiografía dramática construida por las obras Sopa de pollo con cebada (1958), con referencias a la guerra civil española y el estalinismo, Raíces (1959) y Estamos hablando de Jerusalén (1960) donde el autor vuelca su pasado familiar, fragmentos de su infancia, orígenes socialistas, a través de la familia Kahn. Realismo social y utopía para un autor que nunca perderá la esperanza en el poder de transformación de la sociedad. Este grupo de obras junto con Patatas fritas y todo lo demás (1962) acabarán pesando sobre su obra posterior que no encontrará el mismo eco aunque Wesker seguirá escribiendo y estrenando en los escenarios londinenses. En muchas entrevistas Wesker se lamentará de haber quedado “congelado” en la trilogía escrita a principios de los sesenta.
Tampoco se librará de las polémicas como cuando los actores de la obra The Journalists (1971) se niegan a representarla disconformes con el montaje de la obra que acabará produciendo un largo contencioso que llegará hasta los tribunales. Otra de sus obras, Shylock (1977), a partir de una relectura de El mercador de Venecia de Shakespeare, también estará llena de incidentes. El actor protagonista, Zero Mostel, muere durante las representaciones preliminares de la obra antes de su estreno en Broadway. La sustitución del actor y las malas críticas acabarán abortando la producción y la obra nunca llegará a los escenarios de Londres. Sobre esta accidentada experiencia Wesker escribirá un texto, Oscuras sospechas, denunciando el antisemitismo que a su juicio impregna y subyace en el teatro británico.
No será la última vez que Wesker denuncie el antisemitismo, su obra Blood Libel ( 1991) una historia fechada en la Edad Media sobre la muerte de un niño atribuida a la comunidad judía, le sirve para reflexionar sobre los prejuicios historicos y como este tipo de leyendas han ido alimentando la sociedad desembocando en el horror del Holocausto. A la dramaturgia, Wesker añadirá en sus últimos años el cultivo de otros géneros literarios y unas memorias, As Much As I Dare (1994), una biografía marcada por su compromiso artístico y vital, esa militancia crítica que le había llevado hasta la misma cárcel en 1961 junto al filósofo Bertrand Russell después de una manifestación contra la guerra nuclear. El pasado día 12 de abril fallecía en Londres. Tenía 83 años.
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