Tantos museos como campos de fútbol
Un debate en el claustro del Prado se interroga sobre el futuro de la Cultura en la era digital
No habrá suficientes centros culturales hasta que su número sea equiparable al de los estadios de fútbol. Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, respondió con estas palabras a la pregunta de si durante los últimos años no se había producido una burbuja museística similar a la inmobiliaria. La cuestión la planteaba Tomás Fernando Flores, director de Radio 3 y del programa Siglo21, dentro del debate sobre la situación del arte en la era digital celebrado el lunes por la noche en el claustro de los Jerónimos del Museo del Prado. En el encuentro participaron también Miguel Zugaza, director del Prado, Ane Rodriguez, directora del Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera de San Sebastián y Carlos Urroz, director de Arco.
Los acuerdos fueron más numerosos que los desacuerdos en los temas planteados, todos relacionados con las transformaciones que el mundo digital puede imponer a las instituciones culturales tal como las conocemos. Para todos, la contemplación presencial de las obras de arte no tiene sustitutivo, aunque las webs de los museos, como las del Prado y el Reina Sofía, ofrecen posibilidades de enriquecimiento inimaginables. Poder distinguir cada detalle de El Jardín de las Delicias de El Bosco, por ejemplo, como propone la web del Prado, es algo que no se consigue con la contemplación en vivo.
Acuerdo con matices mostraron los participantes sobre el asunto de si hay más centros culturales de los necesarios y sobre si su aumento ha corrido en paralelo a las ansias especulativas que se han sufrido en España durante las últimas décadas. Borja-Villel citó el caso de Alemania para señalar que allí en cada pueblo hay un centro comercial, uno de salud, una iglesia y, desde luego, un centro cultural. Para él, todos son necesarios porque todos tienen derecho a la cultura, se viva donde se viva.
El director del Prado reconoció que puede haber habido algún exceso. “Hemos sido imaginativos para crear nuevos espacios, pero no para dotarles de contenido y hay que hacerlo. Ocurre además que a la hora de recortar presupuestos, cuando se trata de Sanidad o Educación, los políticos lo hacen sabiendo que está mal. No parece que haya esa sensación cuando se trata de Cultura”.
Carlos Urroz opinó que los nuevos espacios tienen que buscar su sitio y saber dar servicio al público y a los artistas. Considera que ocurre como con las bibliotecas, que por muchas que haya, todas están llenas y todas son necesarias. Y Ane Rodríguez, desde un centro periférico como Tabakalera, reclamó que tiene que haber diferentes modelos de instituciones por todo el territorio: “Tienen que estar ligadas al contexto en el que trabajan y saber implicar a la sociedad”.
¿El número de visitantes a las exposiciones tiene que ver con la calidad del centro cultural? En este tema el acuerdo es total en cuanto es un asunto que no gusta a ninguno de los participantes. Es más, consideran que es una cuestión que solo interesa a los periodistas. “La gestión no es un negocio”, zanja Borja-Villel. “Que ocurre si va poca gente a Tabakalera? ¿La cerramos? Defiendo que la cultura es un derecho que nos hace mejores, al margen de los beneficios económicos”.
“No hay que hablar en términos económicos”, opina Zugaza, “porque no programamos pensando en el número de visitantes. Pero sí hay que pensar en que el sector cultural crea turismo y muchos puestos de trabajos fijos. Jugar con el concepto puramente económico es peligroso. Yo dirijo uno de los centros más visitados y mi padre el Photomuseum de Zarautz, el que menos visitas registra. Insisto en el peligro de jugar con esos planteamientos”.
Urroz, que dirige un evento como Arco, multitudinario en visitas durante los cinco días que se celebra anualmente, tiene claro que las multitudes no se traducen en algo sólido. “El resto del año la gente no va a las galerías, que ofrecen exposiciones estupendas y el acceso es gratuito. No hay que confundir los éxitos efímeros. Creo que el tema es más profundo, es de educación. Hay que buscar las visitas sostenidas y no las oleadas”.
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