Cayetano, valiente y artista, corta dos orejas y se reivindica en Valencia
El Fandi y Manzanares no brillaron ante toros de Juan Pedro Domecq con escaso fondo
Domecq / El Fandi, Manzanares, Cayetano
Toros de Juan Pedro Domecq, de discreta presencia, con poca fuerza y fondo; el tercero resultó excelente para la muleta.
El Fandi: entera desprendida —aviso— y descabello (silencio); pinchazo —aviso, estocada y descabello (saludos tras petición).
José María Manzanares: pinchazo y estocada —aviso— (silencio); pinchazo y estocada (saludos).
Cayetano: estocada (dos orejas); estocada (palmas). Salió a hombros.
Plaza de Valencia. 20 de marzo. 12ª y última corrida de abono. Casi lleno.
Un Cayetano muy decidido, firme, valiente, con ideas claras y el quehacer de un buen toreo con el toro tercero. Una sorpresa. De entrada, se fue Cayetano a portagayola para recibir de rodillas al toro: una larga que salió muy limpia, seguida de verónicas de buen corte y la revolera final. Sorprendió por su variedad con el capote para llevar al toro al caballo: un farol y luminosas tapatías. De salida, unas chicuelinas que también resultaron. Al toro lo cuidaron en varas y llegó a la muleta en perfecto estado de revista. Lo aprovechó Cayetano. Se abrió de rodillas por alto primero, luego sobre la derecha en redondo y, cambiando de mano, uno de pecho. Con las virtudes del toro descubiertas, Cayetano se asentó, descalzo, en la arena y templó con muy buen gusto. La faena tuvo la estructura de quien sabe lo que hace. Por ambos pitones se entregó el excelente astado y por esos dos pitones Cayetano lo toreó casi a placer. Los muletazos finales, a dos manos para llevar al toro al tercio, tuvieron mucha estética y subrayado artístico. La estocada fue el buen remate a una faena muy lograda. Al excelente toro lo arrastraron en medio de una merecida ovación.
La otra cara de la moneda fue el sexto. Con las fuerzas justas, no dejó estar a Cayetano en ningún momento. La faena la comenzó sentado en el estribo y de ahí en adelante, la cosa se descompuso mucho. Un desarme a las primeras de cambio y, después, pocas ideas. Se complicó la faena y Cayetano no supo gobernar el aire protestón del toro.
El toro que abrió la última de abono se acabó tras las banderillas. Hasta entonces había cumplido su cometido; discreto en varas, aguantó bien las carreras de El Fandi en los tres pares que le puso. Tres pares con la proverbial seguridad del torero granadino. A partir de ese momento, se le apagaron las luces al toro de Juan Pedro Domecq. El Fandi, fácil y con el compromiso justo, montó una faena larga pero de escaso contenido. Los pases nunca llegaron a ser completos, y el toro tampoco terminó nunca su viaje a la muleta. Muchos paseos de El Fandi y la sensación de no tener muy claro por dónde meter mano a toro tan parado.
El cuarto fue también un toro con las fuerzas muy justas, pero un toro dócil y dulce. Apenas sin picar, tuvo alegría en banderillas. El Fandi puso cuatro pares con facilidad y buena ejecución, aunque más de un palo se soltó. De rodillas empezó la faena, aunque sin acabar la serie completa. Esta faena fue un cajón de sastre, en el que cupieron muletazos diversos y de diversa factura. No todos limpios, no todos con mando, no todos de buen remate, pero la actitud de El Fandi contagió al público, que lo jaleó. Con todo, como la faena no terminaba de cuajar, El Fandi echó mano de recursos de galería: circulares abrazado al toro, circulares invertidos, molinetes de rodillas, rodillazos y manoletinas. Y aunque no mató pronto, la inercia de la tarde hizo que el público pidiera con fuerza la oreja. La cordura presidencial se impuso y no se concedió.
El segundo se lidió en medio de las protestas de la gente. Salió del primer puyazo tocado de los cuartos traseros, y ya no hubo toro para los restos. Costó un mundo meterlo en el caballo por segunda vez, y ya en medio de una protesta muy sonora de toda la plaza. Al segundo muletazo de Manzanares el toro midió la arena y la faena fue un continuo intento del torero por sacar un partido que parecía casi imposible. La cojera y la falta de casta fueron motivos para que Manzanares, insistente, se esforzara en vano. Intentos de muletazos por ambos pitones, pero nada que rascar. Al primer pinchazo, el toro buscó terrenos de toriles y se echó, no queriendo saber nada de este mundo. Puesto en pie, Manzanares lo finiquitó de una estocada. Toro cojo y ayuno de casta, este segundo.
Escaso fondo y fuerza tuvo el quinto. Manzanares no terminó de encontrar el norte y la faena solo tuvo esbozos de muletazos, con cierto empaque. Le costó mucho al toro, se quedaba a mitad de viaje y los intentos de Manzanares no pasaron de ser, simplemente, eso: intentos estériles. Al final, combate nulo.
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