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Harnoncourt y Beethoven

Supongo que el disco de Harnoncourt dedicado a Beethoven (sinfonías Cuarta y Quinta) es un placebo o un antídoto para remediar su ausencia. Y una manera de comprender la personalidad del maestro berlinés en su capacidad de ir más lejos y de proporcionarnos una lectura clarividente de la música, navegando, como hacía, en sus profundidades.

Beethoven es un desafío gigantesco. Harnoncourt lo resiste. Y lo hace desde aquella teatralidad que tanto agradecíamos a Furtwängler. Comparte una suerte de celebración dionisiaca. Recrean ambos una tensión que hace de sus versiones una experiencia irresistible. Por eso pesan tanto los silencios. Por eso Harnoncourt los convierte en la nota más sonora.

Surge así un Beethoven arrebatador, expresionista, provisto de una corpulencia equivalente a la sensibilidad. Harnoncourt esmera la riqueza cromática de la orquesta, pero sin amaneramiento ni demasiado esteticismo. Por eso impresiona la estridencia del viento, al límite de la cacofonía, y al servicio de la intensidad y del contraste. Harnoncourt se desenvuelve como un chamán, como un alquimista del sonido. Rotundo. Enérgico.

Beethoven le proporciona una bomba rítmica. Harnoncourt sabe detonarla. Y no concibe tanto dos sinfonías separadas entre sí -se estrenaron ambas entre 1806 y 1808- como una obra en ocho movimientos que tiene como argumento vertebrador el criterio demiúrgico del propio Harnoncourt. Comprendo que puedan resultar desconcertantes ciertas soluciones arbitrarias -en los tempi, en los silencios, en las dinámicas- pero conviene recordad que Harnoncourt fue un heterodoxo y un iconoclasta, no para subjetivizar a Beethoven como para abjurar de las lecturas demasiado estilizadas o de las versiones exesivamente grandilocuentes.

Harnoncourt opone una versión cruda, dramática, patética en el sentido genuino del "pathos". Expone a los músicos y a los espectadores -es una grabación en directo concebida en el Musikverein- a una suerte de motaña rusa que remueve las vísceras y que fomenta, nada menos, un estado de estupefacción sensorial.

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