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ENTREVISTA

Ugo Cornia: “Escribir es una experiencia erótica y compulsiva”

El autor italiano exhibe su dominio de la autoficción en 'Roma', una novela inspirada en sus experiencias laborales que cuestiona el papel del trabajo en la vida

Maribel Marín Yarza
Ugo Cornia, en febrero en Madrid.
Ugo Cornia, en febrero en Madrid.Luis Sevillano

Si quiere conocer bien al escritor italiano Ugo Cornia (Módena, 1965), uno de los más reconocidos de su generación, mejor que perseguir una charla con él, lea sus novelas. Si escoge Sobre la felicidad a ultranza, su ópera prima en narrativa, sentirá que le presenta a su familia, los vivos y los que ya murieron pero viven en él. Si se decanta por Casi amor, recorrerá su agitado historial amoroso con la sensación de vivirlo en directo. Y si opta por Roma, que acaba de publicar en España la editorial Periférica, sabrá que ha sido lavaplatos, empleado del fisco y repartidor de tarjetas del censo electoral, que prefiere evitar relaciones con mujeres que no fuman y que eso de que el trabajo realiza le parece una patraña. “Si uno que trabaja, a medida que trabaja se realiza, es decir, se vuelve más real, entonces uno que no trabaja, a fuerza de no trabajar, debería irrealizarse, es decir, volverse cada vez menos real, algo que resulta difícil de imaginar respecto a un ser de carne y hueso”, escribe. Él, por si acaso, se aferra a su empleo de maestro: “Quiero tener un trabajo de verdad para escribir lo que me dé la gana”.

Cornia, premio Nacional de Literatura en Italia (PISA) en 2004 en la categoría de narrativa por Roma, es filósofo, profesor de italiano y una de las plumas más visibles de la autoficción, ese género escrito en primera persona que parte de la experiencia vital del escritor y transita entre lo real y lo imaginario hasta despistar muchas veces al lector y dejarle con la intriga.

—¿Ha vivido todo lo que cuenta? ¿O hay mucha fabulación?

—No hay un episodio inventado —aclara tras dar buena cuenta de un plato de jamón en el Hotel Iberostar Las Letras Gran Vía de Madrid horas antes de participar en la Noche Italiana.

“Me siento más cómodo con la primera persona; puede equivocarse. La tercera te ata a la tierra, salvo que seas Kafka”

—¿Y por qué escogió la autoficción?

—Me siento más cómodo si uso la primera persona. Ideas sobre el mundo tengo pocas, pequeñas e inciertas. Ya me parece pretencioso hablar de nosotros… Pero la primera persona es subjetiva, puede equivocarse, solo desde el yo puedo decir si una persona está loca o es normal. La tercera te ata a la tierra, salvo que seas Kafka.

—¿Le resulta placentero contar su vida?

—Es que no me siento el protagonista. Me siento el protagonista de mi delirio emotivo [ríe]. Cuando me vienen las ganas de escribir, me pongo y desaparezco. Es como una experiencia entre erótica y compulsiva. Yo no sé bailar, pero imagino que cuando uno ha bebido dos cervezas y baila con una mujer que le gusta siente algo parecido. Escribiendo me libro de grandes tristezas. Escribir, para mí que soy un poco claustrofóbico, es como huir y dar un paseo fuera de casa o fumar unos cigarrillos.

Cornia es un escritor tan vulnerable al tiempo meteorológico como el devenir de sus novelas a su estado anímico. Escribe a golpe de frases, de pensamientos que le cautivan, pero que pueden verse frustrados en su camino al papel por una buena o mala noticia que cambia su humor y tuerce su tono literario. Hay escritores disciplinados que se sientan horas cada día en busca de la inspiración, hay otros que cuando encienden el ordenador saben exactamente la historia que van a contar y han pergeñado hasta una detallada sinopsis. No es su caso. “Si yo hiciera eso, acabaría tirándolo todo porque se me habría ido la pasión”.

Incapaz de escribir un diario —“la literatura es siempre un tono y la vida es otra cosa”—, este amante del cómic ahora embarcado en un doctorado sobre cinismo antiguo despertó a las letras en la Universidad de Bolonia en un taller de escritura cómica junto a los escritores Ermanno Cavazzoni y Gianni Celati. Luego llegaron los artículos en la revista Il Semplice y, más adelante, sus novelas llamativamente francas, vitales y descarnadas, en las que cada lector encontrará una situación o reflexión cotidiana con la que identificarse. ¿Qué persona que trabaja de cara al público y se siente fulminada con la mirada cuando se ausenta para ir al baño pasaría por alto esta frase de Roma?: “Dado que todo el mundo se considera uno cada vez, como una persona singular y no como el enésimo de una serie de ochenta, nunca se percata de que se vuelve público”.

"Cuando escribo, estoy en una esquina de mi casa y escribo todo lo que se me viene a la cabeza, no tengo pudor"

La obra de Cornia es la literatura del pensamiento y de la vida, la de las grandes cuestiones —la muerte, el amor, la soledad, la libertad, el miedo…—, pero también la de las pequeñas cosas, el feliz vagabundeo por las ciudades, el rayo de sol que penetra por la mañana en la habitación… Desde que se iniciara en esta senda de la autoficción, el escritor ha dejado al descubierto en obras sin trama, en novelas que son casi un discurso mental, literatura hablada en voz alta, sus sentimientos hacia los muertos (Sobre la felicidad a ultranza): “Todavía hoy mi madre sigue tocándome los cojones de tal manera que me veo paseando y soltándole unas imprecaciones tremendas diciéndole que ya es hora de que me deje en paz, que ya no quiero saber nada de ella, ni de ella ni de su ética de mierda”. Y ha aireado también sus desengaños amorosos (Casi amor): “Luego me dijo que ni siquiera nos habíamos acostado juntos, ni siquiera una vez, y que todavía tenía ganas de divertirse durante algunos años. Y visto que yo le dije que no comprendía por qué si nos casábamos no íbamos a poder divertirnos, me dijo que no y punto”.

—¿No siente pudor? ¿Cuánto cuenta y cuánto se queda para sí? ¿Se impone límites?

—Cuando escribo, estoy en una esquina de mi casa y escribo todo lo que se me viene a la cabeza, no tengo pudor.

Cornia, además de impúdico, es un escritor políticamente desencantado —“la iz­quierda es la misma mierda que la derecha”— que deja asomar su malestar en los libros sin implicarse en exceso. ¿No le interesa la literatura beligerante? “Abiertamente, no”, dice. “Aunque la existencia de uno siempre lo es porque tiene que lidiar con realidades y leyes con las que no está de acuerdo. Yo fumo y la gente me mira con superioridad moral. Luego veo que Europa ha incrementado la posibilidad de contaminar de los automóviles y me cabreo. Y suelo decir: ‘Métete en un garaje con el coche en marcha o enciérrate con 50 fumadores. En el primer caso, tras 20 minutos habrás muerto; en el segundo, te dolerá la cabeza. Ahora resulta que en Italia, si uno tira la colilla al suelo, puede ser multado con 300 euros. Pero creo que me estoy desviando…”.

En efecto, Cornia tiende a irse por las ramas. Si quiere conocerle bien…, lea sus novelas.

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