'Madres forzosas', pura nostalgia
La nostalgia televisiva ha traído de vuelta los noventa. El regreso deExpediente X ya demostró que estas resurrecciones no estaban dispuestas a abandonar los noventa por mucho que Mulder y Scully ahora usaran móviles de última generación y tecnología punta. Ese amor por los noventa está todavía más presente en Madres forzosas, la serie con la que Netflix ha recuperado el espíritu de la muy popular Padres forzosos.
Con ella, la plataforma online explota la vena familiar de la que hace gala siempre que puede. En todas sus presentaciones, Netflix insiste en el amplio catálogo que tiene en cuanto a contenido infantil, conscientes de que los dibujos animados vistos en tabletas son un medio de entretenimiento cada vez más frecuente para los más pequeños de la casa. Si Padres forzosos ya era comedia familiar y funcionó como funcionó, ¿por qué tratar de inventar algo nuevo con Madres forzosas? De hecho, la nueva serie recupera incluso la misma casa en la que tenían lugar las aventuras y desventuras de los Tanner en los noventa.
Madres forzosas es pura nostalgia. Su primer capítulo se aprovecha sin contemplaciones de eso. Es lo que se esperaba de ella y lo hace muy bien. Con doble arranque, primero con la cabecera de siempre y más tarde con una nueva versión que combina imágenes de las protagonistas cuando eran niñas y en la actualidad. Con la participación de los protagonistas de Padres forzosos. Con guiños y referencias constantes al pasado y al conocimiento del espectador (el mejor gag lo protagonizan las ausentes gemelas Olsen, cuyo personaje vuelve a ser mentado en otras ocasiones a lo largo de la serie). Con esas risas estridentes y aplausos entusiasmados en directo que tan forzados y poco naturales suenan.
Pero si a Madres forzosas se le quita la mayor parte de esa nostalgia, como ocurre en los capítulos siguientes, nos quedamos con una comedia con un humor muy blanco, apto para público de todas las edades. Ahora las madres son ellas. D.J. Tanner necesita ayuda para continuar con su carrera laboral y cuidar de sus tres hijos tras quedarse viuda, por lo que se mudará al hogar familiar (del que, muy convenientemente, se van su padre y resto de inquilinos) junto con su hermana Stephanie y Kimmy Gibbler, amiga de D.J. y ahora madre de una niña y separada. Aunque de vez en cuando los tres protagonistas de Padres forzosos se dejan caer por los capítulos, el núcleo duro de la serie son las tres mujeres y los niños, y las situaciones fruto de la convivencia diaria a las que da lugar la coexistencia de tan dispares clanes.
Es decir, si a Madres forzosas se le quita la nostalgia de Padres forzosos, el asunto se queda en una comedia familiar de los noventa emitida en 2016. Sin embargo, las cifras deben compensar (la expectación por el regreso era muy importante) y, solo cinco días después de colgar la primera temporada en su plataforma, Netflix ya la ha renovado para una segunda entrega.
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