Todo un experimento
Pierre Lemaitre disfruta de lo lindo rompiendo convenciones y jugando con ellas porque las conoce bien
Lemaitre disfruta de lo lindo rompiendo convenciones y jugando con ellas porque las conoce bien y maneja los géneros con la habilidad de un prestidigitador. Es un maestro también en la concepción de sus narradores, siempre ungidos con el aceite de la ironía y del desapego y adoptando tonos y puntos de vista singulares (“Qué curioso, la escena está como en suspenso”).
En Rosy & John (suenan a Bonnie & Clyde) hay un personaje central, el lunático Jean Garnier, que hace estallar un obús y pretende que exploten otros seis más en el centro de París, pero no hay duda de que los protagonistas son el narrador y el policía Verhoeven, ambos sumamente insólitos y el aliciente principal de la novela junto con la literatura misma, entendida de forma lúdica y muy presente por medio de la transgresión de los códigos compartidos con el lector, la manipulación del género policial, el pastiche, el estilo indirecto libre (tan literario), ¡el autor convirtiendo a su protagonista en persona a la que debe convencer para que protagonice la trama!, los guiños a Émile Zola, la novela rosa y el folletín, tan caro a Lemaitre, al describir la biblioteca del delincuente, o las nóminas de escritores que el autor incluye en los agradecimientos porque dice haber contraído deudas con ellos: Proust, Carson McCullers, Pasternak o Muñoz Molina en Alex; Bernanos, García Márquez o Ishiguro en Nos vemos allá arriba. Bautiza con nombres propios de mujer las novelas de la tetralogía de su estrafalario detective de metro cuarenta y cinco, el comandante Camille Verhoeven, Irène, Alex, Rosy & John y Camille: un guiño a la tradición del realismo de Emma (Bovary), Eugenie (Grandet) o Jane (Eyre).
Se advierten sutiles referencias a la creación (“es 20 de mayo […] y, con un poco de imaginación, podríamos creer que estamos en julio”, “demasiado talento para ser policía; pero no el suficiente para ser artista”). Y guiños a su propia obra tampoco faltan, no en vano su literatura es un juego con la literatura, y que el amigo Garnier haga estallar precisamente obuses de la Primera Guerra Mundial es una broma que Lemaitre quiere gastarse a sí mismo a costa de Nos vemos allá arriba (2013), la novela con la que ganó el Premio Goncourt.
En sus novelas policiacas se diría que la literatura feliz vence siempre al crimen feroz, y ya en Irène jugaba a que el caso que Verhoeven tenía que investigar se había inspirado en pasajes de American Psycho, de Easton Ellis, o de La dalia negra, de Ellroy. Y reviste cierto interés saber que Rosy & John es la adaptación al papel del folletín digital que Lemaitre publicó en SmartNovel en 2012 con el título de Les grands Moyens. Nos lo confiesa el autor al final, “los episodios no debían sobrepasar las tres páginas de una pantalla, el tiempo que pasa un parisino en el metro entre dos transbordos”. Un fantástico experimento de literatura recreativa con perturbado al fondo.
Rosy & John. Pierre Lemaitre. Traducción de Juan Carlos Durán Romero Alfaguara. Madrid, 2016. 155 páginas. 16,90 euros
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