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Furious Monkey House, la música no tiene edad

Un grupo de cinco niños 'rockeros' protagoniza el próximo Matinal de EL PAIS

Los miembros de Furious Monkey House.
Los miembros de Furious Monkey House.

Al escuchar los temas de Run, el primer disco del grupo Furious Monkey House, cuesta creer que cinco de sus seis integrantes sólo tienen entre 11 y 13 años. El único que supera la mayoría de edad es Gonzalo Maceira, el mono furioso que además de ser el bajista de la banda es el profesor de estos chicos de Pontevedra. Lejos de tener un papel autoritario, el suyo es más el de hermano mayor de Mariña (voz), Amaya (teclado), Manu (guitarra), Irene (guitarra) y Carlota (batería). Se nota en cómo les habla, en cómo les riñe y les increpa bromeando y con salero, mientras ellos ríen al escucharle. Son niños con mucho talento, pero niños a fin de cuentas, y Gonzalo es consecuente. “La idea es conseguir conciertos que nos aporten algo a nosotros, hacer todos los festivales posibles y no quemarnos en una gira de salas donde tengamos muchas horas de furgoneta porque ya curran mucho. Yo siempre les pregunto qué es lo que quieren hacer y eso hacemos”, explica Gonzalo.

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La música de Furious Mokey House bebe del auténtico pop-rock de los noventa, y bandas como R.E.M, Pixies, Distillers o Alanis Morissette han sido clave en su desarrollo artístico. “Es importante tener buenos referentes y aprender de otras personas. Todos somos muy fans de Foo Fighters, y en los ensayos hablamos sobre los miembros de las bandas que nos gustan”, afirma el profesor de los chicos.

Llama la atención que Gonzalo no muestre su cara, siempre escondida bajo una careta de mono (de ahí el nombre del grupo y el apodo del bajista). “Tengo debilidad por los primates (Irene ríe al oír esto) y mi juego favorito, al que más veces he jugado, es Monkey Island. Así que el nombre del grupo tenía que hacer referencia de alguna forma a este animal, además estos chicos también son muy ‘monos’”, aclara Gonzalo. La libertad para crear y expresarse es un pilar fundamental en la educación musical de este grupo. “La técnica es una parte importante porque te da las herramientas necesarias para ser creativo, pero machacar mucho puede hacer que un niño acabe odiando la música”, apunta Gonzalo.

La banda, que empezó como un experimento de este profesor, surgió al juntarlos a todos en un taller de creación musical. Gonzalo quería probar y ver qué es lo que eran capaces de hacer juntos. Ninguno de los muchachos se conocía de antes, pero la conexión entre ellos fue inmediata. “El primer sorprendido fui yo. Salió de forma natural y espontánea, y espero que eso no se pierda porque fue muy bonito. No hay truco, aprendimos juntos a hacer canciones y tardamos un año en acabar el disco. Todo lo hicimos con mucho cariño”, afirma el bajista. Los temas los componen entre los seis y han grabado parte de su disco, Run, en el mítico estudio londinense, Abbey Road. “Fuimos 24 personas allí y grabamos guitarras, percusión y voces. La otra mitad del disco se grabó en el estudio Planta Sónica (Pontevedra)”, cuenta Manu.

Este grupo es una prueba más de que la música no entiende de edades. Los más pequeños pueden disfrutarla tanto como los adultos si se les da la posibilidad de hacerlo. “Los Matinales me parecen una propuesta muy interesante, así todo el mundo puede disfrutar de la música en directo. Me parece injusto que sólo puedan hacerlo los mayores de edad”, asegura Irene. “Lo que está claro es que todos sentimos la música y debería ser un derecho fundamental poder acceder a ella”, concluye Gonzalo. Queda poco tiempo para que den su primer concierto en Madrid, al que podrán asistir personas de todas las edades, y se muestran emocionados. El sábado 13 de febrero estarán en el madrileño Teatro Lara, en el segundo de Los Matinales organizados por EL PAÍS.

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