La herida restañada
En un acto de justicia larguísimamente demorado y décadas después de que su autor la finalizara, 'Juan José' se ha representado por fin sobre un escenario
En un acto de justicia larguísimamente demorado –justicia póstuma, de hecho– y décadas después de que su autor la finalizara, Juan José se ha representado por fin sobre un escenario. Pablo Sorozábal la concluyó en 1968, pero nadie iba a ponérselo fácil entonces para que consiguiera estrenarla, habiéndose alineado como había hecho siempre con los perdedores de la Guerra Civil. Diez años después, en una democracia aún en mantillas, parecía llegado ya el momento oportuno para lavar la afrenta, pero de nuevo arte y política trastabillaron y el proyectado estreno quedó en agua de borrajas en medio de un amargo cruce de resentimientos mutuos.
'Juan José'
Música de Pablo Sorozábal.
Con Carmen Solís, José Ángel Ódena, Silvia Vázquez y Milagros Martín, entre otros.
Orquesta de la Comunidad de Madrid.
Dirección musical: Miguel Ángel Gómez Martínez.
Dirección escénica: José Carlos Plaza.
Teatro de la Zarzuela, hasta el 19 de febrero.
Juan José se oyó finalmente en versión de concierto en el Kursaal de San Sebastián, la ciudad natal del compositor, el 21 de febrero de 2009, pero esto tampoco habría dejado satisfecho a Sorozábal, compositor teatral por antonomasia. Han sido necesarios varios años más para que suba a las mismas tablas en que habría debido representarse en 1978, apagados ya todos los rescoldos y muertos ya todos los protagonistas de aquel desencuentro. Y la primera conclusión que puede sacarse es que Sorozábal no tenía razón cuando afirmaba que Juan José era la mejor de sus obras, un privilegio que quizás haya que reservar para Adiós a la bohemia. Es una obra que, aun en silencio, ha envejecido mal y que ahora escuchamos sin duda con oídos muy diferentes que en 1978.
El que él mismo bautizara como “drama lírico popular” (y “popular” tiene al menos dos acepciones, como sabemos) parte de un libreto dramática y literariamente demasiado endeble, escrito por el propio compositor a partir de la obra teatral homónima de Joaquín Dicenta, que conoció un éxito colosal en su momento. Retrata a personajes perdedores, atrapados en una espiral de miseria y desesperanza, con un fondo de crítica social que hoy se revela demasiado ingenuo. Con muy buen criterio, el Teatro de la Zarzuela ha decidido ofrecer sus tres actos seguidos, sin intermedios, comprimiendo en algo menos de dos horas el desarrollo del drama.
Apenas hay en la música destellos melódicos del gran Sorozábal, que quiso componer una obra sombría, dramáticamente concentrada, sin coro, pero que no logra ahondar, ni con el libreto ni con la música, en la psicología de sus protagonistas. José Carlos Plaza, rodeado de su grupo de leales habituales (Paco Leal, Pedro Moreno, Denise Perdikidis), ha reducido también al mínimo escenografía y movimiento escénico, lo que es un acierto. Predomina el negro, salpicado de brochazos blancos que emulan la nieve y el hielo, con el rojo apagado del vestido de Rosa como casi único apunte de calor y optimismo.
Del reparto destacaron los dos protagonistas, José Ángel Ódena y Carmen Solís, arropados con suficiencia por el resto del corto reparto. Pero la representación flaquea seriamente por la falta de pulso teatral en la orquesta, comandada con su característica rigidez por Miguel Ángel Gómez Martínez, más pendiente de sobreindicar con su mano izquierda las entradas a los cantantes que de hacer sonar bien a sus instrumentistas. En una música tan directa como la de Sorozábal, sin grandes complicaciones rítmicas ni armónicas, lo que procede es arropar con libertad a los cantantes, cuidar los timbres y graduar las tensiones. El granadino miraba más, en cambio, hacia arriba que a su alrededor, descuidando el foso, el mismo que tantísimas veces ocupara Miguel Roa, fallecido el pasado jueves, y a cuya memoria se dedicó el estreno, con otro recuerdo emocionado para el gran crítico Carlos Gómez Amat, que también acaba de dejarnos: un nuevo acto de justicia. Ahora que ya han dejado de supurar las viejas heridas, es momento de que Juan José eche a andar y se defienda por sí sola.
Babelia
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