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ARTE

Los espacios infinitos

En sus dibujos y fotografías, la artista india Nasreen Mohamedi renunció a todo menos a la línea. Su obra es intensamente abstracta, de un equilibrio soberbio sintaxis de horizontes

Sin título, 1970, de Nasreen Mohamedi.
Sin título, 1970, de Nasreen Mohamedi.

Para abordar el trabajo de Nasreen Mohamedi vale más alejarse del inmanentismo de las leyes kantianas sobre la belleza, pues el arte de esta autora india es el de un ser humano incansablemente activo que se abre paso hasta los escondrijos más recónditos de la naturaleza para descubrir una versión interior de sí misma, su identidad imaginaria.

Nacida en Karachi en 1937, cuando la ciudad pertenecía aún a la India unificada bajo el Raj británico, Mohamedi estudió en Londres, completó su formación en París y, hasta que sus fuerzas se lo permitieron, recorrió con su cámara fotográfica varios continentes. Fue, junto a Zarina Hashmi, la primera mujer musulmana que se dedicó a las bellas artes en la India moderna. Murió demasiado pronto, a los 53 años, víctima de una dolencia cruel y paralizante que la obligó a trabajar como una escriba: renegó del caballete, del lienzo y de los colores cálidos de su entorno, renunció prácticamente a todo menos a la línea. La línea fue, además de su columna vertebral, la estructura de su cotidianidad. Con ella y a través de ella quiso abarcar el mundo entero. Cada imagen lograda era primero un desgarro, después una fantasía de consuelo que implicaba una curación.

La obra de Mohamedi es intensamente abstracta, de un equilibrio soberbio, lúcida, una maravillosa sintaxis de horizontes. Pero su elegancia no es una cuestión de estilo. Sobre la fragilidad del papel, reducía al mínimo los elementos innecesarios para forjar una imagen contemplativa. Sus dibujos geométricos son verdaderas lecciones de óptica y perspectiva, técnicas que aprendió a partir de sus experimentos fotográficos en plein air y en el cuarto oscuro. Cualquier motivo que poseyera un ritmo lo convertía en recurso: el océano que tanto amaba cerca de su casa familiar en Bombay y años más tarde en Baréin, la actividad de las olas, las líneas onduladas que se forman en el lecho del desierto, las ciudades del Rayastán, el austero vacío de los elementos arquitectónicos de la cultura islámica o el reflejo de la luz nocturna sobre el mar. Todo su trabajo es una indagación sobre el espacio desde la música, un diagrama delicado e impalpable de su vida interior.

Sin título, de 1975.
Sin título, de 1975.

La amplia retrospectiva que le dedica el Museo Reina Sofía descubre, por primera vez en España, los fragmentos verificables de una vida no alienada que nos llegan, en unos momentos de regocijo del arte triunfal y de modas efímeras, como el reverso de una mercancía capaz de reintegrar nuestra mirada en un espacio de fuga tan poco frecuentado, el que aúna modernidad artística e islam.

Dibujos y fotografías resisten toda interpretación racional, pues si son una unidad sincrónica y una conclusión estética, ¿cómo conceptualizar lo que es puramente intuitivo? La clave está en la retícula, la compacta y adecuada estructura interna que la artista imprime a cada percepción, una cualidad que reclama una vinculación fraternal con autoras que adoptaron una concepción no formalista de la geometría y que a lo largo de estos últimos años han ocupado también un sitio en la colección del Reina Sofía: Gego, Mira Schendel, Lygia Pape, Lygia Clark, Elena Asins y Hanne Darboven. En este sentido, las estructuras y redes de Mohamedi son tan importantes como el hueco que dejan, por mínimo que sea: una construcción del deseo como cosa en sí misma y en perpetuo desplazamiento.

Mohamedi invocó con su obra los espacios infinitos de un mundo extraño entre otros muchos, y lo hizo al precio de una disciplinada observación. Pero en ese acto laborioso negoció un acuerdo con su imaginación. Ella fue un petit prince; y su estudio, en la bella y culta ciudad india de Baroda, donde trabajó hasta su muerte, su pequeño planeta. Su cáscara de nuez.

Sin título, de 1975.
Sin título, de 1975.

Nasreen Mohamedi. La espera forma parte de una vida intensa. Museo Reina Sofía. Hasta el 11 de enero.

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