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MÚSICA

Solo en casa

Joaquín Pascual factura, atrincherado en su estudio casero, el álbum más sugestivo e hipnótico de toda su carrera en solitario

Joaquín Pascual.
Joaquín Pascual.

Decía Lou Reed, cuando enfilaba la madurez de su obra más crepuscular (entre 1989 y 1992), que en la vida hay algo de magia y también algo de pérdida en todo aquellos que tocamos. La pérdida es, pues, inherente a la vida, y la magia viene a compensar esos momentos en los que la privación abrupta de aquello que tan imprescindible nos parecía (no solo seres queridos, sino estados de ánimo, fases de etapas vitales que no volverán) se hace más patente que nunca. Joaquín Pascual también considera que la magia es necesaria para sobrellevar el manto gris de la cotidianidad. De hecho, él es el primero que saca a relucir el término cuando le consultamos (vía telefónica) si Una nueva psicodelia (Subterfuge, 2015), el cuarto álbum a su nombre, alberga alguna clase de connotación irónica al respecto de ese periódico revival (el auspiciado por Dave Fridmann y sus producciones para Mercury Rev o Flaming Lips hace tres lustros; el alentado por Tame Impala y la nueva cohorte de bandas australianas en las últimas temporadas) de unos modos de hacer que se remontan hasta la misma irrupción del LSD, hace cosa de cinco décadas: “El título no hace referencia a la psicodelia musical, sino a la visión caleidoscópica de lo que tú ves y de lo que quieres ver, el efecto que produce esa visión lisérgica o tripiosa de las cosas, que se puede traducir en una forma de ver diferente, coloreada a tu manera y dándole una magia diferente”.

Una nueva psicodelia se ha gestado a fuego lento, a lo largo de dos años desprovistos de las presiones que comporta disponer de un estudio alquilado por días

Enfilar la realidad de frente, a porta gayola y sin parapetos o esquivar la mundana existencia creando un mundo paralelo: ambas opciones son perfectamente legítimas si uno quiere resistirse a asumir que, como decían Los Enemigos, la vida mata. Así que el veterano músico albaceteño, pieza fundamental de los Surfin' Bichos de 1989 a 1994 y líder de los también esenciales Mercromina de 1995 a 2005 (cuya gira de reunión dio recientemente sus últimos coletazos), ha afrontado su cuarta entrega en solitario (tras la fugaz aventura de Travolta, de 2007 a 2009) desde un prisma más casero que nunca. Atrincherándose en su propio estudio ante un entorno cada vez más hostil (el de la festivalocracia rampante y el minoritario aprecio por el artesano de la canción) y rodeado de todo un arsenal de teclados analógicos, de reciente adquisición. ¿Estamos, pues, ante un trabajo que sublima el escapismo? “Se puede decir que sí, porque lo que me inspira es un intento de evasión, de abrir una puerta y mostrar las cosas como tú quieres que sean, aunque sea una pequeña mentira. El trasfondo puede ser un poco amargo u oscuro, ya que miras a tu alrededor y ves muchas cosas que no te gustan, y la sensación que te transmite el día a día es un poco pesada, pero la sensación que producen las canciones trata de apartar toda esa negatividad”.

Joaquín Pascual.
Joaquín Pascual.

Una nueva psicodelia, con colorista y lisérgica portada a cargo de Joaquín Reyes, se ha gestado a fuego lento, a lo largo de dos años afortunadamente desprovistos de las presiones que comporta disponer de un estudio alquilado por días. El riesgo de trabajar en casa, por contra, era caer en la dispersión propia de dinámicas poco metódicas, como la que el músico asume como propia: “No compongo canciones de forma constante ni con mucha disciplina, me dejo llevar por las canciones y por los instrumentos que tengo, pero casi por inercia. Y no escribo a diario, me tengo que centrar durante un periodo de tiempo, de hecho hay muchos bocetos y fragmentos de canciones en este disco que son de hace un año y medio”, reconoce. Así que el componente casero de la grabación, apenas asistido por su hija Ángela Pascual a la guitarra y ya rematado al final en el estudio de Paco Loco, supone la gozosa concreción de un proceso inédito para él: “Otras veces he intentado grabar en casa pero al final corres el riesgo de acabar volviéndote un poco loco grabando y regrabando, y acabar perdiendo el norte y sin saber muy bien a dónde vas. Nunca había grabado un disco en casa y siempre he tenido el estudio igual que ahora, tal y como lo tengo. El impulso me lo dio el hecho de que compré sintetizadores antiguos con algo del dinero que saco con la música, porque también quería construir un universo sonoro así, y abrir el espectro hacia este mundo un poco más sintético”, explica.

Ese universo se plasma en una suerte de depuración de estilo en la que menos es más, con canciones de una extraña melancolía, como 'Te lo pinto lunático' o 'Rick y Rachel', en las que la austeridad de los teclados analógicos sepulta a las guitarras, pero al mismo tiempo rescata una vis emotivamente humana, quizá la más valientemente descarnada en toda la trayectoria en solitario de Pascual. Su versión menos encorsetada, y a la vez la más certera. La que tiene más claro el concepto global de su propuesta y el vehículo para transmitirla: canciones con un poder de sugestión casi hipnótico, coronando una nueva cima en su trayecto en solitario. Él concede que esa depuración puede ser tal, aunque en el pasado fue más bien al contrario: “También me gusta la música muy armonizada y con muchos planos, de hecho la forma de construir sumando y sumando capas era el punto magistral de Mercromina: si nos faltaba algo, siempre echábamos más capas. Siempre poníamos, nunca quitábamos”, contrapone. Más que a un plan determinado, él atribuye esa extraña cualidad al instrumental escogido: “Los instrumentos analógicos, cuyos modelos me interesaba recalcar (como constaba en los créditos de los discos de Spiritualized, en los que me parecía muy guay saber cuáles eran), llenan mucho, te dan una personalidad diferente al mundo digital, y dan una musicalidad muy grande aunque utilices pocos: solo con una línea de teclado llenas algunas canciones, pero es la propia sónica de los instrumentos la que me ha dado esto”.

También su forma de cantar se nota más resuelta que en anteriores entregas, presta a gozar de un primer plano, y no embutida entre el amasijo instrumental. Consecuencia de que “en los últimos discos he ido acostumbrándome a mi voz, ya que en Mercromina estaba muy enterrada, y me he envalentonado un poco para ponerla más en primer plano: el grabarlo en casa también te da cierta seguridad, claro”. La traducción al escenario de Una nueva psicodelia tendrá lugar ya a principios de 2016, pero Joaquín Pascual, cada vez más habituado a rodar su repertorio sin sostén grupal, no cierra la puerta a ningún formato: “Mi idea es montar el repertorio y trasladar todo lo que tiene dentro con banda, pero no limitarme a eso, sino también abordar el formato dúo, tal y como he hecho con mi hija (Ángela Pascual) en conciertos recientes. Estas canciones permiten tocar en formato pequeño también, y de esa forma apreciar el origen de las canciones”.

Una nueva psicodelia está editado por Subterfuge. Joaquín Pascual lo presentará el 12 de enero en El Sol (Madrid) y el 29 de enero en Music Hall de Barcelona, con Fernando Alfaro.

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