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UNIVERSOS PARALELOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La canción de los suicidas

Diego A. Manrique
Imagen del compositor Rezső Seress.
Imagen del compositor Rezső Seress.

Es un mito que convendría liquidar: seguro que han oído hablar de la canción húngara que tenía (tiene, insisten algunos) el poder de empujar al suicidio, tanto en la versión original —Szomorú vasárnap, es decir, Triste domingo—como traducida a otros idiomas. Se han hecho películas al respecto; aparte, resulta material irresistible para los Iker Jiménez de este mundo. Y eso que ha sido desmontado una y otra vez, recientemente en estas páginas.

Sobre una melodía compuesta por el pianista Rezsö Seress, la letra de Szomorú vasárnap (1935) narra el mórbido desconsuelo de un hombre que entierra un domingo a su amor. Desde entonces, sus domingos son puro sufrimiento. Finalmente, échale la culpa a Poe, convoca al fantasma de la difunta para que pueda ver que también él es sepultado en un “triste domingo”. La adaptación al inglés se llamó Gloomy Sunday (algo así como Domingo tenebroso) y alcanzó la inmortalidad con la sombría lectura de Billie Holiday, en 1941. El letrista, Sam E. Lewis, modificó el drama primigenio, como si fuera un guion de serie B: añade una coda, según la cual el/la cantante despierta y todo ha sido un mal sueño; la persona amada duerme plácidamente a su lado.

Desde la segunda mitad de los años treinta, se publicaron reportajes alarmistas, que señalaban que la canción invitaba a quitarse la vida a oyentes particularmente deprimidos, historias tremebundas envueltas en neblina cuando se esperaba encontrar detalles. Con todo, el runrún resultó tan poderoso que hasta fue prohibida por la BBC; corría 1941 y la Tía Beeb, como era conocida coloquialmente, no quería programar nada que pudiera desequilibrar el esfuerzo bélico de los británicos.

Hoy, con lo que sabemos de la industria musical, intuimos que aquello fue una campaña promocional que se pasó de frenada. La exageración —ahora diríamos, el hype— resultaba evidente: se hablaba de cadáveres rescatados del Danubio, suicidas cuyas manos ¡aferraban la partitura de Szomorú vasárnap! Indirectamente, ese detalle imposible sugiere que un song plugger (experto en colocar canciones en el repertorio de solistas y orquestas) se dejó llevar por la fantasía. De ser así, logró su cometido. Como Gloomy Sunday, la pieza ha alargado su vida natural con abundantes versiones. En muchas ocasiones, han venido firmadas por artistas con cierta fama de transgresores: Serge Gainsbourg, Lydia Lunch, Marianne Faithfull, Marc Almond, Sinéad O’Connor, Diamanda Galas, Kronos Quartet, Christian Death.

Ahora, la compañía berlinesa Pirahna Records da una vuelta de tuerca a semejante leyenda urbana, confeccionando una antología llamada Hungarian noir, que contiene 12 versiones del fatídico tema. Aparte de la original y la de Billie Holiday, todas son nuevas y pertenecen a artistas encuadrables, para entendernos, en la world music. Se perpetran audacias raperas (GOG), se hacen carnosas recreaciones instrumentales (Manolito Simonet, Chango Spasiuk) y, en general, se prolonga la vida turbia de Gloomy Sunday. Porque el verdadero secreto es que no se trata de una gran canción. Por lo menos, en origen: estática y plomiza, no pasa de una exhibición de narcisismo centroeuropeo.

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