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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A por ellos

También me pregunto si a los señores que cometen adulterio les someten a la misma barbarie letal que a las mujeres infieles, o bien les hacen una fiesta por ser tan machos

Carlos Boyero

Veo en La Sexta la imagen de unos señores barbudos que lanzan piedras a una especie de tumba. Imagino que para no herir la sensibilidad del espectador (los informativos recurren a ello sistemáticamente, especialmente en Telecinco, que presta cívica y concienciada actitud a la crónica de sucesos espeluznantes, y líbreme el Señor de pensar que son conscientes de que el morbo genera tanta audiencia como otras diversificadas basuras) han pixelado la imagen del ser humano al que están lapidando. Cuentan que es una mujer afgana de 19 años. ¿Y qué hizo ese ser diabólico para merecer ese infierno medieval? ¿Era bruja, mató a sus hijos, devoró el corazón de sus padres? No, me informan de que cometió el peor de los crímenes en ese mundo de bestias. Fue adúltera, folló con alguien que no era su marido.

Y me pregunto si los que clavan con saña piedras en el cuerpo de esa pobre tía hasta reventarla pertenecen a la familia del cornudo o desconocían a su víctima, cobran dinero y especies por ello o Alá les proporcionará cuando llegue la Parca un pasaporte para instalarse lujosamente en los ríos de leche y miel. También me pregunto si a los señores que cometen adulterio les someten a la misma barbarie letal que a las mujeres infieles, o bien les hacen una fiesta por ser tan machos.

Empalmo esas imágenes con las de la manifestación contra la violencia de género. Y creyendo firmemente que la vileza y el sadismo físico y mental está instalado en hombres y mujeres, que pertenece a la condición humana, constato que son los hombres los que asesinan a sus mujeres, actuales o que alguna vez lo fueron, por venganza o porque tienen el corazón partío, por celos o porque el alcohol les vuelve locos, o simplemente porque ellos son el poder, porque les sale de los genitales. Habría que concederles permiso de armas a las amenazadas, violadas, acorraladas. Y una pensión vitalicia y una placa de honor por cargarse a sus maltratadores.

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