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¡Dejadnos entrar!

Aragón, Castilla La Mancha y Madrid prohíben la entrada de menores a salas de conciertos El movimiento ¡Queremos entrar! pretende cambiar la norma en Madrid, líder en recitales

Carmen Pérez-Lanzac

Era verano y Celia se aburría en casa. Decidió descargar Juno, una película sobre una adolescente que se queda embarazada, y se puso a verla en la tableta de su madre. La conmovió con esa excitación con que te remueven las películas las primeras veces. Varias melodías del filme se le quedaron en la cabeza. Se compró la banda sonora y de ahí llegó a Belle & Sebastian, autores de las canciones que más le habían gustado. "Sentía algo en el pecho. Como cuando estás agobiada, pero en realidad piensas ¡qué bonito!". Celia Dosal viste elegante, con un toque antiguo, el pelo liso bien peinado y un bolso hecho con un vinilo que es una declaración de intenciones: “Me encaaaaanta la música”. Tiene 17 años. El próximo 14 de noviembre Belle & Sebastian, que es desde hace tres años su grupo preferido, tocan en Madrid [la banda anuló finalmente su gira europea]. "Y no podré verles", dice con un poco de rabia, pero también con aceptación porque en su comunidad, Madrid, los menores tienen prohibido ver conciertos en salas en las que se venda alcohol desde que tiene memoria.

En Aragón, Castilla La Mancha y Madrid, los menores de 18 años tienen expresamente prohibida la entrada a salas de conciertos (excepto en las sesiones para menores de edad). “No pueden entrar ni acompañados por sus padres”, dice Tomás Gómez, presidente de Aragón en Vivo, la Asociación de Salas de Música en Directo de Aragón. En el resto de España, los mayores de 16 años tienen permitida la entrada. Para los menores de esa edad, la normativa varía. En Canarias, Cataluña, La Rioja y Baleares se les permite la entrada siempre que vayan acompañados de sus padres. El motivo de la prohibición es protegerlos de los efectos del alcohol, "aunque suponga cercenarles el placer de ver un concierto", dice el periodista Ángel Carmona, conductor de Hoy empieza todo, en Radio 3.

En Aragón, a pesar de la prohibición que impide entrar a los menores, la normativa se aplica de distinta forma en cada sala. En La lata de bombillas, de Zaragoza, Javier Benito lo hace más laxamente. “Hace dos semanas tocaron los Sexy Zebras y tres adolescentes intentaron entrar. A la primera le faltaba una semana para cumplir 18 años y venía acompañada de su novio, mayor de edad. No le permitimos entrar. Los otros dos venían acompañados de sus padres y sí les permitimos entrar”. Sin embargo, en la comunidad con más bolos de España, Madrid, con 13.000 al año solo en salas de música en vivo, la ley se aplica férreamente por miedo a multas que van de 6.000 a 600.000 euros e incluso al cierre de la sala.

En Aragón los menores de 18 tienen prohibida el acceso a conciertos, pero algunos locales son más laxos

La norma se creó en 2002 de la mano del Gobierno de Alberto Ruiz-Gallardón, que prohibió la entrada a los menores en discotecas, salas de fiesta y también en salas de concierto en las que se vendiera alcohol. En 2008, a raíz de la muerte del joven Álvaro Ussía, de 18 años, a manos de un portero del balcón de Rosales, se endurecieron las sanciones. En 2012, la muerte de cinco jóvenes (una de ellas menor) en Madrid Arena por aplastamiento debido al desbordamiento de la capacidad del lugar durante un festival de música tecno, las endureció aún más. Las salas de conciertos no eran el objeto de la prohibición pero son su efecto más visible y el que más les duele. “No me importaría ir con mis padres o ponerme una pulsera para que los camareros no me vendan alcohol como se hace en Cataluña con tal de entrar y ver a los grupos que me llenan”, dice Celia.

Ella y seis cinco jóvenes de entre 17 y 21 años, han lanzado en Madrid el movimiento ¡Queremos entrar!, que busca modificar el artículo 25 de la Ley de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas de la Comunidad de Madrid y les permita vivir la música en vivo. Se conocieron en septiembre, cuando el centro de creación contemporáneo Matadero los seleccionó para crear la programación del festival para adolescentes Festeen. El grupo de comunicación organizó el domingo 4 de octubre una mesa redonda para tratar del tema, y esa misma tarde crearon la web del movimiento, queremosentrar.com.

No la han lanzado solos, sino apoyados por promotores (como Juan Santaner, de industrias bala), periodistas (Ángel Carmona) y abogados. Especialmente importante es Patricia Gabeiras, doctora en Derecho a la cultura y, a su vez, promotora (es dueña de MatMad), que les está ayudando en las negociaciones con los partidos políticos. Antes, con el Partido Popular en mayoría absoluta, el cambio era impensable. Ahora, con el cambio político en la Asamblea de Madrid, la decisión no depende como antes solo del PP. Los jóvenes, que aspiran lograr el cambio consensuado con los cuatro partidos, se han reunido con Podemos (el primero que los recibió), Ciudadanos y PSOE, que se han mostrado partidarios al cambio. Y el pasado jueves 29 de octubre pudieron hablar con el PP, que también se mostró abierto al cambio.

Los jóvenes de ¡Queremos entrar! aspiran a lograr el cambio en la norma por consenso de los partidos

Ángel Aranda, 18 años, alto como una cerilla, pelo bien negro, manos bien blancas, es uno de los miembros de ¡Queremos entrar! Es de un pueblo manchego de 15.000 habitantes, Campo de Criptana (Ciudad Real), y desde hace un año vive en Madrid, donde estudia Periodismo e Historia. “Moría por ver a tantos grupos que conocía por Internet”, dice. "Conseguí una beca de la Fundación Telefónica para emprender y creé un programa de radio. Los primeros meses aún tenía 17 años, pero quería ver a Ellos, así que pedí una entrevista durante la prueba de sonido y ya me quedé dentro y los pude ver", sonríe. "Repetí la operación al mes con Dorian". Y su sonrisa se abre un poco más.

Alex Tena, de 21 años, es el líder del movimiento. Él vivió la consecuencia más cruel de la aplicación férrea de la norma: la imposibilidad de tocar en conciertos a los menores pues las salas les tienen que prohibir el acceso. "Ya no es que no puedas disfrutar de conciertos; es que no puedes ni tocar en directo", se duele. Tena, que tocaba en Sterosaurio, cuyos componentes tenían todos 17 años, recibió un día una llamada de la sala Siroco proponiéndoles tocar en la sala junto a otras bandas. Conocederos de la norma, decidieron aceptar y callar su edad. "Estábamos felices con la experiencia que se abría ante nosotros", dice. Tras el concierto, el dueño de la sala les pidió el DNI y los echó, eso sí, compungido. No pudieron ver al resto de bandas participantes.

Marcela San Martín es la responsable de programación de la sala El Sol, situada al lado de la Gran Vía. "Nuestra experiencia desde que se empezó a aplicar la norma es traumática", dice. "Que no se permita entrar a los menores va en contra de la cultura y del sentido común. Hace dos años, Mick Taylor, que fue guitarrista en los Rolling Stones, tocó en la sala y organizamos un concurso. La idea era que Mick entregara una guitarra al ganador durante el concierto, pero ganó un menor de edad y desgraciadamente no pudo ni disfrutar del concierto. Tuvo que recoger la guitarra durante la prueba de sonido y salir antes de que empezara a tocar".

Adrián Lattes, 17 años, con la cabeza coronada por rizos y miembro de ¡Queremos entrar!, es aspirante a músico. No pudo tocar en Madrid junto a su abuelo, el músico argentino Claudio Gadis. Lattes sabe bien que si quiere pisar un concierto tiene que hacer como muchos de sus congéneres: falsificar su carnet de identidad. "Y eso es lo que queremos evitar", dice. "Ahora, que nos hablen del derecho a la cultura pero que luego nos prohíban ver o tocar en un concierto es una contradicción de tal calibre…".

Unas horas después de la publicación de este artículo, la Comunidad de Madrid anunció un cambio en la ley

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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