Después de 20 años

Alguien llama al timbre. Brenda va a abrir; esquía sobre las baldosas enfundada en unas pantuflas después de atusarse el vestido y esponjarse los rizos. Abre, grita, se lleva las manos como en un rezo sobre la nariz, ríe, se emociona. Y deja pasar a quien acaba de llegar, y a quien nadie más ve. Brenda es Valeria Giorcelli (Buenos Aires, 1980), es también el único personaje tangible de Mis cosas preferidas, un monólogo escrito y dirigido por Macarena García Lenzi (también Buenos Aires, también 1980).

Una acrobacia actoral para La pensión de las pulgas, donde el público es parte del escenario. Ella, Giorcelli, sostiene durante casi una hora la atención en un diálogo imaginado con tres amigas a las que hace 20 años que no ve. Mira a los ojos de cuerpos inexistentes sentados a su izquierda, a su derecha, y enfrente. Sirve té, ofrece trufas, indica dónde está el baño. “La verdad es que cuando Maca me presentó el material yo pensé que no lo iba a poder hacer. Es muy jugado emocionalmente, paso por todos los estados… Eso me asustó en principio. Luego el hecho de hablarle a la nada y sostenerlo durante 50 minutos y que no se aburran. Creí que no lo íbamos a lograr”, recuerda la actriz.

El resultado es un viaje emocional por el pasado de los cuatro personajes que acaba desempolvando la razón por la cual nunca se volvieron a ver. Para la directora de Mis cosas preferidas esta es la obra de la que más ha separado su pasado. “Empecé a escribir cuando era adolescente porque quería dejar de ser yo durante un rato, y todo era melancólico, era una joven sufrida”, cuenta con sarcasmo. Sus otras piezas, Tripas corazón. Ni un primo, un amigo, nada… y Sangre de mi sangre, son tragicomedias con bordes sórdidos. “El que se ríe es el espectador, pero el personaje sufre mucho”.

Brenda grita, estalla en carcajadas, llora. Coloca cada taza y cada platillo en el centímetro exacto de la mesa, se exaspera y pide perdón al instante. Es una inestable perfecta. “Es muy inestable”, se ríe Giorcelli. Dar vida a ese personaje obsesivo y sí, trastornado, ha sido un ejercicio intenso de preparación. Durante un año, cuatro días a la semana, de tres a cuatro horas cada día. “Que funcione no ha sido nada mágico, ha sido mucho de prueba error, prueba error. Mucho error. Hasta que nos gustó lo que se armó”.

Eso que estructuraron se ha representado desde abril en Buenos Aires, y en octubre y noviembre, están en Madrid y Barcelona de forma alternativa. En La pensión de las pulgas, las funciones son los próximos 30 y 31 de octubre y el 1 de noviembre. Merece la pena sentarse frente a Brenda, dejarla que navegue por la amargura que la ha consumido durante 20 años, observarla en su intento por el perdón ajeno y el propio, y verla convencer de que, al otro lado de la mesa del café, hay tres mujeres más. Aunque no se vean.