El subdirector del Festival de Sitges es productor de una película a concurso
Mike Hostench, que sale en los créditos de ‘Baskin’, asegura que sólo apadrinó la película
La película turca Baskin es una de las perlas del Festival de Sitges. Precedida de un positivo recibimiento en sus proyecciones en la sección Midnight madness del certamen de Toronto y en el Fantastic Fest de Austin (Texas), donde su director, Can Evrenol, obtuvo el premio al mejor realizador debutante, hasta el mismo Ángel Sala, director de Sitges, la había mencionado como una de las dos películas más interesantes de la sección oficial a concurso del festival catalán, especializado en cine fantástico y de terror. Su proyección el domingo fue bien recibida por los aficionados, pero solo algunos de ellos se dieron cuenta de que aparece en los títulos de crédito, como productor ejecutivo, Mike Hostench, a su vez, subdirector del festival.
Llama la atención que el nombre del número dos de un festival aparezca en una de las 37 películas a concurso, que serán premiadas —o no— por un jurado elegido por el festival, aunque, obviamente, sea soberano en sus decisiones. Sala ha declinado realizar declaraciones a este respecto, pero Hostench sí ha explicado su cometido en Baskin: “Quiero aclarar que si mi nombre sale en el filme es por la generosidad del director. Yo no he tenido nada que ver en ningún aspecto económico del filme. Ni he tenido ni lo tengo”. Hostench define su labor como de apadrinamiento, ya que desde que vio el primer corto de Evrenol, To my mother and father (2010), decidió apoyar al director.
En 2013 el cineasta turco, nacido en Estambul hace 33 años, rodó Baskin, corto en el que se basa su salto actual al largo. “Entendí que era un proyecto interesante, incluso le busqué posibles productores catalanes, negociaciones que no cuajaron”. Finalmente, Baskin se filmó en el país natal del director. “Ni fui al rodaje”, cuenta Hostench, que sí apoyó este año a Evrenol en el mercado del cine del festival de Cannes. “Insisto, siempre en calidad de padrino”.
Desde la organización del certamen insisten en que sus contratos no son en exclusiva para trabajar en el festival. Además, inciden en que los miembros de su patronato fueron avisados de la presencia “honorífica” del nombre de uno de sus responsables en una película a concurso. ¿No hubiera sido mejor proyectar la película en una sesión especial y así ahorrarse las suspicacias por participar en la sección oficial? “Ángel y yo hablamos mucho sobre eso”, confirma Hostench, “pero finalmente decidimos que era castigar a una película de indudable calidad y de las más esperadas por los aficionados”.
El festival de Sitges depende de un patronato, presidido por el alcalde de la ciudad, y en el que están representados la Generalitat (a través del Institut Català de les Empreses Culturals); el Ministerio de Cultura (mediante el ICAA, Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales); la Fundación Sgae; los hoteles Melià —sede del evento—; los productores audiovisuales catalanes; TV3; el Gremio de hostelería de Sitges; la Academia Catalana de Cine; el colegio de directores de Cataluña, y la Asociación Catalana de Críticos y Escritores. El patronato elige al director (Sala cumple este año 15 ediciones en el cargo) de un certamen referente mundial en su género. Su presupuesto es de dos millones de euros, un 40% procedente de financiación pública y el resto, de publicidad y patrocinios.
Baskin muestra el descenso a los infiernos de una patrulla policial con cinco agentes que acaba dentro de un edificio donde se realizan sacrificios en misas negras. Con toques lovecraftianos, Baskin recibió además grandes aplausos en sus proyecciones cuando los policías, al inicio de su servicio, deciden apostar en un Barça-Atlético de Madrid a favor del equipo barcelonés. “Los catalanes me caen bien”, dice uno de los agentes. A continuación lee el Zaragoza-Girona y suelta: “Me gusta cómo suena Girona”. Evrenol explicó el domingo que esa conversación fue una improvisación entre los actores, que surgió espontáneamente.
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