Delicias holandesas
Era uno de los placeres (confesables) de visitar Amsterdam u otras localidades holandesas. Una vez instalado en el hotel, mi primera tarea consistía en hacerme con la última copia de la Oor pop-encyclopedie, un tomo que publicaba cada dos años la revista mensual Oor. Y acabo de descubrir que tal búsqueda ya no se podrá repetir: con la entrega nº 19, correspondiente a 2014, ha dejado de editarse.
Dado que mis conocimientos del neerlandés son limitados, cualquiera podría pensar que tal afán debe ser clasificado como una manía de musiquero loco. Y no. La Pop-encyclopedie ha sido el esfuerzo más continuado –casi cuarenta años- de organizar, sintetizar y jerarquizar el conocimiento sobre materia tan torrencial como la música pop. No conozco nada similar en el resto del mundo.
Los holandeses estaban perfectamente situados para tarea tan ciclópea. Siempre han tenido una potente escena musical propia, de la que apenas conocemos a los artistas que se expresan en inglés. A diferencia de muchos países europeos, no se tragan acríticamente los hypes lanzados por la industria pop británica; solían manifestar un gusto exquisito en su aproximación al rock estadounidense (no por casualidad fue allí donde, en 1972, los Beach Boys intentaron recomponer su delicado equilibrio interno, generando el disco Holland). Sus tiendas de discos ofrecían selecciones inteligentes; las de segunda mano, con ejemplares llegados de todo el planeta, eran uno de los secretos mejor guardados entre la secta de los coleccionistas.
Por su naturaleza de país de comerciantes, los holandeses conservan una visión cosmopolita. La Pop-encyclopedie incluía sonidos exóticos antes de que se inventara la marca world music. Europeístas prácticos, informaban de lo que se tocaba en el resto del continente. Abro la edición de 2014 y compruebo que sí, que allí está la habitual entrada dedicada al pop español (Spanje).
Las 19 ediciones de la Oor Pop-encyclopedie.
Los Países Bajos son melómanos. Sus 17 millones de habitantes sostienen una nutrida prensa musical. Oor ha sido la referencia en pop desde 1971 y su archivo resulta envidiable (allí se estrenó Anton Corbijn como fotógrafo); buena parte del material gráfico de la Pop-encyclopedie era original.
Conviene advertir que la Oor pop-encylopedie tenía algo de mamotreto. Se acercaba a los dos kilos y a las 600 páginas; en su ansiedad por encajar más datos, había desembocado en un diseño amazacotado, duro para lectores con carencias visuales.
Imagino la reacción de los nativos digitales: “semejante tomo no es necesario, hay más información en la Red”. Sin duda, pero la Oor pop-encylopedie colaba opiniones de los redactores, algo teóricamente imposible en la “objetiva” Wikipedia. Comparar dos ediciones consecutivas resultaba instructivo: imaginabas las encendidas discusiones a la hora de eliminar a determinados artistas para dar cabida a nombres recientes.
Quiero pensar que la Pop-encylopedie no ha sido derrotada por Internet. Que, en realidad, se ha rendido voluntariamente. La revista Oor ha apostado por convertirse en una plataforma multimedia y, aparentemente, la enciclopedia no sumaba visitas. Me parece imperdonable.
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