Figurinismo literario
La capacidad de componer imágenes de una potencia visual desacostumbrada es la gran virtud de Mariana Torres
Llamamos “cuento” a muchas cosas diferentes, de modo que parece necesario explicarle al lector, antes que nada, que los de Mariana Torres (Angra dos Reis, Brasil, 1981) no son casi nunca historias de aliento narrativo, sino estampas fantasmagóricas, visiones poéticas o textos surrealistas en los que lo onírico y lo intuitivo gobiernan la escritura. Un ejemplo de uno de los relatos muy breves que componen el libro: una chica vestida de lentejuelas y un caballo patinan sobre hielo en una pista encontrada en medio de la ciudad; giran, se juntan y se sueltan componiendo figuras. Fin.
Ésa es la gran virtud de El cuerpo secreto y presumiblemente de Mariana Torres como escritora: la capacidad de componer imágenes de una potencia visual desacostumbrada y perturbadora que en ocasiones recuerdan a los mejores recursos de Tim Burton, con quien la autora comparte ese tono de relato falsamente infantil que se vuelve terrible y desasosegante. Lo siniestro y lo cruel están presentes desde la ilustración elegida para la cubierta, que representa a una mujer ahorcada en un árbol de ramas gigantescas: un niño al que le crece en el interior un árbol, otro que tiene el corazón de piedra, una niña que vive dentro de un corsé de hierro, unos hombrecillos encerrados dentro de un terrario, un personaje que come una cabeza humana mientras se ve a sí mismo hacerlo, un individuo al que le estalla la pólvora por dentro, unos pájaros golondrina que al viajar hacia el invierno se congelan y se rompen en pedacitos, etcétera. Decenas de imágenes poderosas que casi siempre se quedan, a mi juicio, cortas de ambición porque están puestas al servicio de un simbolismo inexistente o hermético, de un relato que se alimenta sólo de ellas. De ese modo, Mariana Torres se convierte en una magnífica figurinista literaria que necesita ir más allá para redondear las emociones que están sólo apuntadas, como si fueran ejercicios preparatorios.
En todo el libro sobrevuela una idea vigorosa: la naturaleza orgánica, material, de nuestro pensamiento y de nuestra conducta. Somos el cuerpo que tenemos, parece decir Mariana Torres a través de sus personajes, o tenemos el cuerpo que muestra lo que somos. Es una propuesta poética que necesita de sensaciones, y la autora sabe crearlas.
Hay dos cuentos con un registro diferente (a mi modo de ver los mejores del libro) que permiten prever futuros caminos narrativos de Mariana Torres, a quien la juventud le concede aún mucha chance: “Todos los colores” y “En la cuerda floja”, que cierra el volumen. Son dos de los cuentos más largos y en ellos el componente irreal está dulcificado. Los dos hablan del amor y de la soledad, como muchos otros cuentos de El cuerpo secreto, pero lo hacen con unos modos menos mecanicistas y más aptos para llegar al corazón (no de piedra) de cualquier tipo de lector. De lectores sin tribu.
El cuerpo secreto. Mariana Torres. Páginas de Espuma. Madrid, 2015. 132 páginas. 14 euros
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