Cuarto millenium
Llega el cuarto 'Millenium', que no milenio, y mi primer pensamiento es para la era de las copias, imitaciones e imposturas que vivimos
Si han visto ustedes Cuarto milenio, sabrán que uno puede pasar el rato disfrutando de los chillidos de cerdos muertos que perviven en la atmósfera cerrada de un antiguo matadero. A ratos engancha como programa de humor y esta es la opción B una vez descartada la A, que es la de tomárnoslo en serio y enfadarnos por insultar nuestra tontuna, que no nuestra nunca suficiente inteligencia.
Pues bien. Llega el cuarto Millenium, que no milenio, y mi primer pensamiento es para la era de las copias, imitaciones e imposturas que vivimos. Pasar el rato tal vez podemos, pero creérnoslo es otra cosa.
David Lagercrantz ha escrito una nueva entrega de la saga del fallecido Stieg Larsson, como Sophie Hannah se puso en la piel de Agatha Christie en el último Poirot, Banville en la de Chandler en La rubia de ojos negros o la marca Harper Lee en la última Harper Lee. Con el espíritu de la franquicia que en cine tan bien ha funcionado para 007 o Star Wars.
Mientras las televisiones nos enseñaban ayer la maratón de lectura del cuarto Millenium en su estreno mundial, recuerdo la vibrante película The Ghost Writer de Roman Polanski. En ella, un escritor negro interpretado por Ewan McGregor debe escribir las memorias que firmará un personaje poderoso (un pseudo Tony Blair) encarnado por Pierce Brosnan. Y veo la ventaja de este giro en la tendencia: autores con su nombre y apellido, y no negros ocultos tras un cheque sin reconocimiento alguno, están escribiendo las obras de los demás. Claro que en este caso están muertos (o casi muertos).
Si lo pensamos un poco, la tendencia es global y no solo literaria en una era de imposturas en la que nada es lo que parece y lo que parece no lo es. ¿O no estamos en el tiempo en que la izquierda se presenta como centro, los refugiados como emigración, el cuasiperonismo del PP de Madrid como liberalismo y las elecciones como plebiscito?
En política, algunos ya no compramos. En literatura, está por ver.
Ya sabemos que en el universo Larsson los hombres no amaban a las mujeres. Ahora veremos si, en el universo de hoy, los lectores amarán o no las imposturas.
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