Cuéntame
Esta serie ha dado de sí un nuevo interés genuino por esa época que aún vivimos. Imanol Arias y Ana Duato han conseguido dar a la saga una unidad emocionante y rara, y ya es un clásico en vida


La vida es, diría Unamuno, amor y pedagogía. Ahora que le dicen adiós a Franco en Salamanca, démosle la bienvenida a Unamuno, que va a ser encarnado en el cine por José Luis Gómez. Gómez fue Azaña en el teatro, y lo clavó; y fue el Pascual Duarte del Cela de Ricardo Franco y lo clavó incluso en Cannes. Ahora será el centenario de Cela, en 2016. España es un país de grandes historias de las que España rehúye. La mezquindad mayor del partido gobernante, cuando no gobernaba, fue cuando se opuso a que la gente diera rienda suelta a su memoria. La memoria histórica fue presentada como una afrenta cuando tan solo era una restauración del alma herida.
Mientras circulaba esa estupidez insultante de los que se burlaron de la memoria ajena en la televisión del Estado, triunfaba una noble restauración de los tiempos más delicados de la posguerra, cuando se pasaba del franquismo al posfranquismo. Como es natural, todo lo que termina sigue de alguna forma en la continuación de la historia. De modo que en el posfranquismo siguió (sigue) habiendo algo (o mucho) de franquismo. Esa noble restauración de esa época, hasta los momentos actuales, es Cuéntame, que algún día tendrá su monumento pedagógico en España, pues ha ayudado, con inteligencia, a entender que no todo estaba atado, afortunadamente, y a saber que en los descosidos estaba la razón de ser de la lucha por una vida mejor.
Esa serie (uno de cuyos arquitectos, el escritor Eduardo Ladrón de Guevara, ha escrito la serie narrativa de esta semana en la Revista de Verano de EL PAÍS) ha dado de sí un nuevo interés genuino por esa época que aún vivimos. Imanol Arias y Ana Duato han conseguido dar a la saga una unidad emocionante y rara, y ya es un clásico en vida. Cuéntame es una aportación notable, pues ha mostrado un respeto por lo ocurrido que merece un aplauso de los que miramos lo que fuimos sin avergonzarnos de haberlo sido.
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