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CRÍTICA / LIBROS

Holmes tuvo a quién seguir

El detective Heller fue en 1871 el boceto de Sherlock 16 años después. Historia de dos precursores del género

Debido a la afición generada por la novela criminal ha empezado a prestarse particular interés a sus orígenes y varios expertos andan a la caza de las primeras novelas que puedan considerarse como tales. Balzac, Dickens, Wilkie Collins Gaboriau o Poe encabezan las listas de precursores, pero los dos libros objeto de esta reseña son principales candidatos, cada uno por un motivo diferente.

Maximilien Heller, publicada en 1871, es una recuperación singular porque el lector va a encontrar en ella un claro antecedente del gran mito de la novela de crimen y misterio: Sherlock Holmes. Estamos ante un detective (Maximilien Heller) que actúa solo, opera por deducción, es un misántropo, de carácter enérgico, que se encuentra deprimido y utiliza el láudano como estimulante; para mayor coincidencia, su aventura la relata un médico que se convierte en su amigo. La novela participa, como no podía ser menos por la época, de las características del folletón; es decir: nuestro detective utiliza su inteligencia, dotes de observación y deducción, sí, pero corre aventuras y es un maestro del disfraz. No hace lo que los detectives de la edad de oro, que no se manchan las manos, sino, como Holmes, todo lo contrario: se introduce en barrios o casas ajenas, arriesga su vida… y sale triunfante. Es más: se enfrenta a un diabólico enemigo, el doctor Wickson, un misterioso y escurridizo individuo con fama de científico excepcional que en realidad dirige una banda de maleantes. ¿Será necesario mencionar aquí a Moriarty?

Las coincidencias son tan notables que cabe pensar que Conan Doyle conociera la novela, publicada 16 años antes de la aparición de Holmes; sin embargo, la verdad es que por mucho que fuera así, quien fija el mito es quien lo crea y define en sus características de manera definitiva, y esto corresponde a Conan Doyle. Lo que no quita para que los admiradores de la figura del detective disfruten con las aventuras de Maximilien Heller y se admiren de las coincidencias y diferencias. Lo cierto es que Heller es un boceto y no un retrato acabado; la técnica de Heller se basa en que la justicia va de lo desconocido a lo conocido (y juzga) mientras que él va de lo conocido a lo desconocido. Hay en la acción de la novela más peligro que misterio en las escenas clave, y menos deducción; las descripciones se apoyan más en la acción que en la reflexión. El final es feliz y moralista porque Heller es un clásico moralista, y Holmes, en cambio, es más ambiguo y, por tanto, más moderno.

El misterio de Notting Hill se considera la primera novela de detectives, es decir: detective en todo el sentido de la palabra, por tanto, dedicado de lleno a ello, lo que le aleja de su antecesor Dupin, un aficionado diletante. El señor Henderson, el detective de la novela, es en realidad un agente de seguros que, como tal, trata de desentrañar unas muertes en las que están en juego una herencia y un seguro de vida. Y hay que reconocer que, en efecto, su actuación es la de un verdadero investigador. La intriga se mantiene en la línea del mejor Wilkie Collins (con secuestros, desapariciones, usurpaciones de personalidad, venenos, hipnosis, hermanas perdidas…), pero carece de la dinámica de Collins, porque el autor se aplica con método y minuciosidad a establecer todos los datos de la investigación a riesgo de ser repetitivo (y a veces lo es), pero la construcción del misterio es digna del mejor policiaco.

Aquí, la aventura es sustituida por la lógica, que es la que abre el misterio con precisión de cirujano. De hecho, el lector va intuyendo la clave del relato a medida que se acerca a la resolución y sabe; lo que interesa en este caso no es “quién lo hizo” sino “cómo se hizo” y qué va a suceder con el criminal; y tanto en esto último como en el desarrollo basado exclusivamente en declaraciones de testigos, el relato puede considerarse un antecedente del primer gran novelista y creador de la detective story, R. Austin Freeman (1861-1939), cuyo personaje principal, el médico forense doctor Thorndyke, es el más notorio representante del detective que basa su investigación en la pura lógica deductiva, lejos de toda intuición, por lo que describe el crimen desde el principio e, incluso, no tiene miedo a dejar ver al asesino en su transcurso. De él parte lo que será la edad de oro de la novela policiaca inglesa y americana.

Maximilien Heller. Henry Cauvain. Traducción de Eva González. dÉpoca. Asturias, 2015. 201 páginas. 21,90 euros.

El misterio de Notting Hill. Charles Warren Adams. Traducción de Concha Cardeñoso. Alba. Madrid, 2015. 200 páginas. 18,50 euros.

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