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MÚSICA

Arde Granada

La Fura dels Baus vuelve sobre Falla con una espectacular producción de 'El amor brujo' para clausurar el Festival de Música y Danza en la ciudad de la Alhambra

Luis Gago
Dibujo original de Carlus Padrissa para la 'Canción de la bruja fingida' de 'El amor brujo'.
Dibujo original de Carlus Padrissa para la 'Canción de la bruja fingida' de 'El amor brujo'.

Casi 20 años han pasado desde que La Fura dels Baus hizo lo que sus artífices califican como su “debut operístico” con una transgresora plasmación visual de Atlántida, la cantata escénica en que trabajó Manuel de Falla durante —asimismo— dos décadas y que quedó incompleta tras su muerte. Ahora vuelve La Fura a Granada, la ciudad en que vivió el compositor antes de su exilio argentino, para ofrecer su personal recreación de El amor brujo, una partitura con una turbulenta historia de metamorfosis y versiones diferentes. Y regresan de nuevo a una plaza: si aquel 23 de junio de 1996 fue la de las Pasiegas, a los pies de la catedral, en esta ocasión será la plaza de toros, que sustituye al inicialmente proyectado palacio de Carlos V, la que acoja la propuesta de Carlus Padrissa, ya curtido desde aquella lejana presentación en muchas batallas musicales. El espectáculo incluye no sólo fuego fatuo, sino también, cómo no, fuego real, y las fuertes restricciones imperantes en el recinto de la Alhambra han obligado a descender la mágica colina y trasladarse el próximo 10 de julio a la parte baja de la ciudad.

El amor brujo se estrenó hace ahora un siglo, el 15 de abril de 1915, en el teatro Lara de Madrid, donde se presentó como una “gitanería” de pequeño formato a partir de un texto de María de la O Lejárraga (aunque, con su aquiescencia, firmado oficialmente, como era habitual en la pareja, por su marido, Gregorio Martínez Sierra). Había nacido a la medida de Pastora Imperio, muy admirada como bailarina, pero casi unánimemente criticada en el estreno de lo que España Nueva calificó entonces de “una ‘espagnolade’, una exótica caricatura de costumbres españolas, que no parece hecha por españoles ni para España”. Aunque la música de Falla salió en general bien parada en otras críticas, al igual que sucedió con los decorados y el vestuario de Néstor, el artista canario, el espectáculo no funcionó y el compositor preparó posteriormente dos versiones de concierto. Pero el éxito definitivo de la partitura iría unido a otra mujer de ojos verdes, Antonia Mercé, La Argentina, que estrenó la versión de ballet en el Trianon Lyrique de París el 22 de mayo de 1925. Fue ella quien lo situó en la estela de los grandes espectáculos de los Ballets Rusos y quien se identificó hasta tal punto con Candelas, el personaje protagonista, que el propio Falla le escribió reveladoramente el 30 de agosto de 1929: “Piense también, admirada amiga, que usted y El amor brujo son, virtualmente, una misma cosa, y que así está reconocido por todos”. Los dibujos que realizaría la pintora rusa Natalia Goncharova para la cubierta y contracubierta de la partitura del ballet publicada por la editorial Chester contribuyeron a trascender el localismo original y a depositar la obra en la avanzadilla de la música de su tiempo.

Carlus Padrissa, director de escena, afirma que su montaje “quiere romper moldes igual que lo hicieron sus creadores”

El fuego y la palabra, el espectáculo que servirá para clausurar el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, y que podrá verse justo una semana después del estreno en el Festival de Peralada, propone otras músicas de Manuel de Falla como pórtico de El amor brujo. En concreto, el primer movimiento de Noches en los jardines de España, ‘En el Generalife’; la introducción de El sombrero de tres picos y la ‘Danza española’ de La vida breve. Y de las diversas versiones de El amor brujo se ha elegido la original, la “gitanería” de 1915, desdeñada durante años, pero luego felizmente recuperada y que sigue siendo el reflejo más veraz de la estética musical de Falla recién llegado de su etapa parisiense, que concluyó abruptamente con el estallido de la I Guerra Mundial.

Esta elección supone también una reivindicación de los valores de aquella propuesta entonces novedosa, y por eso Carlus Padrissa ha afirmado que su montaje “quiere romper moldes igual que lo hicieron sus creadores”, hurgando en aquella modernidad en parte incomprendida en su tiempo, objeto estos días de una exposición en el Auditorio Manuel de Falla de Granada y que será también debatida por diversos especialistas en un congreso internacional que se celebrará la próxima semana en el Palacio de la Madraza. Un siglo después de ver la luz, El amor brujo reverdece con fuerza.

La cantaora granadina Marina Heredia, suspendida en una inmensa grúa (o “jirafa daliniana”, en la terminología de Padrissa) y asomando de entre un infinito traje de faralaes, será la encargada de tomar el testigo de Pastora Imperio y Antonia Mercé. Padrissa recuperará también proyecciones cinematográficas de otro granadino pionero y visionario, José Val del Omar, el creador del “desbordamiento apanorámico de la imagen”. Bailarines con trajes de agua o que lanzan fuego por la boca y una bengala a modo de batuta empuñada por el director musical son algunos de los elementos que precederán al repique de campanas final, que marca la llegada del día y la reconciliación de los amantes. Como escribió otro crítico tras el estreno madrileño: “El hechizo los ha unido. Amanece. Estalla como una granada la luz del sol y todas las campanas se vuelven locas. Esto es El amor brujo”.

El fuego y la palabra. Dirección musical: Manuel Hernández-Silva. Dirección de escena: Carlus Padrissa. Marina Heredia, cante. Plaza de toros de Granada. 10 de julio.

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Sobre la firma

Luis Gago
Luis Gago (Madrid, 1961) es crítico de música clásica de EL PAÍS. Con formación jurídica y musical, se decantó profesionalmente por la segunda. Además de tocarla, escribe, traduce y habla sobre música, intentando entenderla y ayudar a entenderla. Sus cuatro bes son Bach, Beethoven, Brahms y Britten, pero le gusta recorrer y agotar todo el alfabeto.

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