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Los antiguos dioses del panteón afrocubano

La música del antes conocido como Manuel Machado es un constante trasegar del chachachá al danzón

Que Manuel Machado, trompetista conspicuo y polifacético, haya prescindido del nombre en su lanzamiento como estrella del espectáculo quiere decir muchas cosas. No todo el mundo puede permitirse lujo semejante. La cosa, que el viejo zorro ha tardado una vida en editar el primer disco a su nombre, sus razones habrá tenido. Tarde, pero aquí están estas Vivencias, síntesis y condensación de cuanto ha venido sucediéndole al cubano en sus mil años sobre los escenarios. Se habla de un creador transfronterizo y multinacional, un pie en Santa Clara, rincón de la Cuba profunda donde nació, el otro en Madrid, donde reside desde hace décadas.

La música del antes conocido como Manuel Machado es un constante trasegar del chachachá al danzón; de la invocación a los antiguos dioses del panteón afrocubano al moderno cross­over, para terminar en Miles Davis, destino universal de los trompetistas de cualquier género. Al final, un blues en las manos de Machado sabe a arroz con frijoles, y una rumba, a blues, o a Pat Metheny. La trompeta clara y luminosa aporta la coherencia debida a cuanto suena. Todo está atado y bien atado: el trompetista no es músico de transgredir normas establecidas, ni falta que hace. El acompañamiento, con la presencia insólita del baterista iraní Shayan Fathi, no puede ser más oportuno. Todas las piezas son originales; todas merecen la pena en un sentido u otro. En tiempos de congoja, levanta el ánimo. ¿Se puede pedir más?

Vivencias. Machado.

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