“El escenario es como mi cuarto de estar”
Tras casi medio siglo en la música, Eliseo Parra ejerce como maestro de folcloristas y voz crítica “contra el sistema”
Como si estuviera cumpliendo una premonición, el niño Eliseo Parra apenas tenía seis años la primera vez que se encaramó a un escenario. Corría el verano de 1956, el sol caía a plomo sobre Sardón de Duero (Valladolid) y todos dormían la siesta en el salón de baile. Pero al pequeño Eliseo no le podía el sueño, sino la curiosidad, y descubrió una ventana que comunicaba con las tablas. Sus abuelos y bisabuelos, que regentaban el local, le habrían regañado si llegan a descubrirle allí, acariciando la batería, las guitarras o un precioso saxofón dorado. Pero él permaneció trastabillando entre los instrumentos, absorto, y descubrió que le gustaba. “A lo mejor por eso nunca he sentido miedo escénico”, reflexiona ahora con el gesto sabio de sus 65 primaveras. “Por allí también pasaban compañías de cómicos, y muchas terminaban pidiéndome que hiciera algún papel. Y así me pasa: empiezo una actuación y me siento como en el cuarto de estar”.
El hombre que rememora casi medio siglo en el oficio de la música bien podría escribir una autobiografía apasionante. Pionero del rock progresivo barcelonés en los primeros setenta con Mi Generación, adalid de las orquestas de salsa y de la rumba catalana o indagador en las músicas tradicionales desde Mosaico, Parra ejerce como folclorista determinante desde Tribus hispanas (1998), uno de esos discos-brújula que señala caminos impensables hasta entonces. Pero su trayectoria alimentaría muchas horas de cháchara. “Si hasta en 1981 me propusieron ir a Eurovisión”, se carcajea. “Yo dije que sí y les ofrecí un tema propio, El silenci d’estimar. Cuando comprobaron que era en mallorquín llamaron a Bacchelli para que interpretara Y solo tú…”.
Cuestión de gustos
1. ¿En qué disco le gustaría vivir? En el Rubber Soul de los Beatles [1965]. Aún recuerdo la reproducción de su portada en la fachada de la EMI de Barcelona. La Escuela de Industriales, donde estudiaba para delineante, se encontraba justo enfrente.
2. ¿A qué artista de todos los tiempos invitaría a cenar? Al folclorista segoviano Agapito Marazuela. Dicen que no paraba de contar cosas jugosas.
3. ¿Cuál ha sido el mejor momento de su vida como creador? El actual. Con la madurez, quizá pierdes espontaneidad, pero creo que ahora canto mejor que nunca.
4. ¿Qué encargo no aceptaría jamás? La sintonía para un partido político.
5. ¿Qué disco no pudo acabar de escuchar? Los de Cantajuegos.
6. ¿Qué hizo el último fin de semana? Bañarme en las aguas que bajan del Almanzor. Y no, no estaban tan frías, aunque cada vez entiendo mejor a esos viejos que se meten en estanques helados…
7. ¿Qué está socialmente sobrevalorado? El dinero. La vida es mucho más que eso.
8. ¿A quién daría el próximo Premio Grammy? Al pop latino, ni de coña. Pero a una tribu de pigmeos, sí. Ya está bien de tanto figurín…
Afuera esperan ya los primeros alumnos de Eliseo, pero esta gruta donde nos ha convocado el hombre del pandero cuadrado es infranqueable para el mundanal ruido. Nos encontramos en La Escalera de Jacob, pintoresco enclave rehabilitado en Lavapiés para cursos, talleres o microteatro. Siete años lleva ya el vallisoletano impartiendo clases de percusión y música tradicional a 25 pupilos por temporada, con neta mayoría femenina. “De aquí salieron Las Piojas. Eran tantas cantando sobre el escenario que les dije: ‘Parecéis piojos en costura…”.
Parra canturrea hasta mientras le hacen fotos. “La música es terapia. Este local me lo buscaron mis propios alumnos, a dos manzanas de mi casa, con tal de que no dejara de darles clase”. Él ya se alimentaba de grandes canciones (Beatles, Hollies, Herman’s Hermits) desde mediados de los sesenta, cuando su familia emigró a Barcelona. “Mis padres no me dejaron ir al concierto de los Beatles, en 1965, porque decían que eran unos demonios. Les respaldaba el marido de mi tía, un policía nacional que farfullaba: ‘¡Esa música es cosa de maricones!’. Pero yo coleccionaba a escondidas la revista Fans. Con ella descubrí que los Rolling Stones grababan Satisfaction, o el triunfo de Barbra Streisand en Central Park”.
Luego llegarían la devoción por el rock sinfónico… y otras fascinaciones colaterales. “Teníamos una casa en Ibiza, en mitad del campo, y nos íbamos a fliparlo con Pink Floyd, Yes, Genesis, King Crimson, Gentle Giant o Todd Rundgren. Recurríamos a todas las drogas a nuestro alcance y nos poníamos hasta el culo, ¡pero analizando música!”. Eliseo encuentra hoy un renovado estímulo en su contacto con la naturaleza, esa serranía de Gredos, presidida por el pico Almanzor, que le ha inspirado su reciente El man sur (Karonte), sustanciosa colección de jotas, fandangos o picayos.
“Los árboles nos enseñan nuestra misión en la tierra. Ahora mismo me siento cerca de Buda, Confucio o Lao-Tse, y lejos de este suicidio colectivo al que nos aboca el sistema. Imagino a la humanidad como en Thelma y Louise: un coche a todo trapo hacia el precipicio. Y digo yo: ¿no habría que echar el freno de vez en cuando?”.
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