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Conciencia social

Pablo Gutiérrez retrata las ruinas de la crisis en una novela que gana en lo sociológico y pierde en lo satírico

Una mujer duerme en un banco de Madrid.
Una mujer duerme en un banco de Madrid.Samuel Sánchez

En alguna entrevista, Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978) ha declarado que la literatura no tiene valor “si no intenta intervenir de alguna manera”. Sin embargo, no hay intervención fuera del mercado, y lo que un libro pueda hacer apenas modifica el escenario. Intervenir, por lo demás, obliga a romper con la invisibilidad, pero a costa de mezclarse en el discurso hegemónico que todo lo traga y todo lo regurgita. Gutiérrez, no obstante, aspira a que la literatura reconozca la necesidad de comprometerse con el agravio de la crisis, cuyas consecuencias sociales son, y han sido, altamente dramáticas. En Democracia (Seix Barral, 2012) se ocupaba de un parado, a partir del descalabro de Lehman Brothers, enfrentándose al cinismo. En Los libros repentinos, su atención recae en Reme, “una vieja indecente que viste con harapos”, a quien una imprevista caja de libros la lleva al entusiasmo por la lectura y, con ella, a reconocer su vida frustrada y adquirir una inaplazable conciencia social. El “poder sanador de la literatura”, según la contraportada, tiene en esta novela una función innegable que, no obstante, no sortea una idealización ingenua de la lectura, al no tener en cuenta otras secuelas más intratables. La caja de libros se propone aquí como el hallazgo de un tesoro, cuyo contenido pone en marcha otro enfoque sobre la realidad.

Pero si el punto de partida tiene un aire de fábula, no sucede lo mismo con el espacio en el que se desarrolla la novela, un barrio de extrarradio de casas baratas, abandonado a su suerte desde la década de 1950, que allí es mala suerte, pobreza y degradación. Gutiérrez despliega una suerte de crónica, un reportaje de lirismo maltrecho, una trepidante locuacidad que se opone a la verbosidad oficial de la que han derivado esas vidas rotas de suburbio, podridas por la penuria laboral y la desesperanza. Todo ello bajo el prisma de las novelas que lee la vieja Reme, que se diría una restitución de la narrativa social de la Generación del 98, en especial del Baroja más atento a la clase miserable. De ahí extrae la anciana la energía que la implica en una protesta activa contra absurdas normativas, como la prohibición de colgar la ropa a la vista de la calle, a la que se opone iniciando una revuelta. De figura disipada, calumniada por los estragos de la ignorancia y la privación, Reme pasa a representar la resistencia civil, aunque la algarada semeja más bien un esperpento desactivado por una comicidad algo chocarrera, lo que invalida la exaltación de una prosa que sería magnífica si no se ensimismara en una sátira de efectos previsibles.

La novela, en todo caso, se vence hacia lo sociológico, y de ello resulta su mejor aportación, pues los personajes se reducen, en general, a arquetipos caricaturescos, sobre todo el concejal y su mujer, que vienen a ser el envés del activista y su mujer, comparsas todos ellos del poder, pero también, se podría decir, del rencor del narrador, muy complacido con sus deshonras morales, mientras dedica una mirada piadosa a los habitantes del suburbio. No hay que aclarar que el rencor de clase es un noble sentimiento. Pero es curioso que la novela necesite la inserción de fragmentos de obras célebres para dotar a la narración de un prestigio pretérito, como si el autor no hubiera encontrado el lenguaje adecuado para expresar la actualidad. Esto hace de Los libros repentinos una novela perdida en el tiempo, indecisa entre el ahora mismo, con la impugnación de una política que administra el infortunio, y el requerimiento de una literatura que, en otra época, estaba al lado de la gente desposeída.

Con el pretexto de la vieja Reme redimida por la lectura, Pablo Gutiérrez ha escrito, sin exageración, un tratado sobre las ruinas morales y físicas que causa la falta de vivienda digna, de higiene y de urbanidad. La relación con Don Quijote es aquí más decorativa que oportuna. Lo que importa es el espíritu que reclama mayor atención a la periferia de la historia, allí donde la construcción desmañada de suburbios es fundamental para entender la brecha entre el capital y la miseria.

Los libros repentinos. Pablo Gutiérrez. Seix Barral. Barcelona, 2015. 272 páginas. 18,50 euros.

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